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FELIZ 72 AÑOS !!!

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Este 29 de noviembre el Padre Juan Alvarez cumple 72 años,
por lo que damos gracias a Dios.
La mayoria de nuestros amigos conocen la labor que realiza el Padre Juan, misionero español, fundador de nuestra Asociación que inició pensando en todos aquellos jóvenes que merecen algo mejor y que esperan darse en una vocación de laicos consagrados.
De la mano de nuestra Madre, hemos caminado juntos todos estos años, acercando a Dios a las personas que concurren a nuestras actividades, ya sea en un retiro, en ejercicios espirituales, en campamentos, convivencias o salidas deportivas, o en los círculos teológicos.
Tenemos mucho que agradecer. De todo corazón, muchisimas gracias por la enseñanza, la guía y sobre todo la perseverancia que inculca en nuestros corazones para no desanimarnos del camino que Dios ha escogido para nosotros.

HOMILIA 32

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Al partir Jesús de allí, le fueron siguiendo dos ciegos, que gritaban y decían: Compadécete de nosotros, hijo de David. Y cuando hubo Él llegado a casa, se le acercaron los dos ciegos, y Jesús les dijo: ¿Creéis que yo puedo hacer eso? Le respondieron: Sí, Señor. Entonces tocó los ojos de ellos diciendo: Conforme a vuestra fe, así os suceda. Y se les abrieron los ojos. San Mateo 9,27; 10,1.

34.- Se pondera la fe de los dos ciegos.
1. ¿Por qué razón arrastra el Señor en pos de sí a estos ciegos gritando? Porque quiere una vez más enseñarnos a rechazar la gloria del vulgo. Porque, como quiera que la casa estaba próxima, allí los lleva el Señor para curarlos secretamente. No es pequeña acusación contra los judíos el hecho de que estos ciegos, sin ojos, por sólo el oído, reciban la fe; mientras aquéllos, que contemplaban los milagros de Jesús y tenían por testigos de sus hechos no menos que a sus propios ojos, hacían todo lo contrario. Pero mirad también el fervor de estos ciegos, que se echa de ver no sólo por sus gritos, sino por la misma súplica que le dirigen al Señor. Porque no fue sólo acercarse a Él: se le acercaron entre grandes gritos y ninguna otra palabra pronuncian sino: Compadécete.

35.- Y le llamaban hijo de David, pues les parecía un título de honor. Y es así que aun los profetas llamaban también así a los reyes que querían honrar y presentar como grandes. Isaías 7,13; 38,5. Una vez, pues, que los hubo llevado a su casa, les dirige el Señor una segunda pregunta. Muchas veces, en efecto, quería el Señor ser rogado para curar, y esto por muchas razones: Primero, por que no se pensase que se precipitaba Él a obrar estos milagros por pura vanagloria. Luego, porque quería se viera que quienes le rogaban merecían la curación. Y otra razón: por que no se dijera que, pues curaba por pura compasión, tenía que curar a todo el mundo. No; también su misma compasión tenía alguna cuenta con la fe de los curados.

36.- Aparte esas razones, aquí exige el Señor fe a estos ciegos, porque, ya que le habían llamado hijo de David, quiere levantarlos a más alto pensamiento y enseñarles qué es lo que realmente deben imaginarse de Él. Y así les dice: ¿Creéis que puedo yo hacer eso? No les dijo: “¿Creéis que puedo pedirlo a mi Padre, creéis que lo puedo alcanzar por la oración?” No. ¿Creéis, les dice, que puedo yo hacer eso? ¿Y qué responden ellos? Sí, Señor. Ya no le llaman hijo de David; ya remontan más el vuelo y confiesan su soberanía. Y entonces fue cuando el Señor les impuso su mano, diciendo: Conforme a vuestra fe, así os suceda. Y así lo hace el Señor, primero para fortificar la misma fe de los ciegos; luego, para hacer ver que también ellos habían tenido alguna parte en la obra y, en fin, para atestiguar que sus palabras no habían nacido de adulación. No dijo: “Queden abiertos vuestros ojos”, sino: Conforme a vuestra fe, así os suceda.

37.- Es lo que dice a muchos de los que a Él acuden, pues tiene el Señor interés, antes de curar sus cuerpos, en proclamar la fe de sus almas, con lo que a ellos los hacía más gloriosos y acrecentaba el fervor de los otros. Así lo hizo también con el paralítico, pues antes de fortalecer su cuerpo, levantó su alma, que yacía en el suelo, diciéndole: Ten buen ánimo, hijo. Que tus pecados te sean perdonados. Y a la niña de doce años, después de resucitarla, la tomó de la mano y, por la orden que dio que se le diera de comer, le hizo ver que Él era su bienhechor. Y lo mismo con el centurión, a cuya fe atribuyó el Señor todo el milagro. Y cuando a sus discípulos los libró de la tormenta del mar, antes quiso librarlos de su poca fe. Así puntualmente procede con estos ciegos. Antes de que ellos hablaran, sabía Él muy bien los secretos de su alma; sin embargo, por que todos los pudieran imitar, Él los descubre delante de todos y por su definitiva curación proclama su oculta fe.

38.- Después de la curación, mandóles el Señor que a nadie dijeran nada, y no se lo mandó como quiera, sino con extraordinaria vehemencia. Jesús, dice el evangelista, les intimó diciendo: ¡Cuidado con que nadie lo sepa! Más ellos, apenas salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra. Es que no se pudieron contener, y se convirtieron en heraldos y evangelistas del Señor. Cierto que éste les había mandado que guardaran secreto sobre el milagro, pero ellos no pudieron contenerse. Ahora bien, si vemos que en otra ocasión dice el Señor: Anda y publica la gloria de Dios, San Lucas 8,39, no hay en ello contradicción con su conducta con estos ciegos, sino que más bien hay perfecta armonía. Porque lo que Él nos quiere enseñar es que jamás hablemos de nosotros mismos ni consintamos que otros nos elogien; mas, si la gloria ha de referirse a DIOS, no sólo no hemos de impedirlo, sino que podemos mandarlo.

39.- Curación de un mudo.-
Apenas hubieron salido los dos ciegos, le presentaron un hombre mudo poseído del demonio. No se trataba, en efecto, de una enfermedad natural, sino de una insidia del demonio. De ahí la necesidad de que otros le llevaran ante el Señor. Por si mismo no podía presentar su súplica, pues estaba mudo; y a los otros tampoco podía rogarles, pues el demonio había trabado su lengua, y juntamente con su lengua le tenía también atada el alma. Por esta razón, tampoco el Señor le exige fe, sino que le cura inmediatamente de su enfermedad. Y, en efecto, expulsado el demonio, dice el evangelista, habló el mudo. Y las muchedumbres se maravillaban, diciendo: Jamás se vio cosa semejante en Israel. Era lo que señaladamente molestaba a los fariseos: que le tuvieran por superior a todos, no sólo de cuantos entonces existían, sino de cuantos jamás habían existido. Y por tal le tenían las muchedumbres al Señor, no sólo porque curaba, sino porque lo hacía con tanta facilidad y en un momento, y curaba enfermedades innumerables, y hasta las que se tenían por incurables. Así hablaba el pueblo.

40.- Los fariseos se contradicen a sí mismos.-
2. Todo lo contrario los fariseos. No sólo hablaban mal del milagro, sino que no tienen rubor de contradecirse a sí mismos. Tal es por naturaleza la maldad. ¿Qué es, efectivamente, lo que dicen? Por virtud del príncipe de los demonios arroja éste los demonios. ¡Qué enorme insensatez! Si algo hay imposible de todo punto, como más adelante les dice el Señor mismo, es que el demonio expulse a los demonios. El demonio lo que quiere es mantener su imperio, no destruirlo. El Señor, empero, no sólo arrojó a los demonios, sino que limpió leprosos, resucitó muertos, sofrenó el mar, perdonó pecados, predicó el reino de los cielos y llevó las almas al Padre.
Cosas todas que jamás querría ni aun podría hacer el demonio. La obra de los demonios es llevar a los hombres ante los ídolos, apartarlos de DIOS y arrebatarles la fe en la vida venidera.

41.- El demonio, insultado, no devuelve un beneficio por el insulto; más bien, sin que se le insulte, a los mismos que le sirven y le honran, trata él de hacerles daño. Todo lo contrario del Señor. Después de estos insultos e injurias: Iba recorriendo, dice el evangelista, todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, y predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda flaqueza.

42.- Cómo hay que responder a las calumnias.-
Y no sólo no castigó a aquellos estúpidos, más ni siquiera les reprendió, primero para dar una prueba más de mansedumbre y confundir así aquella misma calumnia, y luego, porque quería demostrarles más ampliamente su misión por los milagros que habían de seguir y presentarles también entonces la demostración por sus palabras. Iba, pues, el Señor recorriendo sus ciudades y sus pueblos y predicando en sus sinagogas, con lo que nos enseña cómo hemos de responder a las calumnias e injurias no con otras injurias y calumnias, sino con mayores beneficios. Y es así que, si hacemos favores a quienes son, como nosotros, servidores de DIOS, no con miras humanas, sino puramente por DIOS, hagan ellos lo que hagan, nosotros no hemos de dejar de hacerles el favor, pues así será mayor nuestra recompensa.

43.- Porque el que después de recibir una injuria cesa ya de hacer beneficios, da con ello prueba de que practicaba esa virtud no por DIOS, sino por alabanza de los hombres. De ahí que Cristo, para enseñarnos que Él hacía sus beneficios por sola bondad suya, no esperó a que los enfermos acudieran a Él, sino que Él mismo se apresuraba a ir a ellos, llevándoles a par dos bienes máximos: uno, el evangelio del reino de los cielos; otro, la curación de todas sus enfermedades. No desdeñó una ciudad, no pasó por alto una aldea; a todo lugar acudía el Señor.

44.- La mies es mucha, los obreros pocos.
Mas no para aquí el Señor, sino que da pruebas de una nueva solicitud. Porque viendo, dice el evangelista, a las muchedumbres, tuvo lástima de ellas, pues se hallaban fatigadas y tendidas, como ovejas sin pastor, dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. Mirad una vez más cuán ajeno es el Señor a la vanagloria, pues para no atraerlos Él a todos en pos de sí, envió a sus discípulos. Aunque no es ésa la única razón por que los envía. Él quiere que se ejerciten en la Palestina, como en una palestra, y así se preparen para sus combates por todo lo ancho de la tierra. De ahí que cada vez les va ofreciendo más ancho campo a sus combates, en cuanto su virtud lo permitía, con el fin de que luego que se les hicieran más fáciles los que les esperaban.

45.- Era como sacar los polluelos aún tiernos para ejercitarlos en el vuelo. Y por de pronto los constituye médicos de los cuerpos, y más adelante les confiará también la curación, más importante, de las almas. Y considerad cómo les presenta su misión a par fácil y necesaria. Porque, ¿qué es lo que dice? La mies es mucha, pero los obreros pocos. No os envío, parece decirles, a sembrar, sino a segar. Algo así les había dicho en Juan: Otros han trabajado, y vosotros habéis entrado en su trabajo. San Juan 4,38. Ahora bien, al hablarles así, quería el Señor reprimir su orgullo a par que infundirles confianza, pues les hacía ver que el trabajo mayor estaba ya hecho.

46.- Pero mirad también aquí cómo el Señor empieza por su propio amor y no por recompensa de ninguna clase: Porque se compadeció de las muchedumbres, que estaban fatigadas y tendidas, como ovejas sin pastor. Con estas palabras apuntaba a los príncipes de los judíos; pues, habiendo de ser pastores, se mostraban lobos. Porque no sólo no corregían a la muchedumbre, sino que ellos eran el mayor obstáculo a su adelantamiento. Y era así que cuando el pueblo se maravillaba y decía: Jamás se ha visto cosa igual en Israel, ellos decían lo contrario y replicaban: En virtud del príncipe de los demonios, expulsa éste a los demonios. Más ¿a quiénes designa aquí el Señor como trabajadores? Indudablemente, a sus doce discípulos. Ahora bien, después de decir que los obreros eran pocos, ¿añadió alguno más? De ninguna manera.

47.- Lo que hizo fue enviarlos a trabajar. ¿Por qué, pues, decía: Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, y Él no les envió ninguno? Porque, aun siendo sólo doce, Él los multiplicó más adelante, no por su número, sino por la virtud de que les hizo gracia.

48.- Jesús, dueño de la mies.-
3. Luego, para mostrarles cuán grande era la dádiva que les hacía: Rogad, les dice, al Señor de la mies. Con lo que, veladamente, manifiesta ser Él quien poseía aquel dominio. En efecto, apenas les hubo dicho: Rogad al Señor de la mies, sin que ellos le hubieran rogado nada, sin que hubiera precedido una oración de su parte, Él los escoge inmediatamente, a par que les recuerda las expresiones mismas de Juan sobre la era y el bieldo, la paja y el trigo. Por donde se ve claro ser Él el labrador, Él el amo de la mies, Él el dueño soberano de los profetas. Porque si ahora mandaba a segar a sus discípulos, claro está que no los mandaba a campo ajeno, sino a lo que Él mismo había sembrado por medio de los profetas.

49.- La misión de los Apóstoles.-
Mas no se contenta el Señor con animar a sus discípulos por el hecho de llamar cosecha a su ministerio, sino haciéndolos aptos para ese mismo ministerio. Y así, llamando a sí, dice el evangelista, a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus para que los arrojaran, y curar toda enfermedad y toda flaqueza. Y, sin embargo, todavía no había sido dado el Espíritu Santo: Todavía no había, dice Juan 7,39, Espíritu Santo, por que Jesús no había sido aún glorificado. ¿Cómo expulsaban, pues, los apóstoles a los espíritus? Por el mandato y la autoridad del Señor. Mas considerad ahora, os ruego, la oportunidad del momento de su misión. Porque no los envió desde el principio, no.
50.- Cuando ya habían por bastante tiempo gozado de su compañía, cuando habían ya visto resucitado a un muerto, apaciguado por su intimación el mar, arrojados los demonios, curado un paralítico y perdonados sus pecados; cuando ya el poder del Señor estaba suficientemente demostrado por obras y palabras, entonces es cuando Él los envía. Y, aun entonces, no a misiones peligrosas, pues por de pronto ningún peligro les amenazaba en Palestina. Sólo la maledicencia tendrían desde luego que afrontar. Y aun así, ya de antemano les habla de peligros, preparándolos antes de tiempo para el combate y aprestándolos para él con la constante alusión a los peligros que les esperaban.

51.- La lista de los Apóstoles.-
Hasta ahora, sólo dos parejas de apóstoles nos ha nombrado el evangelista, la de Pedro y Andrés y la de Santiago y Juan. Luego nos contó Mateo su propio llamamiento, pero nada nos ha dicho aún de la vocación y nombre de los otros apóstoles. De ahí que tenía forzosamente que traernos aquí la lista de ellos y decirnos sus nombres, como lo hacen seguidamente: Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero Simón, por sobrenombre Pedro... Porque había otro Simón, llamado el Cananeo: como había dos Judas: Judas Iscariote y Judas el de Santiago; y dos Santiagos: Santiago hijo de Alfeo y Santiago hijo de Zebedeo. Ahora bien, Marcos 3,16, los pone por orden de dignidad, y sólo después de nombrar a los dos corifeos cuenta también a Andrés. No así Mateo, sino de modo diferente. Más aún: a Tomás mismo, que sin duda le era inferior, Mateo le pone antes que a sí mismo. Pero volvamos otra vez a su lista: El primero Simón, por sobrenombre Pedro, y Andrés, su hermano.

52.- No les tributa el evangelista pequeño elogio, pues al uno le alaba por su firmeza de roca y al otro por lo noble de su carácter. Luego Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano. ¿Veis cómo no los pone según si dignidad? Porque, a mi parecer, Juan no sólo es superior a todos los demás, sino a su mismo hermano. Luego, nombrado Felipe y Bartolomé, pasa a Tomás y Mateo, el publicano. No procede así Lucas, sino que, por lo contrario, antepone Mateo a Tomás. Luego viene Santiago, el hijo de Alfeo; pues, como hemos ya dicho, había oro Santiago, el hijo de Zebedeo.

53.- Luego, nombrados por otro nombre, Tadeo y Simón el Celotes, a quien llama también Cananeo, llega al traidor. Pero habla de él no como enemigo a quien hace la guerra, sino con la diferencia de quien escribe la historia. No dijo: “Judas, el abominable entre todo lo abominable”, sino que le calificó sencillamente por el nombre de su ciudad, llamándole Judas el Iscariote. Había, efectivamente, otro Judas, por sobrenombre Tadeo, que Lucas 6,16 hace hijo de Santiago, diciendo: Judas de Santiago. Para distinguir, pues, de éste al traidor, dice Mateo: Judas el Iscariote, que fue también el que le traicionó. De este modo, los evangelistas no ocultan jamás nada ni aun de lo que parece ser ignominioso. Así, el que figura primero y es el corifeo de todo el coro de los apóstoles, es un hombre sin letras e ignorante.

54.- A quién envió Jesús sus Apóstoles.-
Mas veamos ya a dónde y a quiénes envía Jesús sus apóstoles. A estos doce, dice el evangelista, los envió Jesús. ¿Quiénes son éstos? Unos pescadores y publicanos. Cuatro, en efecto, de ellos eran pescadores; dos publicanos: Mateo y Santiago; y uno, hasta traidor. ¿Y qué es lo que les dice? Inmediatamente les dio órdenes, diciendo: No vayáis por camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos. Marchad más bien a las ovejas que se han perdido de la casa de Israel. No penséis, no, les viene a decir el Señor, que, porque me injurian y me llaman endemoniado, yo los aborrezco y los aparto de mí. Justamente a ellos tengo interés y empeño en curarlos primero, y, apartándoos a vosotros de los demás, os envío a ellos como maestros y médicos. Y no sólo os prohíbo que prediquéis a otros antes que a éstos, sino que no os consiento que toquéis en los caminos que llevan a la gentilidad ni que entréis en ciudad alguna de samaritanos.

55.- 4. Realmente, los samaritanos eran enemigos de los judíos; sin embargo, la misión hubiera resultado más fácil con ellos, que estaban mucho más dispuestos para recibir la Fe. La misión entre los judíos era más difícil; y, sin embargo, el Señor los envía al campo difícil, primero para mostrar su solicitud por los judíos y taparles juntamente la boca. De este modo abría el camino a la enseñanza de los apóstoles, a fin de que no los acusaran de que habían entrado en casa de asirios incircuncisos, con lo que tendrían una causa aparentemente justa para huir de ellos y rechazarlos. Por otra parte, llámalos el Señor ovejas perdidas, no que ellas de suyo se hubieran escapado; con lo que por todas partes les ofrece el perdón y trata de atraérselos a sí.

56.- Poderes y consejos a sus Apóstoles.
Marchad, pues, les dice, y pregonad que el reino de los cielos está cerca. Mirad la grandeza del ministerio, mirad la dignidad de los apóstoles No se les manda que hablen de cosas sensibles, ni como hablaron antaño Moisés y los profetas. Su predicación había de ser nueva y sorprendente. Moisés y los profetas predicaban de la tierra y de los bienes de la tierra; los apóstoles, del Reino de los cielos y de cuanto a él atañe. Más no sólo por este respecto son los apóstoles superiores a Moisés y a los profetas, sino también por su obediencia. Ellos no se arredran de su misión ni vacilan como los antiguos. A pesar de que oyen que se les habla de peligros, de guerras y de males insoportables, como heraldos que son del Reino de los cielos, aceptan lo que se les manda con absoluta obediencia. Y ¿qué maravilla, me dirás, que obedecieran fácilmente, cuando nada triste ni difícil tenían que anunciar?

57.- ¿Qué dices que nada difícil se les manda? ¿No oyes hablar de cárceles, de conducción al suplicio, de guerras intestinas, del odio universal que había de seguirles, todo lo cual les dijo el Señor que había de acontecerles poco después? Porque a los otros, sí, los enviaba como heraldos y mensajeros de bienes infinitos; pero a ellos sólo les anunciaba y profetizaba males insufrideros.

58.- Luego, para conferir autoridad a su predicación, les dice: Curad a los enfermos, limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios. Lo que de balde recibisteis, dadlo de balde. Mirad cómo se preocupa el Señor de las costumbres de sus apóstoles no menos que de los milagros, dándoles a entender que éstos sin aquellas nada valen. Así vemos cómo reprime su posible orgullo, diciéndoles: Lo que de balde recibisteis, dadlo de balde. Con lo que juntamente los quiere limpiar de toda avaricia. No quería que pensaran que los milagros eran obra de ellos y se exaltaran orgullosamente al realizarlos. De ahí su palabra: De balde habéis recibido vuestros poderes, no como una paga ni como fruto de vuestro trabajo. Todo es gracia mía. De este modo, pues, dad también vosotros a aquéllos. Porque, por otra parte, tampoco es posible hallar precio digno de lo que vuestros dones merecen.

59.- Desprendimiento que pide el Señor a sus Apóstoles.-
Seguidamente, trata el Señor de arrancar la raíz misma de los males, y dice: No poseáis oro ni plata ni moneda menuda en vuestros cinturones; o toméis alforja para el camino ni dos túnicas ni zapatos ni bastón. No les dijo: “No toméis con vosotros. No: aun cuando pudierais tomarlo de otra parte, huid de esta mala pestilencia”. A la verdad, grandes bienes lograba el Señor con este precepto. Primero librar de toda sospecha a sus discípulos. Segundo, desembarazarlos a ellos mismos de toda preocupación, y poder así dedicar todo su tiempo a la predicación de la palabra. Tercero, darles una lección sobre su propio poder. Por lo menos, así se lo dijo más adelante: ¿Acaso os faltó algo cuando os envié desnudos y descalzos? San Lucas 22,35. Mas no dice inmediatamente: “No poseáis”. Primero les dice: Limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios, y ahora viene lo de: No poseáis. Y luego prosiguió: Lo que de balde habéis recibido, dadlo de balde. Con lo cual les procura el Señor a sus discípulos lo que les era útil, decente y posible, para andar por el mundo.

60.- Pero tal vez observe alguien que, sí todo lo demás que el Señor manda está muy en su punto; mas ¿por qué mandar a sus apóstoles que no tomaran alforjas para el camino, ni dos túnicas, ni bastón, ni zapatos? Porque quería ejercitarlos en la más estrecha perfección, como ya anteriormente les había prohibido que se preocuparan del día de mañana. A la verdad, Él los iba a mandar como maestros a toda la tierra. Por eso, hasta cierto punto los hace de hombres ángeles, librándolos de toda preocupación terrena, de suerte que una sola preocupación los domine en adelante: la de la enseñanza. Más aún: de esta misma los libra cuando les dice: No os preocupéis de cómo o qué hablaréis. San Mateo 10,19.

61.- De este modo, lo que aparentemente es pesado y molesto, el Señor se lo presenta como muy fácil y hacedero. Nada le hace, efectivamente, tan animoso a un hombre como verse libre de cuidados y preocupaciones, sobre todo cuando, no obstante esa ausencia de preocupación, logra que nada le falte, por tener a DIOS consigo y ser DIOS para él todas las cosas. Mas no quería tampoco el Señor que los suyos le dijeran: Entonces, ¿cómo o de dónde tendremos el necesario sustento? A lo que podía haberles contestado: Ya habéis oído lo que anteriormente os dije: Mirad las aves del cielo. San Mateo 6,26.

62.- No estaban, sin embargo, preparados todavía para reducir este precepto a la práctica; de ahí que les dice algo más modesto: Digno es el trabajador de su alimento. Con lo que les da a entender que ellos, maestros, habían de comer de sus discípulos. De este modo, ni los maestros habían de sentir orgullo respecto a sus discípulos, como si todo lo dieran y nada recibieran, ni los discípulos tendrían motivo, por este desdén, para separarse de sus maestros.

63.- El trabajador merece su salario.
5. No quería el Señor que le dijeran: “¿Es que nos mandas, pues, vivir de limosna?”. Cosa de que pudieran ellos avergonzarse. No; por el hecho de llamarlos trabajadores y paga a los que se le da, quiere ponerles de manifiesto que, al dárseles su alimento, no se hace sino pagárseles una deuda. Porque no penséis, parece decirles, que porque vuestro trabajo consista en palabras, es pequeño el beneficio que de vosotros reciben. También el hablar supone mucho trabajo. Y, por tanto, lo que os dan vuestros discípulos, no es favor que os hacen, sino deuda que os pagan: Porque digno es el trabajador de su salario. Y esto lo dijo el Señor, no por que pretendiera tasar el valor de los trabajos apostólicos. ¡DIOS nos libre de idea semejante! No; lo que quiso fue poner ante todo ley a sus apóstoles de no buscar nada más fuera de su sustento y persuadir también a los que se lo procuraban que no es ello honor que les hacen, sino estricto deber que cumplen.

64.- Las leyes de la hospitalidad.
Mas en cualquier ciudad o pueblo en que entrareis, preguntad qué persona digna haya en ella y allí permaneced hasta vuestra partida. Como si dijera: “No porque os haya dicho que el trabajador merece su salario, ya por eso os he abierto todas las puertas. No. También aquí os mando que procedáis con la mayor cautela. Ello contribuirá a vuestra propia gloria y hasta a vuestro sustento corporal. Porque si vuestro huésped es persona digna, no dejará para nada del mundo de proveer a vuestro sustento, sobre todo si vosotros no pedís más que lo necesario”. Más no sólo manda el Señor a sus discípulos que busquen para su hospedaje personas dignas, sino que les prohíbe andar de casa en casa. Primero, para no ofender a quien los recibiera en la suya; y luego, porque no cobren fama de glotones y amigos de pasarlo bien.

65.- Es lo que quiso darles a entender al decirles: Permaneced allí hasta vuestra partida. Y lo mismo es de ver por los otros evangelistas. San Marcos 6,10; San Lucas 10,7. ¿Veis cómo de este modo atendió el Señor al prestigio de sus apóstoles y cómo animó a quienes los recibieran? A éstos, en efecto, les hace ver que ellos son quienes más ganan, no sólo en honra, sino también en provecho. Lo mismo explica el Señor seguidamente, diciendo: Al entrar en la casa, saludadla, y si la casa fuere digna, que vuestra paz venga sobre ella; mas si no fuere digna, que vuestra paz se vuelva a vosotros. Mirad hasta qué pormenores se digna descender el Señor en sus preceptos. Y con mucha razón, pues los estaba preparando para atletas y heraldos de la religión en toda la tierra, y de este modo los quiere hacer no sólo modestos, sino también amables.

66.- Y así, prosigue: Mas si no os recibieren ni quisieren oír vuestras palabras, salid de la casa o ciudad aquella y sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que en el día del juicio se tratará más blandamente a Sodoma y Gomorra que no a la ciudad aquella. “No porque seáis los maestros, les viene a decir el Señor, esperéis a que los otros os saluden. No; adelantaos vosotros a darles muestra de honor”. Luego, para hacerles ver que no se trata en ellos de un simple saludo, sino de una bendición: Si la casa, les dice, fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si fuere insolente, su primer castigo será no gozar de vuestra paz; y el segundo, que correrá peor suerte que la misma Sodoma. ¿Y qué tenemos nosotros que ver con su castigo?, pudieran haberle replicado. Pues que habitaréis en las casas de personas dignas.

67.- Pero ¿qué significa lo de: Sacudid el polvo de vuestros pies? O demostrarles que nada se llevaban de ellos, o darles un testimonio del largo camino que por ellos habían emprendido. Pero mirad, os ruego, cómo todavía no se lo da todo el Señor, pues por entonces no les concede la gracia de la presciencia, de modo que pudieran saber de antemano quién fuera digno y quién no. Eso les manda que lo averigüen ellos mismos y que se atengan a la experiencia. Entonces, ¿cómo es que Él mismo se hospedó en casa de un alcabalero? Porque por su conversión se hizo digno. Pero considerad también, os ruego, cómo, a par que los despoja de todo, se lo da todo, pues les permite permanecer en las casas de sus discípulos y entrar en ellas sin tener nada. De este modo los libraba, por una parte, de toda preocupación y, por otra, podían ellos persuadir a los otros que sólo por su salvación habían venido.

68.- Primero, porque no llevaban nada; segundo, porque nada tampoco pedían fuera de lo necesario, y, en fin, porque no a todos indiferentemente pedían hospedaje. Es que no quería el Señor que sus apóstoles brillaran sólo por sus milagros, no; antes que por éstos habían de brillar por su virtud. Ahora bien, nada marca mejor la virtud que la ausencia de lo superfluo y no tener, en cuanto cabe, necesidad ninguna. Los mismos falsos apóstoles lo sabían eso; por lo que Pablo mismo decía: Porque quieren, en aquello de que se glorían, aparecer como nosotros. 2ª Corintios 11,12. Ahora bien, si los que están en tierra extraña y en casa ajena no han de pedir nada más que el necesario sustento, mucho menos habrán de exigir otra cosa los que están en su propia casa.

69.- La Iglesia, casa de todos, donde se da la paz.
6. No nos contentemos con sólo oír estas enseñanzas; tratemos también de imitarlas. En realidad, no se dijeron sólo para los apóstoles, sino para todos los santos que habían de sucederles. Porque esta paz viene o se va conforme a la disposición de los que reciben a los enviados de DIOS. No todo depende de la santidad de los maestros, sino también de los méritos de sus discípulos. Y no pensemos que es pequeño daño no gozar de esta paz. Ésta es la que de antiguo predijo el profeta, diciendo: ¡Qué hermosos son los pies de los que llevan la buena nueva de la paz! Luego, interpretando él mismo el valor de esta paz, prosigue: Los pies de los que llevan la buena nueva del bien. Isaías 52, 7. Ésta declaró Cristo mismo ser dádiva grande, diciendo: Mi paz os dejo, mi paz os doy. San Juan 14, 27.

70.- Y todo hemos de hacerlo a trueque de gozar de esta paz, tanto en nuestra casa como en la iglesia. A la verdad, también el que preside en la iglesia da la paz y él es como la figura del Señor. Y al Señor hay que recibirle con todo fervor, con la disposición del alma antes que en la mesa del altar. Porque si ya es cosa grave no participar de la mesa del Señor, ¿no lo será más rechazarle cuando nos habla? Por ti se sienta el sacerdote, por ti está de pie el diácono o predicador con molestia y cansancio. ¿Qué excusa, pues, tendrás, si no le concedes el homenaje de oír siquiera su palabra? A la verdad, la iglesia es la casa común de todos, y cuando vosotros habéis entrado, entramos nosotros, que representamos a los apóstoles. Por eso, apenas entramos, conforme a la ley que nos diera el Señor, os deseamos la paz a todos en común.

71.- Que nadie, pues, sea tibio, nadie esté distraído, cuando entran los sacerdotes y os hablan, pues el castigo que esta tibieza y distracción merece no es pequeño. Por mi parte, yo preferiría mil veces entrar en una casa de cualquiera de vosotros y verme allí desairado, que no hablar aquí sin que nadie me escuchara. Esto me sería más molesto que lo otro, pues esta casa es también más importante que cualquier otra. Aquí tenemos realmente nuestras grandes riquezas. Aquí están todas nuestras esperanzas. ¿Qué hay aquí que no sea grande e infunda reverencia? Esta mesa es mucho más preciosa y más dulce que las vuestras. Estas lámparas son mejores que las de vuestras casas. Bien lo saben todos aquellos que, ungidos con fe y a debido tiempo con el óleo santo, se vieron libres de sus enfermedades Y esta arqueta es también mejor y más necesaria que las vuestras, pues no guarda vestidos, sino limosnas, aunque pocos son los que aquí guardan su riqueza.

72.- Aquí hay un lecho también mejor que el vuestro, pues no hay descanso comparable al que nos procuran las Escrituras divinas. Y si hubiéramos alcanzado la perfecta concordia, no tendríamos otra casa que ésta. Y que no digo algo extraordinario, atestíguanlo aquellos tres mil y cinco mil creyentes primeros, que sólo tenían una casa, una mesa y un alma; porque la muchedumbre de los creyentes, dice el texto sagrado, tenían un solo corazón y alma sola. Actos 4,32. Mas ya que estamos tan distantes de la virtud de aquellos primeros creyentes y estamos separados viviendo cada uno en su propia casa, por lo menos, cuando aquí nos reunimos, hagámoslo con fervor. Porque si en lo demás somos pobres y miserables, en esto somos ricos. Por eso, aquí siquiera, recibidnos con amor cuando venimos a vosotros. Y cuando yo os digo: La paz sea con vosotros, y vosotros respondéis: Y con tu espíritu, no lo respondáis sólo con la palabra, sino también con el alma; no sólo con la boca, sino también con el corazón.

73.- Ahora bien, si aquí me dices: La paz sea con tu espíritu, y luego fuera me haces la guerra, escupiéndome y maldiciéndome y echándome a tus solas una rociada de improperios, ¿qué linaje de paz es aquélla? Yo, por mi parte, aunque tú mil veces me maldigas, te seguiré dando la paz con limpio corazón y sincera intención y nada malo puedo decir contra ti, porque tengo entrañas de padre. Y si alguna vez te reprendo, es porque estoy solícito por ti. Tú, empero, mordiéndome a escondidas y no queriéndome recibir en la casa del Señor, mucho me temo que acrecientes mi tristeza y desánimo, no porque me hayas insultado ni me hayas echado de tu casa, sino porque has rechazado la paz y te has atraído el castigo terrible con que amenazó el Señor. Yo no me sacudiré el polvo de mis pies; yo no me apartaré de vosotros; mas no por eso deja de seguir en pie su amenaza.

74.- Por mi parte, yo os desearé muchas veces la paz y jamás cesaré de deseárosla. Aun cuando vosotros me recibáis con injurias, yo no sacudiré por ello el polvo de mis pies; no porque no quiera obedecer el mandato del Señor, sino porque es muy vehemente el amor que os tengo. Cierto que tampoco he sufrido grandes trabajos por causa vuestra; no he emprendido un largo viaje; no he venido a vosotros con el atuendo y la pobreza de los apóstoles, sin sandalias y sin otra túnica, y por ello me recrimino ante todo a mí mismo, y tal vez ésa sea la causa por que vosotros abandonáis también vuestro deber. Sin embargo, tampoco basta eso para vuestra defensa. Cierto, mi juicio será más riguroso; pero ello no os procurará a vosotros perdón.

75.- Contraste entre los primeros tiempos y los presentes.
7. Entonces las casas eran iglesias, ahora la iglesia se ha convertido en una casa. Entonces no se oía en la casa una palabra del mundo, ahora no es posible decir en la iglesia una palabra espiritual, pues hasta aquí metéis vuestras preocupaciones de la plaza. Y mientras, Dios os habla; debíais de escucharle en silencio. Y ojalá se tratara por lo menos de vuestros asuntos, pero la verdad es que decís y oís cosas que ni os van ni os vienen. Por esto lloro, por esto no cesaré jamás de llorar. Porque no está en mi mano, no, abandonar esta casa y marcharme a otra. Aquí tengo que permanecer hasta que salga de esta vida. Hacedme, pues, un lugar en vosotros, como os ha mandado Pablo. 2ª Corintios 7,2. No habla allí el Apóstol de una mesa donde haya de admitírsele, sino de la disposición del alma. Esto es también lo que yo busco de vosotros: el amor, la amistad ardiente y sincera.

76.- Mas, si ni aun eso me queréis dar, amaos por lo menos a vosotros mismos y dejad esa flojedad de espíritu que ahora os domina. Para mi consuelo, basta con ver nuestra gloria por haberos hecho mejores. Entonces, yo os daría aún mayores pruebas de amor, aun cuando tanto menos fuera de vosotros amado. A la verdad, muchas son las cosas que mutuamente nos unen: una misma mesa se nos pone a todos delante, un Padre único nos ha engendrado; del mismo seno materno salimos todos; una misma bebida se nos da a todos. O, por mejor decir, no sólo bebemos una sola bebida, sino que la bebemos también de un solo cáliz. El Padre, que quería unirnos a todos en caridad, excogitó, entre tantos otros, este medio de hacernos beber a todos el mismo cáliz. Lo cual es prueba de intenso amor.

77.- ¿Me objetaréis que no estamos nosotros a la altura de los apóstoles? También yo lo confieso y jamás tendré valor para negarlo. No sólo no estamos a su altura, sino que no somos ni la sombra de los apóstoles. Mas esto no os exime a vosotros de cumplir vuestro deber. Por otra parte, ello no debe avergonzaros, sino acrecentar más bien vuestro merecimiento. Porque si con quienes son indignos mostráis tal amor y obediencia, recibiréis luego mayor recompensa. Porque nosotros no os decimos nuestras propias doctrinas, pues tampoco tenemos maestro alguno sobre la tierra. Lo que hemos recibido, eso os damos, y al dároslo no os pedimos otra recompensa sino vuestro amor. Más si aun de esto somos indignos, por lo menos lo mereceremos por el mero hecho de amaros. A la verdad, tenemos mandato de amar no sólo a los que nos aman, sino también a nuestros enemigos.

78.- ¿Quién será, pues, tan inclemente, quién será tan salvaje que, habiendo recibido semejante mandato, rechace y aborrezca a los mismos que le aman, aun cuando estén llenos de infinitos vicios? Hemos participado de la mesa espiritual; participemos también de la espiritual caridad. Los mismos bandoleros, cuando comen el mismo pan, se olvidan de su carácter y costumbres; pues ¿qué excusa tendremos nosotros, que participamos constantemente del cuerpo del Señor y no imitamos ni la mansedumbre de unos bandoleros?

79.- En realidad, no sólo la comunidad de la mesa: el hecho solo de ser una misma ciudad les basta a muchos para hacerse amigos. Nosotros tenemos la misma ciudad, la misma casa, la misma mesa; el camino, la puerta, la raíz, la vida, la cabeza, el pastor, y rey y maestro y juez y creador y Padre, todo, en una palabra, nos es común. ¿Qué perdón, pues, mereceríamos si estuviéramos divididos los unos de los otros?

80.- Por qué DIOS ha dejado ahora de hacer milagros.
¿Es que echáis de menos los milagros que los apóstoles hacían al entrar en casas y ciudades: los leprosos limpios, los demonios expulsados y los muertos resucitados? Más justamente la prueba mayor de vuestra generosidad y de vuestra caridad es que creéis en DIOS sin esos apoyos exteriores. Ésa es, entre otras, la razón por que DIOS ha dejado ahora de hacer milagros. Y he aquí otra: aún sin el don ya de milagros, los que se han visto por DIOS favorecidos con otras ventajas, por ejemplo, la sabiduría de la palabra o la extraordinaria piedad, se llenan de vanagloria, se exaltan y se escinden unos de otros. ¿Adónde llegarían las escisiones si por añadidura tuvieran poder de hacer milagros? Y que no hablo en esto a humo de pajas, atestígüenlo los Corintios, que por ahí justamente vinieron a dar en tantas banderías. No busquéis, pues, milagros, sino la salud de vuestra alma. No busquéis ver a un muerto resucitado, cuando sabéis que el mundo entero ha de resucitar.

81.- No busquéis ver recuperar la vista un ciego; mirad más bien cómo ahora todos han recuperado una vista más clara y más provechosa; y, sobre todo, aprended vosotros mismos a mirar castamente y a corregir vuestros propios ojos. A la verdad, si todos viviéramos como debemos, los gentiles nos admirarían más que los que hacen milagros. Porque, muchas veces, los milagros se pueden atribuir a pura fantasía o llevan consigo alguna otra mala sospecha, aun cuando nada de esto pueda decirse de los nuestros; mas una vida pura no admite sospecha alguna semejante. La verdadera virtud echa una mordaza a todas las bocas.

82.- La virtud, el mayor de los milagros.
8. Cuidemos, por ende, de adquirir la virtud. Ésa es la mejor riqueza. Ése es el mayor de los milagros. Ella es la que nos da la libertad verdadera, la libertad que cabe contemplar aun en la misma esclavitud. La virtud no romperá materialmente las cadenas del esclavo; pero hace que, aun siguiendo esclavo, nos parezca más digno de respeto que el libre, lo que es mayor hazaña que dar la libertad misma. No le hace al pobre materialmente rico; pero sí que, aun siguiendo en su pobreza, sea más rico que el rico. Pero si tantas ganas tienes de hacer milagros, apártate del pecado y has hecho el mayor de los milagros. A la verdad, gran demonio es el pecado, carísimo mío. Si éste expulsas de ti mismo, has hecho hazaña mayor que los que expulsan a una legión de demonios.

83.- Oye cómo habla Pablo y cómo pone la virtud por encima de los milagros: Emulad, dice, los carismas del espíritu. Y aún os quiero mostrar un camino de todo punto excelente. 1ª Corintios 12,31. Y cuando viene a describirnos ese camino, no nos habla ni de resurrección de muertos, ni de curación de leprosos, ni de cosa semejante. En lugar de todo eso, pone el Apóstol la caridad. Oye también lo que dice Cristo: No os alegréis de que se os someten los demonios, sino de que vuestros nombres están escritos en los cielos. San Lucas 10,20. Y antes había dicho: Muchos me dirán en aquel día: ¿No profetizamos en tu nombre y expulsamos a los demonios e hicimos muchos prodigios? Y entonces yo les contestaré: No os conozco. San Mateo 7, 22, 23. Y cuando iba a morir en la cruz, reunido con sus discípulos, les decía: En esto conocerán todos que sois discípulos míos, no en que expulséis demonios, sino en que os améis los unos a los otros. San Juan 13, 35.

84.- Y otra vez: En esto conocerán todos que tú me has enviado, no en que éstos resucitan a los muertos, sino en que sean una sola cosa. San Juan 17,23. Los milagros aprovechan a los otros, pero muchas veces dañan lo mismo al que los hace, pues le llevan a la soberbia y vanagloria o a otros inconvenientes. Nada de eso puede sospecharse de las obras de virtud, que aprovechan al que las practica y a muchos otros con él. Éstas, por ende, son las que hemos de practicar con toda diligencia. Si de tu inhumanidad pasas a ser compasivo y das limosnas, has dado movimiento a tu mano que tenías seca. Si te apartas del teatro para venir a la iglesia, has curado el pie que tenías cojo. Si desvías tus ojos de la mala mujer y de la ajena belleza, los has abierto, ciegos antes, a la luz. Si en lugar de los cantos satánicos aprendes himnos espirituales, has recuperado, mudo antes, el habla. Éstos son los mejores milagros. Éstos sí que son prodigios sorprendentes.

85.- Exhortación final: Hagamos el milagro de la virtud.
Si estos milagros hacemos durante toda nuestra vida, por ellos seremos grandes y admirables, atraeremos a los malos hacia la virtud y gozaremos de la vida venidera. Dicha que a todos os deseo por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

TEOLOGIA 2 - TEMA 22

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A.- Biblia: Protestantismo 2
B.- Teología: Pecados contra el 7º y 10º Mandamiento


A.- Biblia: Protestantismo 2

537. Juan Calvino. Después de Lutero, fue el más tristemente célebre propagador de estas ideas heréticas. Nació en Noyón en 1509, siendo desde muy joven despierto en talento y atrevidas opiniones. Estudiando en Brujas, de Bélgica, ya entabló amistad con algunos seguidores de Lutero; estuvo a punto de ir a la cárcel por sus vicios; huyendo, llevó una vida aventurera por Francia, Suiza e Italia. Después se quedó en Basilea, terminando allí su libro Institución cristiana. Como los protestantes dominaban en Ginebra, se trasladó allí hacia el 1535, donde llegó a su apogeo.

538. Parte de Suiza había sido ya pervertida por Zuinglio, antiguo cura de Ensiedeln y después, predicador en Zurich. Con las libertades que predicaba a los demás, no tuvo inconveniente con casarse con una viuda rica de su país. Suiza se había dividido, y los católicos se habían armado para defender su Fe y libertad, venciendo en la batalla de Cápel, en la que murió Zuinglio. Era el año 1531.

539. Calvino, dominado por su carácter frío, seco e inexorable, extremó las ideas de Lutero hasta negar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; prohibió todo culto exterior y echó por tierra toda jerarquía eclesiástica, imponiendo a sus seguidores la más ciega sumisión. La ciudad de Ginebra sufrió una de las más grandes tiranías; mandó quemar vivo al médico español Miguel Servet, que fue el que descubrió la circulación de la sangre, tan sólo por haber sostenido una opinión contraria a la suya sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Se habían creado cadalsos con la inscripción, para todo el que hable mal de Calvino. Era la inquisición protestante.

540. Murió en 1554 habiendo convertido Ginebra en el centro de sus actividades y extendiéndose por Francia, Holanda y Escocia. Los calvinistas franceses superaron en atrocidades a los de otras zonas: dividieron la patria con guerras espantosas, saquearon unas veinte mil iglesias en unos 40 años, y sólo en el Delfinado dieron muerte a 256 sacerdotes, 112 religiosas e incendiaron 200 poblaciones. Con el Cardenal Richelieu sufrieron el golpe mortal.

541. Enrique 8º, rey de Inglaterra, fue el iniciador oficial en este país de la herejía, con matices y nombre propio. Había estado muy unido a la Iglesia Católica y recibió del Papa León 10º el glorioso título de Defensor de la Fe, por haber escrito un librito contra los errores de Lutero.

542. Poco después, por no controlar una pasión hacia una dama de la corte, con la que quiso casarse, estando ya casado con Catalina de Aragón 24 años antes, se vio arrastrado a la herejía. Pretendió el divorcio, que el Papa no concedió, y se llevó a gran parte de su País fuera de la Iglesia, tomando él el título de Jefe supremo de la Iglesia. Este País, habiendo sido llamado la Isla de los Santos, se vio envuelto en el cisma y después en la herejía protestante, con el nombre de Anglicanismo.

543. Hubo muchos mártires, algunos muy destacados, por no querer someterse a los deseos del rey. También hubo muchas cobardías y traiciones por parte de nobles y prelados. Los santos mártires más destacados fueron San Juan Fisher, obispo virtuoso de Rochester y Santo Tomás Moro, antiguo amigo del rey y gran canciller del Reino, que por oponerse al divorcio y ser fiel a la Iglesia, le mandó al martirio. Ambos fueron canonizados por el Papa Pío 11.

544. El Anglicanismo. Murió el rey en 1547, deshonrado por la relajación y crueldad, después de haber estado con varias mujeres, dejando en el trono a su hijo Eduardo 6º, de 10 años. Los tutores de éste abrieron las puertas a la herejía, declarando la religión oficial al anglicanismo, que no es otra cosa que el calvinismo con restos de catolicismo.

545. Salvo honrosas excepciones, el clero se unió en masa a las nuevas ideas, igual que la nobleza, con el ánimo de conservar sus puestos, riquezas y la vida temporal. La reina legítima María Estuardo se esforzó en restaurar el catolicismo, pero Isabel, hermana de Eduardo por parte del padre, le sucedió, impuso la herejía y mandó cortar la cabeza a María. Desde el siglo 19 se aprecia un acercamiento muy notable, interrumpido después por aceptar en el sacerdocio a mujeres. Es una de las separaciones más absurdas.

B.- Teología: Pecados contra el 7º y 10º Mandamiento.

546. Todos los contrarios al derecho de propiedad o justicia conmutativa, que es lo que a cada uno le corresponde: el hurto, la damnificación injusta, la cooperación a la injusticia, sea de obra o de deseo.

547. El Hurto. Es toda usurpación de los bienes ajenos, apoderarse injustamente de alguna cosa ajena, contra la voluntad razonable de su dueño.

548. Si se hace ocultamente, es robo; si en presencia del dueño y con violencia, se llama rapiña; si es de bienes públicos y por personas que lo manejan, se llama peculado; si es sobre cosas sagradas o en lugar sagrado, se llama sacrilegio; si es con engaño y astucia, se llama fraude. La usura es cuando se exige por el préstamo intereses superiores a lo legal, sin causa alguna que lo justifique.

549. Malicia y gravedad del Hurto. El Hurto, en cualquiera de sus especies, es por su misma naturaleza, pecado grave, por violar la justicia Conmutativa, que obliga gravemente a respetar el derecho ajeno y dar a cada uno lo que es suyo. 1ª Corintios 6,10. Puede ser leve en razón de la materia o falta de advertencia o deliberación. La rapiña y el sacrilegio llevan consigo una malicia especial, y por tanto, casi siempre son pecado doble.

550. La gravedad depende de la cantidad y valor de lo robado, de la condición y necesidades de la persona que roba y robada, del perjuicio y daño que se hace y de las circunstancias del lugar, tiempo y otras.

551. La Damnificación injusta. Es cualquier acción con la que se causa daño al prójimo en sus bienes, sin derecho para ello, o sin que el malhechor obtenga provecho ni ganancia alguna. No lo es si el daño es justo.

552. La Cooperación con la injusticia. Pecan todos los que cooperan o causan esta cooperación.

553. La Injusticia. Es la violación del derecho ajeno, llamada también injuria. Puede ser formal o material, si se hace sabiéndolo o no. Es personal o real, si va contra la persona o contra las cosas. Positiva o negativa, si se hace contra otro, o que se deje de hacer algo a lo que el prójimo tiene derecho. También puede ser grave o leve.

554. La injusticia puede ser contra los bienes corporales e internos; contra los bienes espirituales sobrenaturales, como la Vida de Gracia; contra los bienes espirituales naturales como el honor, la fama, etc.; y contra los bienes materiales o externos, como las riquezas.

555. Causas que pueden excusar. Cuando hay necesidad extrema y la oculta compensación. En tales circunstancias, el apoderarse de lo ajeno, deja de ser hurto, porque en ellas se supone que el dueño no se opone, o no se opone razonablemente. Si se supiera claramente su oposición, sí lo sería.

556. La retención injusta. Va contra la justicia, porque sólo el dueño de una cosa tiene derecho a poseerla, y no pierde su dominio, cualquiera que sean las manos que la posean. Se debe devolver.

557. Con la Virgen, saber apreciar lo que nos dice San Juan de la Cruz, que nadie tiene mayor necesidad que aquellas a las que nos queremos sujetar. La pobreza evangélica de desprendimiento voluntario y amoroso, da mucha paz al alma y nos facilita la verdadera riqueza.

558. Catecismo: 2419 a 2436.

TEOLOGIA 2 - TEMA 23

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A.- Biblia: Reforma Católica
B.- Teología: 7º y 10º MANDAMIENTO

A.- Biblia: Reforma Católica

559. Concilio de Trento. La necesidad de remediar los males que afligían a la Iglesia, y de poner una barrera a las continuas usurpaciones de la herejía, reclamaba la urgencia de un Concilio General.

560. Se retrasó algo, debido a los conflictos en toda Europa. El Papa Pablo 3º lo convocó en 1545 en Trento, y no terminó hasta el 1563, con varias interrupciones por la peste y la guerra. Lo clausuró el Papa Pío 4º. Bajo la presidencia de los Legados Pontificios, acompañados de los embajadores de todas las naciones católicas, destacando la de España por el influjo que en esa época tenía en todo el mundo.

561. Asistieron más de 200 Cardenales, Patriarcas, Arzobispos y Obispos, 39 representantes de Obispos ausentes y 7 Generales de Órdenes Religiosas. Invitaron a los jefes heréticos, con garantía de salvoconducto, pero no asistieron, con lo que se veía una vez más, la mala voluntad.

562. Trabajos. Fueron muchos y profundos. Se aclaró más la Doctrina Católica sobre la Gracia, los Sacramentos, el Purgatorio, las Indulgencias, y en general, todos los Dogmas atacados por la herejía. Se aceptaron varias mejoras y adaptaciones a los momentos de entonces; se publicó el Catecismo de Trento, que ha sido básico para todos los demás; se instituyeron los Seminarios para la formación de los Sacerdotes y la reforma Litúrgica, que es el conjunto de oraciones y ceremonias que la Iglesia prescribe a sus Ministros y a los fieles, para el ejercicio del culto que se tributa a DIOS.

563. La Reforma Católica en España, y por lo tanto, para América. Antes de este Concilio, ya se había iniciado con los Reyes Católicos, de forma especial con la reina Isabel y la tenacidad del Cardenal Cisneros. Se instituyó el tribunal de la Inquisición, tan denigrado por los enemigos de la Iglesia, porque al atacarlo, podían ellos ocultar sus fechorías; este Tribunal frenó su expansión, y fue más benigno que los que ellos establecían en sus zonas; se pudo lograr mayor arraigo en la Fe y la mejora de las costumbres.

564. Gracias a esos Tribunales, se detuvo en España el impulso de la herejía, y se preservó de ella a todas las naciones que nacían para la Iglesia en América y Asia, gracias a la presencia de España. Florecieron los Teólogos insignes, grandes Santos y Misioneros, y en todas las artes, hubo un gran apogeo.

565. Frutos de santidad. El siglo 16 fue el siglo de oro, que dio a la Iglesia una legión de Héroes del espíritu.

566.-San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. San Juan de DIOS, fundador de los Hermanos de su nombre. San Francisco Javier, jesuita apóstol en la India y Japón. San Fco. De Borja, Sto. Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, austero reformador. Santa Teresa de Jesús, insigne doctora de Ávila y reformadora del Carmelo, junto a San Juan de la Cruz que es la cumbre de la mística. San José de Calasanz, fundador de los Escolapios. Santa Ángela de Mérici, fundadora de las Ursulinas. San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán. San Felipe de Neri, fundador de la Congregación del Oratorio. San Cayetano, fundador de los Teatinos. San Jerónimo Emiliano, San Camilo de Lelis, San Pío 5º, que impulsó la victoria sobre los Turcos en el Golfo de Lepanto, al lograr unir las flotas del Vaticano, Venecia y España. San Pascual Bailón, San Roberto Belarmino, martillo de los herejes, san Estanislao y San Juan Bermans.

567. A principios del siglo 17, Santa Juan de Lestonac, fundadora de la Compañía de María. San Vicente de Paúl, apóstol de la Caridad. Santa Luisa de Marillac, fundadora de las Hijas de la Caridad. San Francisco de Sales, Obispo de Ginebra, doctor de la Iglesia, fundador de la Orden de la Visitación, junto a Santa Juana F. de Chantal. San Juan Bautista de Lasalle. San Luis María Griñón de Monfort. San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia y fundador de los Redentoristas y San Pablo de la Cruz, fundador de los Pasionistas.

568. Arzobispo de Lima, San Francisco Solano, evangelizador del Perú y Argentina. Santa Rosa de Lima. Santa Mariana de Jesús, azucena de Quito. San Pedro Claver, protector de los negros. San Martín de Porres y San Juan Macías.

569. Tal ejército de Santos, con todo lo que cada uno llevaba consigo, es alentador, y compensa, frente a las barbaridades de las fuerzas del mal.

570. Frutos protestantes. Con el libre examen o interpretación personal de la Biblia, con el desprecio a la autoridad constituida y sustituida por la que ellos quisieron, dio lugar a multitud de sectas, unidas por su odio a la Iglesia Católica, que provocaron las guerras de religión, que tanto daño hicieron a toda Europa en unos 30 años.

571. Se corrompieron muchas buenas costumbres y abrió paso a la indiferencia y después al materialismo ateo. Estos pasos fueron graduales; el filosofismo y racionalismo, desembocó en la revolución francesa, endiosando a la razón. Se empezó negando a la Iglesia, para negar después a Jesucristo como DIOS, y por el falso endiosamiento de la criatura, se llegó al ateismo organizado, creando en la tierra un ambiente de Infierno y provocando las dos guerras mundiales del siglo 20, con todas las consecuencias terribles.

572. Entre ellos, había mucha gente de buena voluntad, quizá porque no conocieron otra cosa. En deseo, pertenecen a la Iglesia Católica; y tienen muchas cosas buenas, que al final, de una forma o de otra, DIOS les ayudará a conocer la Verdad plena, si se conservan en la buena voluntad.

B.- Teología: 7º y 10º Mandamiento.

573. Hay obligación de reparar la injusticia. La restitución es un acto de justicia conmutativa. En materia de justicia, no basta con confesar el pecado cometido, sino que además, es preciso restituir lo que se posee injustamente, y reparar el daño ocasionado. Al confesar, se satisface a DIOS; al devolver, se satisface al prójimo.

574. Raíces de la Restitución. Son las causas o razones de donde nace la obligación de restituir. 1º, por ser usurpación injusta de lo ajeno. 2º por haber dañado injustamente al prójimo. Y 3º, por haber cooperado injustamente al robo o daño al prójimo.

575. Circunstancias de la restitución. Para hacer la restitución debidamente, hay que atender a las circunstancias que deben acompañarlas, es decir, cuándo hay que restituir; si la misma cosa o su equivalente, teniendo en cuenta las utilidades; quién debe restituir y con qué orden; el autor o autores, los participantes o los cooperadores. En el hurto, quien lo tenga; en el daño, quién lo mandó y después quién lo ejecutó. A quién se debe restituir, al dueño o a quién sufrió el daño; a los familiares o a los pobres. De qué modo: de forma que se repare suficientemente la injusticia. Cuándo hay que restituir: sin demora, lo más pronto posible.

576. Causas que excusan de la Restitución. Las hay temporalmente, y perpetuamente. Cuando hay imposibilidad física, que no se tenga, o se esté en grave necesidad, mientras dura la causa, cuando el dueño perdona libre y espontáneamente o se llega a un arreglo espontáneamente, queda libre.

577. La prescripción, dotada de las debidas condiciones exigidas por la Ley, es cuando se tiene posesión continua y no interrumpida, cierta y no equívoca; dominativa, tranquila y pública, a título de propietario. Y la buena fe que tienen el poseedor de ser suya, con título de propiedad, al menos con apariencias de ser verdadero y el tiempo requerido para la prescripción.

578. Se llama composición a la remisión hecha por el Papa.

579. Y vemos con alegría, lo que Jesús con su presencia hizo en el corazón de Zaqueo, según nos dice San Lucas 19,1-9. Que la Virgen nos ayude a ser desprendidos, por amor.

580. Catecismo 2437 a 2463

TEOLOGIA 2 - TEMA 24

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A.- Biblia: La Inquisición
B.- Teología: Deberes del 8º Mandamiento

A.- Biblia: La Inquisición

581. Finalidad. Para alcanzar y conservar la integridad de la Fe, los Reyes Católicos obtuvieron del Papa la institución del Tribunal de la Inquisición. De hecho, ya funcionaba contra la herejía en la Edad Media, en todos los paises, por la importancia que tenía la unidad religiosa, como base para todas las demás; romper ésta, era el comienzo del desorden y dispersión.

582. En España, por la unidad que siempre hubo con la Iglesia, los Reyes se sentían también responsables de conservar la integridad de la Fe. Se luchó contra los Árabes, contra los Judíos, después contra los Protestantes. Proteger la unidad de la Fe en España, era protegerla también en América, evitando esas rebeliones contra la Iglesia y contra el Papa, que por toda Europa se iban extendiendo. En todos los paises y todos los gobiernos, siempre ha existido, o han creado con distintos nombres, estos Tribunales que defendían su ideología y combatían la contraria. La Inquisición Protestante hizo más barbaridades, que trataron de tapar con las leyendas negras o de otros colores contra todo lo que fuera Católico. Y en los siglos posteriores, con otros nombres, siguen existiendo tribunales parecidos o peores. Por ejemplo, en la cárcel de la Lubianka de Moscú, para torturar a los presos, en el lavado de cerebro, tenían criadero de piojos; al reo lo metían en una especie de ducha o armario de madera, desnudo, y te caía del techo 100 ó 200 piojos, y te dejaban unas cuantas horas en libertad con ellos. Basta leer este libro escrito por un jesuita italiano, testigo de estas “dulzuras”, después de la 2ª guerra mundial, para convencerse.

583. Origen. Exactamente, la Inquisición se fundó en 1231, por el Papa Gregorio 9º, para custodiar la Fe y Costumbres del pueblo fiel.

584. La española, por los reyes Católicos en 1478, y se diferenciaba de la medieval por su estrecha dependencia de los Reyes, y en la perfecta organización de que la dotó desde el principio, su primer inquisidor general, el dominico Fray Tomás de Torquemada. Fue gran instrumento de los gobiernos de esas épocas, para conservar la unidad religiosa, evitando las divisiones de creencias, que entonces provocaban guerras y otras divisiones. Como en todas las cosas humanas, hubo defectos y abusos, pero son muchos más los frutos.

585. Desarrollo. Debido al gran papel que desempeñó en la defensa de la Verdad, todo el poderío español de esa época, y las envidias de los que no pudieron igualarla, se fabricó la Leyenda Negra, que logró desfigurar muchas cosas entre los que no estaban bien preparados; exagerando, calumniando y falsificando datos.

586. Estas historias tendenciosas aún se siguen difundiendo, y hay verdaderas sorpresas en quienes tienen oportunidad de conocer las cosas más ampliamente, y con mayor objetividad. Es precisamente un historiador protestante alemán, E. Schäfer, quien confirma estas cosas, con su estudio desapasionado y objetivo sobre la Inquisición española.

587. Se comprueba que en cuanto a la forma y métodos que se aplicaron, no fueron otros que los empleados por otros tribunales en todas partes. Incluso se sabe que lo que hicieron los protestantes en la Torre de Londres contra los católicos, supera en crueldad a lo que ellos nos acusan. Otro ejemplo: el intento de descuartizar a Tupac Amaru en Perú con cuatro caballos por parte de los españoles, lo hicieron también los indios del Canadá con el misionero francés San Juan de Brevh, pero con cuatro árboles, y esto, después de otras torturas.

588. Resultados de la Inquisición. El 1º y más importante es que en el siglo 16 y siguientes, en España y sus Colonias no entrara el protestantismo y sus consecuencias de divisiones y guerras terribles que hubo en Europa, cortando a tiempo algunos intentos o focos pequeños, manteniéndose así la unidad religiosa.

589. Disminuyó el peligro de los falsos convertidos; el pueblo católico, que solía defenderse por su cuenta, haciendo desaparecer a los que atacaban la Fe, al verse protegido por este Tribunal, quedaba tranquilo. Y eso que el Tribunal actuaba sobre los obstinados. Preservó de la falsa mística y de la brujería que tantos daños y desorientaciones llevaba consigo.

590. La Inquisición ante la Ciencia y la Santidad. Con hechos contundentes fácilmente comprobables, se puede contestar a las falsas afirmaciones de que se persiguió y detuvo el avance de la Ciencia. De la falsa, si; de la verdadera, no. La Universidad de Alcalá, la Biblia Políglota del Cardenal Cisneros, el florecimiento de las Escuelas, Universidades, Hospitales, Catedrales, Escultura, Pintura y demás centros de Evangelización, lo eran también de verdadera cultura, y son testigos todos los pueblos de América, Filipinas y muchas islas de Oceanía, donde se dejó a la Iglesia trabajar.

591. Hoy día, más de la mitad de los Católicos del mundo rezan y hablan con DIOS en español, y estudian e investigan. La verdadera Fe, pide Santidad, que es Perfección en todos los órdenes, y por eso florece enseguida la verdadera ciencia y la cultura en todas sus formas.

592. Se comprueba fácilmente que la Inquisición investigaba ante las acusaciones que le presentaban, para ver qué había de verdad, y qué de falsedad, y la postura del acusado.

593. Un ejemplo de esta buena voluntad lo presenta el caso de las acusaciones contra San Ignacio de Loyola, tres en Alcalá y una en Salamanca; al comprobar su inocencia y rectitud, le pidieron disculpas y dejaron en libertad. O los casos de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, San Juan de Ávila y Santa Teresa de Jesús, al atribuirles cosas que no eran de ellos, o se les interpretaba mal, quedaron en libertad.

594. El caso de Galileo, está bien claro que no comprometía a la Religión ni a la autoridad Papal, que en lo humano, en cosas que no son de Fe o de Costumbres, pueden errar. En este caso, era la idea que se tenía en la época y en todos los Centros de Estudio.

595. Hemos de tener una visión más amplia de las cosas, y no juzgar la Historia con nuestra mentalidad de otra época o con prejuicios ideológicos, porque fácilmente nos equivocamos.

596. Desde muy antiguo, los enemigos de siempre en su lucha contra el Bien, se han esforzado en calumniar, sabiendo que algo quedaba. Y también se observa que los que hablan mal de la Religión, normalmente no viven muy bien, al comparar su conducta con los Mandamientos Divinos.

B.- Teología: Deberes del 8º Mandamiento.

597. No mentir, ni levantar falso testimonio contra el prójimo. Exodo 20,18; Deuteronomio 5,20; Exodo 23,7; Levítico 19,11; San Mateo 19,18.

598. Usar bien las palabras o señales equivalentes a las palabras, con referencia al prójimo, sin hacer con ellas daño ni perjuicio alguno a nuestros semejantes. Ordena, además, hablar siempre con verdad. Lo que se pretende es salvar la fama y el respeto a la Verdad. Dice el Catecismo que no debemos juzgar ligeramente, sin motivo ni fundamento para ello, ni decir ni oír sus defectos.

599. Idea de la Reputación y del Honor. Reputación o Fama es la buena opinión que se tiene de la vida y costumbres de alguna persona.

600. El Honor es una expresión o manifestación externa de la estima en que tenemos a otro, por sus buenas cualidades. La diferencia está en la demostración exterior con que lo manifestamos. Proverbios 22,1; Eclesiastés 7,2.

601. El Secreto.Es el conocimiento de una cosa oculta del prójimo. Subjetivamente considerado, es la obligación de no manifestar los secretos. Objetivamente, es todo aquello que se debe guardar oculto.

602. Hay un secreto natural que consiste en guardar lo que no puede revelarse sin que cause daño a otros: falta oculta que se conoce, etc. El secreto prometido, de no revelar ni manifestar a nadie, después de conocido, asegurando guardarlo. El secreto confiado, cuando uno se ha comprometido no revelar antes de conocerlo, y se confía con esa condición.

603. Grados del secreto confiado. El recomendado, que es lo confiado libremente a un amigo. El consejo privado. El profesional o de oficio, que por su misma profesión, les obliga a no revelar, y por eso la gente acude: jueces, médicos, abogados, etc. El sacramental, lo vemos después.

604. Obligación de ocultar, y violación del secreto. Hay obligación de ocultar la verdad que sea objeto de un secreto, porque cada uno tiene derecho a que no sean manifestados sus secretos. Será pecado más o menos grave, si lo hemos prometido, o nos hemos enterado sin pretenderlo.

605. El secreto epistolar es una modalidad del secreto natural, y por lo tanto, no puede ser violado. Hay algunos casos que por evitar graves daños, y dado que existe la buena voluntad de perfección, se suelen leer; a esas personas encargadas, así como a los censores oficiales de la correspondencia pública en momentos difíciles de un País o de una Comunidad, les obliga también este secreto. Los que se enteran por algún otro medio o modo, deben guardarlo también.

606. El sigilo sacramental. Es el secreto de la Confesión, y es absolutamente inviolable. Obliga gravemente y siempre a cualquiera que oiga algo en la confesión de otro.

607. Este secreto es excepcional, superior a todo secreto humano, y por lo tanto, no se puede revelar jamás por ninguna razón. Está sujeto a otras reglas distintas de los demás secretos, y se debe preferir antes la muerte que violarlo, como ha habido algún caso en la Historia de la Iglesia.
608. Cesación de la obligación del secreto. Por consentimiento razonablemente supuesto de aquel a quien interesa que se guarde el secreto, o si se cuenta con toda seguridad con su aprobación.

609. Cuando se divulga por otros medios, desde ese momento, ha dejado de serlo. También cuando se pudiera seguir grave daño a la sociedad o a los particulares, si se guardara.

610. En cualquiera de los casos, ser prudente y caritativo, y quizá nos quedemos más tranquilos callando y confiando en DIOS. Estas causas por las que cesa el secreto, no valen para el de la Confesión.

611. Tengamos muy presente a la Virgen, y a San José, ante los planes de DIOS en la concepción virginal de Jesús, que nos cuenta San Mateo, y en otros casos, que no entendían, pero que conservaban en su corazón, las cosas buenas, se entiende. En el Evangelio, la Virgen habla algo, unas 7 veces; San José, nada; y no era mudo; pero cumplían muy bien. Que nuestras palabras sean para decir algo mejor que el silencio. Y sepamos vivir esos silencios: externo: de ojos, labios y oídos; y el interno: de corazón e imaginación. Quien sabe guardar ratos de silencio, luego habla mejor.

612.- Catecismo 2464 a 2474.

EN LAS LOMAS DEL POLO NORTE

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A LA LUZ DE MI LINTERNA

POR SEGUNDO LLORENTE, S.J.

En una carta que acababa de recibir del P. Superior se me encargaba hacer las diligencias necesarias para ver de convertir al pueblo de Kotzebue. Había que meter la hoz en mies ajena; o mejor, en mies que, por ser nuestra, peligraba en manos ajenas incapaces de recoger las gavillas para el Reino de los cielos.
Tal vez dando una dentellada fuerte en terreno enemigo y engrosando las filas ya formadas se iniciaría un movimiento en favor de la Iglesia católica y en un día no muy lejano veríamos a Kotzebue convertido, si no en un Noviciado, sí al menos en una parroquia católica de la que nos podríamos gloriar.
Al día siguiente, domingo, faltaron muchos a Misa y apenas tuvimos quorum para la Bendición con el Santísimo al anochecer. Me extrañó un poco el suceso, pues no esperaba tal acontecimiento ya a la entrada del invierno, cuando la gente deja las pesqueras y yacimientos mineros y se recoge a las aldeas a pasar los días crudos del clásico invierno alaskano.
Los médicos conocen la enfermedad poniendo el dedo en la llaga y tornando el pulso al enfermo. Los médicos de las almas, a mi modo de ver, tienen que hacer otro tanto para curarlas, so pena de arriesgar muertes desastrosas que en las almas producen mayor estrago aún que en los cuerpos.
Con estos pensamientos flotando por mi mente, en vez de acostarme, como debiera, por ser ya las diez y media de la noche, me disfracé de salteador de caminos, metí en el bolso la linterna y, por si acaso, debajo del capote oculté un bastón corto y fuerte, y me eché a la calle.
El barro me salpicaba las polainas, y del norte soplaba una brisa con llovizna tan penetrante que volví a casa a echar encima otro capote para evitar resfriados.

Vuelto de nuevo a la calle, apenas había doblado la primera esquina, topé con un grupo de mozos que fumaban junto a la pared y hablaban todos a una y se tambaleaban y reñían. Uno de ellos me vio pasar y gritó con voz cascada y aguardentosa: Ahí va Nelson; ése lleva vino.
Y todos a una, se me vinieron gritando: Nelson, ven acá. ¿A dónde vas? Danos un trago, hombre. Dos de ellos al avanzar hacia mí cayeron redondos en el barro lodoso; los tres restantes lograron tenerse en pie y llegar sanos y salvos a donde yo les esperaba. Al acercarse, despidieron un olor repugnante a vino que apestaba. Tenían los ojos vidriados y la boca abierta por la que se desprendía a intervalos una baba sucia que provocaba náuseas.
¿Vas a bailar? insistían. Aguarda un poco, hombre, y danos un trago, que no estamos borrachos.
Y todos a una, incluso los que aún forcejeaban por levantarse y tenerse en pie, gritaron: ¡Qué vamos a estar borrachos!
Mi silencio los traía a mal traer y uno de ellos aventuró la idea de que yo no era Nelson, sino Kénez; pero la idea no prevaleció y los demás quisieron reforzar su opinión con mi propio testimonio preguntándome bonachonamente: ¿Verdad que no eres Kénez? ¿Verdad que eres Nelson? No hagas caso de éste, que está borracho.
Pero el aludido se ofendió de que le llamaran borracho y la emprendió a puñadas con el grupo. En el aire resonaban palabrotas y rodaban por el barro cuerpos perezosos que me dieron ganas de aplastar con el pie como se aplastan sapos. Los dejé revoleándose en el cieno y avancé calle abajo camino de la taberna.
Antes de llegar oí voces y ruido en una tienda de lona débilmente iluminada, donde vive una familia católica con cinco hijos pequeños. La madre estaba desgreñada, con los ojos hinchados y algunos rasguños menores en las mejillas, borracha hasta los huesos. Los niños habían huido de la quema y se habían guarecido en chozas próximas.
El marido y la mujer habían tenido una riña descomunal, cuando más llenos estaban de aguardiente, y en la refriega cayeron sobre la cama y partieron en dos el catre raquítico donde dormían acurrucados los pequeñuelos.
Ahora él estaba roncando en un rincón y ella contaba la pasada hazaña a un grupo de eskimales borrachos, que se apiñaban junto a un hornillo apagado. Me tuvieron por un borracho más y nadie extrañó lo más mínimo mi presencia; por eso me enteré de cien detalles que luego tengo que explotar en las instrucciones catequísticas.
Seguí calle abajo y topé con tres parásitos que, para estar de pie, se apoyaban en las cabezas como los rifles de los soldados que se apoyan sobre las bayonetas en grupos pequeños, mientras los soldados descansan de la caminata. Como de noche todos los gatos son pardos, me arrimé a ellos lo más posible para conocerlos. Estos me tuvieron por Fred Henry y me invitaron a terminar la botella. Como me negué a ello, el que la tenía en las manos se la ofrecía temblorosamente al de la izquierda y le decía: Acábala, hombre, acábala tú, que luego compramos otra.
Y sin hacerse de rogar, el paisano llevó la botella a los labios y la terminó, haciendo antes unos gorgoritos muy graciosos. Luego se me encararon los tres y quisieron saber por qué no había bebido.
¿Qué tienes hoy, Fred? ¿Por qué no bebes?
Y uno de ellos supuso en voz alta que yo no era Fred, sino algún advenedizo. El Fred que ellos conocían era incapaz de rehusar un trago; de sobra la sabían ellos, aunque estaban borrachos. Los dejé disparatando en plena calle y seguí adelante.
Ya junto a las paredes de la taberna vi venir una mujer, que caminaba como una culebra. No se caía por más que la fallaban las rodillas; pero culebreaba que daba gusto verla. Descubrió un bulto junto a la pared y se acercó a é1; pero el bulto estaba vivo, y la prójima se asustó y dió un salto y volvió atropelladamente hacia las puertas de la taberna.
Entonces me entró a mi curiosidad de saber qué bulto era aquel y me acerqué cautelosamente con la linterna. Sobre el envoltorio de vestidos andrajosos descollaba siniestramente el rostro airado y emborrachado de una mujer muy joven, retrato acabado de la arpía más feroz e iracunda que han inventado los poetas.
¿Quién eres tú, ladrón? me dijo con ojos de fuego. Márchate, canalla, que hoy no estoy para bromas.
Y como yo me mantuviese indeciso, se irguió, sacó las uñas y se echó tras de mí toda furor. La pobre no avanzó mucho. Tropezó, cayó, y allí la dejé barboteando maldiciones. Entonces no pude más y dejé que me corrieran unas lágrimas que me serenaron un poco.
La tal arpía se hizo católica en 1934. Hizo la primera Comunión en la Misa de Gallo, y al día siguiente, Navidad, el P. Menager sacó una fotografía del grupo. Eran ocho. En la foto están todos con las manos juntas y les cruza el pecho una cinta roja con la imagen del Sagrado Corazón.
Nuestra protagonista ostenta una sonrisa candorosa. Si se la sacase del grupo y se la pusiese en cuadro aparte, semejaría una virgencita que caería muy bien en algún altar lateral. En la foto aparece al lado de Enrique. Los dos se cansaron de ser católicos.
Por fin, hará cosa de una semana, se casaron por lo civil.
¡Oh, los misterios de las almas! Al dejarla allí en las tinieblas de la noche sobre el barro, oliendo a vino y aguardiente y echando maldiciones, la foto de su primera Comunión con las manos cruzadas ante el pecho, se apoderó de mí con una fuerza irresistible que me emocionó. Me dieron ganas de... enviar la foto a EL SIGLO DE LAS MISIONES, pero... mejor es no seguir meneándolo.

Por fin llegué a las ventanas iluminadas de la taberna. El tabernero es un católico austríaco que lleva en esta región cuarenta y dos años, uno tras otro. Fue cartero desde Kotzebue hasta Point Barrow, el cabo más norteño de Alaska.
Cuando los aeroplanos contrataron el correo, el austríaco se hizo tabernero y vive escanciando copas en el mostrador a eskimales hambrientos: Por la primera ventana vi cómo bailaban en un salón repleto de humo de pipa maloliente.
Por una puerta abierta, entraban y salían y se metían en la taberna propiamente dicha, donde Pablo vendía botellas de licor. Este Pablo fue considerado aquí hace años como la base, plinto, columna y fundamento de la Iglesia Católica. Tanto, que el Padre Menager le dio el sobrenombre de Vicario general.
Poco a poco el Vicario se hundió hasta los ojos en el negocio del vino, y hoy día vive de eso exclusivamente. Este Vicario me ha venido diciendo por activa y por pasiva que en su casa no se ha emborrachado nadie ni se emborrachará jamás, porque él, católico a machamartillo y con una conciencia de monja, no tolerará jamás semejante cosa. Eso suena muy bien en mi cocina. Anoche era diferente. No se imaginaba el Vicario que yo le estaba viendo por los cristales de su ventana, a las doce de una noche fría y lloviznosa. Y, sin embargo, así era.
El Vicario tenía destapadas varias docenas de botellas de todos los tamaños y colores que tomaban las manos temblorosas de gente muy conocida. Una mujer no podía ya mantenerse en pie y se desplomó sobre un sillón. Un hombre la quería echar del sillón a viva fuerza y los dos rodaron por el suelo, emborrachadísimos.
La hija del Vicario, mi organista, iba de acá para allá, bebiendo aquí, bailando allá y desplomándose más allá.
El hijo del Vicario, monaguillo cuando era pequeño, ayudaba a su padre a descorchar botellas que daba a gente repleta ya de vino.
Por otra ventana observé a los que ya no estaban para fiestas y habían optado por sentarse y adormecerse en una especie de recibidor donde hay un crucifijo y un cuadro muy grande y hermoso del Sagrado Corazón.
El pobre Vicario cayó ignominiosamente del pedestal que él mismo había fabricado en mi cabeza. Le explicaré muy pronto aquello de que nadie puede servir a dos señores, y, puesto en el disparadero, se verá forzado a firmar su propia condenación. El único señor a quien este Vicario ha servido es al mismísimo Satanás en persona.

Dejé las ventanas iluminadas de la taberna y me interné en unas encrucijadas, que hacen varias casas destartaladas, entre las que hay algunas tiendas de lona, donde viven algunas familias hasta que empieza a helar de firme. De una de esas tiendas salían unas carcajadas muy curiosas.
Una vez levantada la caza había que seguirla y metí la linterna por la hendidura que hace de entrada. No me detuve allí mucho.
Sobre una mesa, iluminada por una vela, jugaban a la baraja tres borrachos que braceaban y discutían acaloradamente. En un rincón, arrollados y abrazados y en las posturas más estrafalarias, roncaban unos diez hombres y mujeres, mezclados como si fueran cadáveres tirados allí de algún camión.
A las doce y media el Vicario no se tenía de sueña y cebó afuera a toda la caterva de danzantes y bebedores. Al salir toparon conmigo; me tuvieron por uno de tantos y no se preocuparon lo más mínimo.
Una pareja se rezagó y seguía penosamente a los demás hasta que ella se desplomó. La levantó él lo mejor que pudo y los dos siguieron adelante tambaleándose ridículamente hasta que ella rompió a llorar y a decir entre sollozos las mayores tonterías imaginables.
Llegado que hubieron a una esquina, se arrimaron a la pared y allí quedaron arrimados, ella gimoteando y él diciendo disparates. Abriéndome paso entre rezagados me encaminé a mi casica con el corazón partido de dolor, los pies fríos, los ojos cargados de sueño y todo el cuerpo molido por el cansancio. Eran las doce y media de la noche.

Pero no quise acostarme así sin más ni más. Abrí la puerta que da a la iglesia y me arrodillé ante el sagrario a rezar el «Parce, Domine, purce populo tuo; ne in aeternum irascaris nobis”, (Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo; no estés eternamente enojado).
Este es el paganismo tal cual en si es, sin máscaras ni adobos. Este es el paganismo que campeaba dos mil años ha, cuando Jesucristo nació pobre en Belén. Dos mil años de luz evangélica no han logrado disipar la lobreguez de estas tinieblas espesas que aún envuelven a una porción grande del género humano.
Kotzebue es un foco de paganismo puro y escueto. Todas las ideas que surgen a la mente cuando se oyen las palabras gentilidad, paganismo, infidelidad, pueden verse plasmadas y palparse aquí, en
Kotzebue, con sólo disfrazarse y salir de ronda una noche cualquiera por las callejuelas llenas de barro.
El que crea que ser Misionero es sinónimo de levantar el crucifijo en alto y llevarse de calle los pueblos y ciudades gentiles, se engaña de medio a medio. Eso no lo ha hecho nadie.
Desde el Calvario hasta el Gobierno rojo de Madrid, la empresa misionera ha sido una cadena larguísima formada por eslabones de conquistas, derrotas, más conquistas, nuevas derrotas, triunfos, fracasos, martirios, persecuciones, herejías, victorias parciales y fusión de sangre. No se avanza a paso de gigante, sino a paso de caracol. No se conquistan reinos; se ganan algunas almas dentro de los diversos reinos. Sólo uno de cada cinco en el mundo está bautizado en la Iglesia católica.
Mirado en conjunto, el mundo es aún pagano.
Cuarenta y dos años llevan en Kotzebue los protestantes cuákeros. Miembros de una secta que no tiene Sacramentos, ni siquiera el bautismo, sin sagrario, sin Misa, sin cruz, todos sus razonamientos son fríos.
Quisieron levantar a esta gente al nivel sobrenatural con solos razonamientos y medios humanos de persuasión y prédicas, y fallaron. Tenían que fallar. Al nivel sobrenatural nos eleva la gracia, y ésta nos viene por los Sacramentos de que abominan los cuákeros.
Los eskimales de Kotzebue, sin bautismo, no hallaron ayuda alguna moral en la iglesia cuákera y se desalentaron y cayeron en un abismo tan hondo que sólo una lluvia abundantisima de gracia divina los puede sacar a flote. Y de eso se trata.
Aquí, en medio de ellos, está el que los puede salvar. Aquí está el sagrario, iluminado día y noche por la lámpara litúrgica. Cada vez que me arrodillo ante él en el silencio de la noche, me pasma y abruma la paciencia infinita de Dios, cuya arma no parece ser otra que la mansedumbre del cordero bíblico.
Todo en derredor es embriaguez, lujuria y paganismo; pero no importa; Dios sigue mandando los días y las noches y nos tiene continuamente la bahía repleta de los pescados más variados. Parece no quejarse. Algo así como nuestro oficio fuera el ser malos, y el suyo el ser bueno; y como si ése fuera el contrato.
Sobre mis hombros de carne y hueso gravita la responsabilidad inmensa de traer al redil estas ovejas descarriadas que tienen en sus fauces lobos rapaces. Arrancar la presa, revivida, nutrirla y mantenerla siempre en el rebaño, he ahí, la tarea que me está siempre mirando de cara. ¡Pero qué cuesta arriba es esta tarea!
Hubo aquí una moza que picó en el anzuelo y vino y se instruyó en el catecismo lo suficiente para hacerse merecedora del bautismo. Siendo de todos conocidas sus andanzas y escapadas nocturnas, la puse por nombre Magdalena. Poco después nos hizo la visita oficial el nuevo Obispo de Alaska y, entre los confirmados, puse naturalmente a Magdalena, que recibió la Confirmación con mucha gravedad y devoción.
Una semana más tarde la llevaron a la cárcel territorial de Nome, condenada a tres meses por desórdenes y violencias mientras estaba borracha. ¡Confirmación y cárcel en una semana! Cuando se lo escribí al señor Obispo me contestó que se ha reído media hora de un tirón y luego a ratos entre día.
No; aquí, en las lomas del Polo Norte, no se llevan de calle pueblos y muchedumbres. Hoy se convierte uno y mañana sale otro del redil. Más tarde se convierten dos, de los cuales uno viene a la iglesia de Pascuas a Reyes, y así sucesivamente.
¿Cómo hago para atraerlos? le pregunté al señor Obispo.
Echando raíces arrodillado ante el altar y presentando con toda sencillez y claridad la verdad evangélica a los que no rechacen la invitación.
Esta respuesta es el programa.

A propósito de cañones, el señor Obispo, mi antiguo Provincial, estuvo conmigo seis días. Le obligué a dormir en mi cama y yo me acomodé sobre unos bancos. Mientras yo guisaba y cocinaba, él me contaba historias y los dos nos reíamos beatíficamente.
Al terminar las comidas, yo lavaba en agua hirviendo los platos, y él los secaba con unos trapos bastante blancos, que yo había guardado en el desván para algún por si acaso.
Me alabó mucho mis habilidades culinarias en general y lo bien que preparaba el salmón en particular. Le dije que una trucha daba cien vueltas al salmón rey más dorado.
Al día siguiente nos regalaron una trucha de siete libras, y a los dos se nos empezó a hacer la boca agua. Pronto la corté y puse en orden las rajas, pero decidimos dejarla para darnos con ella la gran cena.
A eso de las seis, cuando ya estaba yo encendiendo la lumbre y preparando la sartén, viene zumbando el aeroplano, y el piloto nos avisa que su Señoría Ilustrísima tiene quince minutos para preparar las maletas. ¡Toda la trucha para mi! Ya camino del aeroplano, me decía en voz baja el señor Obispo:
Siento más perder esa trucha que Boabdil la pérdida de Granada.
¡,Dónde oyó Su Ilustrísima hablar de Boabdil? le pregunté con unos ojos enormes.
Y él me respondió:
Antes de que usted naciera ya había leído yo en Wáshington Irvin los Cuentos de la Alhambra.

¿COMO HONRAR A MARIA?

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(Continuación)
de Mons. Tihamet Toth.
Segunda parte del libro El Mesías.
Resumen y actualización.

449.- También al llamarle primogénito de María, san Mateo 1,25 y San Lucas 2,17, de dónde deducen que tuvo otros hijos. Conociendo bien el lenguaje de la Sagrada Escritura sabe que suele llamar primogénito al primer hijo, aunque no hayan tenido después otros; más todavía: San Pablo llama a Jesucristo Primogénito del Padre, Hebreos 1,6.- Además, si Jesucristo hubiera tenido hermanos carnales, hijos de María, ¿quién podría comprender entonces la escena delicada en que el Crucificado deja confiada su Madre a los cuidados de San Juan? Si María hubiera tenido otros hijos, ¿por qué dejarlas en manos de un extraño?

450.- La Virgen María no tuvo más que un Hijo, un Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo.- Todos los demás fieles creyentes, lo somos en el orden de la Gracia, espirituales. Por este Hijo único honramos a María. Todos los homenajes, todo el gozo purísimo, todo el culto con que los pueblos católicos honran hace miles de años a María brotan de este hecho: Ella nos dio a Cristo. Y Cristo nos la dio en San Juan a todos los creyentes; así lo quiso DIOS; y que se preparen los que no quieren creerlo. Y nosotros no tememos lo que farisaicamente parece temen algunos, es a saber: no tememos que el culto de María, hiperdulía, veneración especial; a San José, protodulía, veneración singular, el primero entre iguales; y dulía, veneración de forma general a los Ángeles y Santos, desvíe nuestras almas de Jesucristo, a quien damos culto de latría, adoración, sólo a DIOS, a la Eucaristía y a la Santa Cruz.- No es ninguna muralla ni obstáculo entre nosotros y DIOS, sino por el contrario, es nuestro acicate y nos prepara para ir mejor hacia DIOS. El quiso venir a la tierra por María, pudiendo hacerlo de otras formas; y quiere que nosotros vayamos al Cielo por María, como camino más seguro.

451.- Cristo y María. El culto a María ¿es un obstáculo en el camino que nos conduce a Cristo? Sería realmente obstáculo si fuera verdad la calumnia tan cacareada, la falsedad que nunca podemos refutar bastante: que nosotros adoramos a la Virgen María. A veces se agota toda nuestra fuerza de convicción frente a tal modo de pensar erróneo y obstinado; en vano aducimos pruebas, el final siempre resulta el mismo: vosotros adoráis a María. Y es que a una mente cerrada y a un corazón obstinado, no valen razones; hay que rezar, sufrir, esperar; de todas formas, cuando se mueran, ya lo verán. Los ateos son ciegos en el espíritu; los herejes en toda su diversidad, son tuertos, ven la mitad y a veces menos. Ya hemos dicho antes que la veneramos de forma especial, no la adoramos.

452.- ¿Y por qué rezáis tantas oraciones, dicen otros? ¿Cuántos santuarios, letanías, imágenes? Porque queremos, les podemos decir; porque queremos lo mejor para nuestra Madre, y nadie nos lo puede impedir. Y el mismo Jesús, que aún no quería hacer milagros por no haber llegado su hora, la Virgen adelantó la hora de Jesús en las bodas de Caná; y Jesús, contento de que su Madre le tuviera esa confianza, inspirada por El mismo. Y si quieren poner un poco de atención a las oraciones y letanías, o ir a los lugares de peregrinación, verán que no la adoramos, sino que le pedimos interceda por nosotros: Santa María, Madre de DIOS, ruega por nosotros. Y en otro momento: Ruega por nosotros Santa Madre de DIOS, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. De modo que: ruega por nosotros.

453.- Y en las Letanías, siempre decimos: ruega por nosotros. Nos fijamos en la marcada diferencia que hace nuestra religión sacrosanta entre la adoración de DIOS y el culto a María. En los comienzos de las Letanías, decimos: DIOS Padre Celestial, ten piedad de nosotros. Si, esto es adoración. DIOS Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros. También esto es adoración. DIOS Espíritu Santo, ten piedad o misericordia de nosotros. También esto es adoración. Esta es una voz que adora. Pero seguimos después: Santa María... ¿Y qué decimos? Ruega por nosotros. Y así en todas las que van dirigidas a la Virgen y a los Santos: ruega por nosotros. Esto no es adoración; es intercesión. Y se termina con el Cordero de DIOS, que quitas los pecados del mundo. Ten piedad de nosotros.

454.- ¿Por qué rezáis el Ave María? Porque la rezó el Arcángel Gabriel, que fue enviado por DIOS, y Santa Isabel; lo cuenta San Lucas 1.- No sirve de obstáculo en el camino hacia DIOS, sino que lo facilita; como tampoco lo fue para DIOS al venir a la tierra por medio de Ella, pidiéndole permiso para encarnarse y esperar la respuesta del Hágase. Y si en la Sagrada Escritura, escrita por inspiración del Espíritu Santo, hay una profecía, según la cual a María la llamarán Bienaventurada todas las generaciones, San Lucas 1,48, entonces obran muy bien los que trabajan por la realización de esta profecía y llaman Bienaventurada a la Virgen María.

Annus Sacerdotalis

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Continuación

15.- El Cura de Ars consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: Deus caritas est (1 Jn 4, 8). Con la Palabra y con los Sacramentos de su Jesús, Juan María Vianney edificaba a su pueblo, aunque a veces se agitaba interiormente porque no se sentía a la altura, hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial para el que se sentía indigno. Sin embargo, con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas. Se entregaba totalmente a su propia vocación y misión con una ascesis severa: «La mayor desgracia para nosotros los párrocos –deploraba el Santo– es que el alma se endurezca»; con esto se refería al peligro de que el pastor se acostumbre al estado de pecado o indiferencia en que viven muchas de sus ovejas30. Dominaba su cuerpo con vigilias y ayunos para evitar que opusiera resistencia a su alma sacerdotal. Y se mortificaba voluntariamente en favor de las almas que le habían sido confiadas y para unirse a la expiación de tantos pecados oídos en confesión. A un hermano sacerdote, le explicaba: «Le diré cuál es mi receta: doy a los pecadores una penitencia pequeña y el resto lo hago yo por ellos»31. Más allá de las penitencias concretas que el Cura de Ars hacía, el núcleo de su enseñanza sigue siendo en cualquier caso válido para todos: las almas cuestan la sangre de Cristo y el sacerdote no puede dedicarse a su salvación sin participar personalmente en el «alto precio» de la redención.

16.- En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio»32. Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: «¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?»33. Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el «nuevo estilo de vida» que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo34.

17.- La identificación sin reservas con este «nuevo estilo de vida» caracterizó la dedicación al ministerio del Cura de Ars. El Papa Juan XXIII en la Carta encíclica Sacerdotii nostri primordia, publicada en 1959, en el primer centenario de la muerte de san Juan María Vianney, presentaba su fisonomía ascética refiriéndose particularmente a los tres consejos evangélicos, considerados como necesarios también para los presbíteros: «Y, si para alcanzar esta santidad de vida, no se impone al sacerdote, en virtud del estado clerical, la práctica de los consejos evangélicos, ciertamente que a él, y a todos los discípulos del Señor, se le presenta como el camino real de la santificación cristiana»35. El Cura de Ars supo vivir los «consejos evangélicos» de acuerdo a su condición de presbítero. En efecto, su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la Providence36, sus familias más necesitadas. Por eso «era rico para dar a los otros y era muy pobre para sí mismo»37. Y explicaba: «Mi secreto es simple: dar todo y no conservar nada»38. Cuando se encontraba con las manos vacías, decía contento a los pobres que le pedían: «Hoy soy pobre como vosotros, soy uno de vosotros»39. Así, al final de su vida, pudo decir con absoluta serenidad: «No tengo nada… Ahora el buen Dios me puede llamar cuando quiera»40. También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles. Decían de él que «la castidad brillaba en su mirada», y los fieles se daban cuenta cuando clavaba la mirada en el sagrario con los ojos de un enamorado41. También la obediencia de san Juan María Vianney quedó plasmada totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio. Se sabe cuánto le atormentaba no sentirse idóneo para el ministerio parroquial y su deseo de retirarse «a llorar su pobre vida, en soledad»42. Sólo la obediencia y la pasión por las almas conseguían convencerlo para seguir en su puesto. A los fieles y a sí mismo explicaba: «No hay dos maneras buenas de servir a Dios. Hay una sola: servirlo como Él quiere ser servido»43. Consideraba que la regla de oro para una vida obediente era: «Hacer sólo aquello que puede ser ofrecido al buen Dios»

18.- En el contexto de la espiritualidad apoyada en la práctica de los consejos evangélicos, me complace invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente. «El Espíritu es multiforme en sus dones… Él sopla donde quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca antes imaginadas… Él quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único Cuerpo»45. A este propósito vale la indicación del Decreto Presbyterorum ordinis: «Examinando los espíritus para ver si son de Dios, [los presbíteros] han de descubrir mediante el sentido de la fe los múltiples carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos, reconocerlos con alegría y fomentarlos con empeño»46. Dichos dones, que llevan a muchos a una vida espiritual más elevada, pueden hacer bien no sólo a los fieles laicos sino también a los ministros mismos. La comunión entre ministros ordenados y carismas «puede impulsar un renovado compromiso de la Iglesia en el anuncio y en el testimonio del Evangelio de la esperanza y de la caridad en todos los rincones del mundo»47.

Quisiera añadir además, en línea con la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis del Papa Juan Pablo II, que el ministerio ordenado tiene una radical forma comunitaria y sólo puede ser desempeñado en la comunión de los presbíteros con su Obispo 48. Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva 49. Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio.

caratula

jueves, 26 de noviembre de 2009

FELIZ 72 AÑOS !!!

Este 29 de noviembre el Padre Juan Alvarez cumple 72 años,
por lo que damos gracias a Dios.
La mayoria de nuestros amigos conocen la labor que realiza el Padre Juan, misionero español, fundador de nuestra Asociación que inició pensando en todos aquellos jóvenes que merecen algo mejor y que esperan darse en una vocación de laicos consagrados.
De la mano de nuestra Madre, hemos caminado juntos todos estos años, acercando a Dios a las personas que concurren a nuestras actividades, ya sea en un retiro, en ejercicios espirituales, en campamentos, convivencias o salidas deportivas, o en los círculos teológicos.
Tenemos mucho que agradecer. De todo corazón, muchisimas gracias por la enseñanza, la guía y sobre todo la perseverancia que inculca en nuestros corazones para no desanimarnos del camino que Dios ha escogido para nosotros.

HOMILIA 32

miércoles, 18 de noviembre de 2009
Al partir Jesús de allí, le fueron siguiendo dos ciegos, que gritaban y decían: Compadécete de nosotros, hijo de David. Y cuando hubo Él llegado a casa, se le acercaron los dos ciegos, y Jesús les dijo: ¿Creéis que yo puedo hacer eso? Le respondieron: Sí, Señor. Entonces tocó los ojos de ellos diciendo: Conforme a vuestra fe, así os suceda. Y se les abrieron los ojos. San Mateo 9,27; 10,1.

34.- Se pondera la fe de los dos ciegos.
1. ¿Por qué razón arrastra el Señor en pos de sí a estos ciegos gritando? Porque quiere una vez más enseñarnos a rechazar la gloria del vulgo. Porque, como quiera que la casa estaba próxima, allí los lleva el Señor para curarlos secretamente. No es pequeña acusación contra los judíos el hecho de que estos ciegos, sin ojos, por sólo el oído, reciban la fe; mientras aquéllos, que contemplaban los milagros de Jesús y tenían por testigos de sus hechos no menos que a sus propios ojos, hacían todo lo contrario. Pero mirad también el fervor de estos ciegos, que se echa de ver no sólo por sus gritos, sino por la misma súplica que le dirigen al Señor. Porque no fue sólo acercarse a Él: se le acercaron entre grandes gritos y ninguna otra palabra pronuncian sino: Compadécete.

35.- Y le llamaban hijo de David, pues les parecía un título de honor. Y es así que aun los profetas llamaban también así a los reyes que querían honrar y presentar como grandes. Isaías 7,13; 38,5. Una vez, pues, que los hubo llevado a su casa, les dirige el Señor una segunda pregunta. Muchas veces, en efecto, quería el Señor ser rogado para curar, y esto por muchas razones: Primero, por que no se pensase que se precipitaba Él a obrar estos milagros por pura vanagloria. Luego, porque quería se viera que quienes le rogaban merecían la curación. Y otra razón: por que no se dijera que, pues curaba por pura compasión, tenía que curar a todo el mundo. No; también su misma compasión tenía alguna cuenta con la fe de los curados.

36.- Aparte esas razones, aquí exige el Señor fe a estos ciegos, porque, ya que le habían llamado hijo de David, quiere levantarlos a más alto pensamiento y enseñarles qué es lo que realmente deben imaginarse de Él. Y así les dice: ¿Creéis que puedo yo hacer eso? No les dijo: “¿Creéis que puedo pedirlo a mi Padre, creéis que lo puedo alcanzar por la oración?” No. ¿Creéis, les dice, que puedo yo hacer eso? ¿Y qué responden ellos? Sí, Señor. Ya no le llaman hijo de David; ya remontan más el vuelo y confiesan su soberanía. Y entonces fue cuando el Señor les impuso su mano, diciendo: Conforme a vuestra fe, así os suceda. Y así lo hace el Señor, primero para fortificar la misma fe de los ciegos; luego, para hacer ver que también ellos habían tenido alguna parte en la obra y, en fin, para atestiguar que sus palabras no habían nacido de adulación. No dijo: “Queden abiertos vuestros ojos”, sino: Conforme a vuestra fe, así os suceda.

37.- Es lo que dice a muchos de los que a Él acuden, pues tiene el Señor interés, antes de curar sus cuerpos, en proclamar la fe de sus almas, con lo que a ellos los hacía más gloriosos y acrecentaba el fervor de los otros. Así lo hizo también con el paralítico, pues antes de fortalecer su cuerpo, levantó su alma, que yacía en el suelo, diciéndole: Ten buen ánimo, hijo. Que tus pecados te sean perdonados. Y a la niña de doce años, después de resucitarla, la tomó de la mano y, por la orden que dio que se le diera de comer, le hizo ver que Él era su bienhechor. Y lo mismo con el centurión, a cuya fe atribuyó el Señor todo el milagro. Y cuando a sus discípulos los libró de la tormenta del mar, antes quiso librarlos de su poca fe. Así puntualmente procede con estos ciegos. Antes de que ellos hablaran, sabía Él muy bien los secretos de su alma; sin embargo, por que todos los pudieran imitar, Él los descubre delante de todos y por su definitiva curación proclama su oculta fe.

38.- Después de la curación, mandóles el Señor que a nadie dijeran nada, y no se lo mandó como quiera, sino con extraordinaria vehemencia. Jesús, dice el evangelista, les intimó diciendo: ¡Cuidado con que nadie lo sepa! Más ellos, apenas salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra. Es que no se pudieron contener, y se convirtieron en heraldos y evangelistas del Señor. Cierto que éste les había mandado que guardaran secreto sobre el milagro, pero ellos no pudieron contenerse. Ahora bien, si vemos que en otra ocasión dice el Señor: Anda y publica la gloria de Dios, San Lucas 8,39, no hay en ello contradicción con su conducta con estos ciegos, sino que más bien hay perfecta armonía. Porque lo que Él nos quiere enseñar es que jamás hablemos de nosotros mismos ni consintamos que otros nos elogien; mas, si la gloria ha de referirse a DIOS, no sólo no hemos de impedirlo, sino que podemos mandarlo.

39.- Curación de un mudo.-
Apenas hubieron salido los dos ciegos, le presentaron un hombre mudo poseído del demonio. No se trataba, en efecto, de una enfermedad natural, sino de una insidia del demonio. De ahí la necesidad de que otros le llevaran ante el Señor. Por si mismo no podía presentar su súplica, pues estaba mudo; y a los otros tampoco podía rogarles, pues el demonio había trabado su lengua, y juntamente con su lengua le tenía también atada el alma. Por esta razón, tampoco el Señor le exige fe, sino que le cura inmediatamente de su enfermedad. Y, en efecto, expulsado el demonio, dice el evangelista, habló el mudo. Y las muchedumbres se maravillaban, diciendo: Jamás se vio cosa semejante en Israel. Era lo que señaladamente molestaba a los fariseos: que le tuvieran por superior a todos, no sólo de cuantos entonces existían, sino de cuantos jamás habían existido. Y por tal le tenían las muchedumbres al Señor, no sólo porque curaba, sino porque lo hacía con tanta facilidad y en un momento, y curaba enfermedades innumerables, y hasta las que se tenían por incurables. Así hablaba el pueblo.

40.- Los fariseos se contradicen a sí mismos.-
2. Todo lo contrario los fariseos. No sólo hablaban mal del milagro, sino que no tienen rubor de contradecirse a sí mismos. Tal es por naturaleza la maldad. ¿Qué es, efectivamente, lo que dicen? Por virtud del príncipe de los demonios arroja éste los demonios. ¡Qué enorme insensatez! Si algo hay imposible de todo punto, como más adelante les dice el Señor mismo, es que el demonio expulse a los demonios. El demonio lo que quiere es mantener su imperio, no destruirlo. El Señor, empero, no sólo arrojó a los demonios, sino que limpió leprosos, resucitó muertos, sofrenó el mar, perdonó pecados, predicó el reino de los cielos y llevó las almas al Padre.
Cosas todas que jamás querría ni aun podría hacer el demonio. La obra de los demonios es llevar a los hombres ante los ídolos, apartarlos de DIOS y arrebatarles la fe en la vida venidera.

41.- El demonio, insultado, no devuelve un beneficio por el insulto; más bien, sin que se le insulte, a los mismos que le sirven y le honran, trata él de hacerles daño. Todo lo contrario del Señor. Después de estos insultos e injurias: Iba recorriendo, dice el evangelista, todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, y predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda flaqueza.

42.- Cómo hay que responder a las calumnias.-
Y no sólo no castigó a aquellos estúpidos, más ni siquiera les reprendió, primero para dar una prueba más de mansedumbre y confundir así aquella misma calumnia, y luego, porque quería demostrarles más ampliamente su misión por los milagros que habían de seguir y presentarles también entonces la demostración por sus palabras. Iba, pues, el Señor recorriendo sus ciudades y sus pueblos y predicando en sus sinagogas, con lo que nos enseña cómo hemos de responder a las calumnias e injurias no con otras injurias y calumnias, sino con mayores beneficios. Y es así que, si hacemos favores a quienes son, como nosotros, servidores de DIOS, no con miras humanas, sino puramente por DIOS, hagan ellos lo que hagan, nosotros no hemos de dejar de hacerles el favor, pues así será mayor nuestra recompensa.

43.- Porque el que después de recibir una injuria cesa ya de hacer beneficios, da con ello prueba de que practicaba esa virtud no por DIOS, sino por alabanza de los hombres. De ahí que Cristo, para enseñarnos que Él hacía sus beneficios por sola bondad suya, no esperó a que los enfermos acudieran a Él, sino que Él mismo se apresuraba a ir a ellos, llevándoles a par dos bienes máximos: uno, el evangelio del reino de los cielos; otro, la curación de todas sus enfermedades. No desdeñó una ciudad, no pasó por alto una aldea; a todo lugar acudía el Señor.

44.- La mies es mucha, los obreros pocos.
Mas no para aquí el Señor, sino que da pruebas de una nueva solicitud. Porque viendo, dice el evangelista, a las muchedumbres, tuvo lástima de ellas, pues se hallaban fatigadas y tendidas, como ovejas sin pastor, dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. Mirad una vez más cuán ajeno es el Señor a la vanagloria, pues para no atraerlos Él a todos en pos de sí, envió a sus discípulos. Aunque no es ésa la única razón por que los envía. Él quiere que se ejerciten en la Palestina, como en una palestra, y así se preparen para sus combates por todo lo ancho de la tierra. De ahí que cada vez les va ofreciendo más ancho campo a sus combates, en cuanto su virtud lo permitía, con el fin de que luego que se les hicieran más fáciles los que les esperaban.

45.- Era como sacar los polluelos aún tiernos para ejercitarlos en el vuelo. Y por de pronto los constituye médicos de los cuerpos, y más adelante les confiará también la curación, más importante, de las almas. Y considerad cómo les presenta su misión a par fácil y necesaria. Porque, ¿qué es lo que dice? La mies es mucha, pero los obreros pocos. No os envío, parece decirles, a sembrar, sino a segar. Algo así les había dicho en Juan: Otros han trabajado, y vosotros habéis entrado en su trabajo. San Juan 4,38. Ahora bien, al hablarles así, quería el Señor reprimir su orgullo a par que infundirles confianza, pues les hacía ver que el trabajo mayor estaba ya hecho.

46.- Pero mirad también aquí cómo el Señor empieza por su propio amor y no por recompensa de ninguna clase: Porque se compadeció de las muchedumbres, que estaban fatigadas y tendidas, como ovejas sin pastor. Con estas palabras apuntaba a los príncipes de los judíos; pues, habiendo de ser pastores, se mostraban lobos. Porque no sólo no corregían a la muchedumbre, sino que ellos eran el mayor obstáculo a su adelantamiento. Y era así que cuando el pueblo se maravillaba y decía: Jamás se ha visto cosa igual en Israel, ellos decían lo contrario y replicaban: En virtud del príncipe de los demonios, expulsa éste a los demonios. Más ¿a quiénes designa aquí el Señor como trabajadores? Indudablemente, a sus doce discípulos. Ahora bien, después de decir que los obreros eran pocos, ¿añadió alguno más? De ninguna manera.

47.- Lo que hizo fue enviarlos a trabajar. ¿Por qué, pues, decía: Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, y Él no les envió ninguno? Porque, aun siendo sólo doce, Él los multiplicó más adelante, no por su número, sino por la virtud de que les hizo gracia.

48.- Jesús, dueño de la mies.-
3. Luego, para mostrarles cuán grande era la dádiva que les hacía: Rogad, les dice, al Señor de la mies. Con lo que, veladamente, manifiesta ser Él quien poseía aquel dominio. En efecto, apenas les hubo dicho: Rogad al Señor de la mies, sin que ellos le hubieran rogado nada, sin que hubiera precedido una oración de su parte, Él los escoge inmediatamente, a par que les recuerda las expresiones mismas de Juan sobre la era y el bieldo, la paja y el trigo. Por donde se ve claro ser Él el labrador, Él el amo de la mies, Él el dueño soberano de los profetas. Porque si ahora mandaba a segar a sus discípulos, claro está que no los mandaba a campo ajeno, sino a lo que Él mismo había sembrado por medio de los profetas.

49.- La misión de los Apóstoles.-
Mas no se contenta el Señor con animar a sus discípulos por el hecho de llamar cosecha a su ministerio, sino haciéndolos aptos para ese mismo ministerio. Y así, llamando a sí, dice el evangelista, a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus para que los arrojaran, y curar toda enfermedad y toda flaqueza. Y, sin embargo, todavía no había sido dado el Espíritu Santo: Todavía no había, dice Juan 7,39, Espíritu Santo, por que Jesús no había sido aún glorificado. ¿Cómo expulsaban, pues, los apóstoles a los espíritus? Por el mandato y la autoridad del Señor. Mas considerad ahora, os ruego, la oportunidad del momento de su misión. Porque no los envió desde el principio, no.
50.- Cuando ya habían por bastante tiempo gozado de su compañía, cuando habían ya visto resucitado a un muerto, apaciguado por su intimación el mar, arrojados los demonios, curado un paralítico y perdonados sus pecados; cuando ya el poder del Señor estaba suficientemente demostrado por obras y palabras, entonces es cuando Él los envía. Y, aun entonces, no a misiones peligrosas, pues por de pronto ningún peligro les amenazaba en Palestina. Sólo la maledicencia tendrían desde luego que afrontar. Y aun así, ya de antemano les habla de peligros, preparándolos antes de tiempo para el combate y aprestándolos para él con la constante alusión a los peligros que les esperaban.

51.- La lista de los Apóstoles.-
Hasta ahora, sólo dos parejas de apóstoles nos ha nombrado el evangelista, la de Pedro y Andrés y la de Santiago y Juan. Luego nos contó Mateo su propio llamamiento, pero nada nos ha dicho aún de la vocación y nombre de los otros apóstoles. De ahí que tenía forzosamente que traernos aquí la lista de ellos y decirnos sus nombres, como lo hacen seguidamente: Los nombres de los doce apóstoles son éstos: el primero Simón, por sobrenombre Pedro... Porque había otro Simón, llamado el Cananeo: como había dos Judas: Judas Iscariote y Judas el de Santiago; y dos Santiagos: Santiago hijo de Alfeo y Santiago hijo de Zebedeo. Ahora bien, Marcos 3,16, los pone por orden de dignidad, y sólo después de nombrar a los dos corifeos cuenta también a Andrés. No así Mateo, sino de modo diferente. Más aún: a Tomás mismo, que sin duda le era inferior, Mateo le pone antes que a sí mismo. Pero volvamos otra vez a su lista: El primero Simón, por sobrenombre Pedro, y Andrés, su hermano.

52.- No les tributa el evangelista pequeño elogio, pues al uno le alaba por su firmeza de roca y al otro por lo noble de su carácter. Luego Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, su hermano. ¿Veis cómo no los pone según si dignidad? Porque, a mi parecer, Juan no sólo es superior a todos los demás, sino a su mismo hermano. Luego, nombrado Felipe y Bartolomé, pasa a Tomás y Mateo, el publicano. No procede así Lucas, sino que, por lo contrario, antepone Mateo a Tomás. Luego viene Santiago, el hijo de Alfeo; pues, como hemos ya dicho, había oro Santiago, el hijo de Zebedeo.

53.- Luego, nombrados por otro nombre, Tadeo y Simón el Celotes, a quien llama también Cananeo, llega al traidor. Pero habla de él no como enemigo a quien hace la guerra, sino con la diferencia de quien escribe la historia. No dijo: “Judas, el abominable entre todo lo abominable”, sino que le calificó sencillamente por el nombre de su ciudad, llamándole Judas el Iscariote. Había, efectivamente, otro Judas, por sobrenombre Tadeo, que Lucas 6,16 hace hijo de Santiago, diciendo: Judas de Santiago. Para distinguir, pues, de éste al traidor, dice Mateo: Judas el Iscariote, que fue también el que le traicionó. De este modo, los evangelistas no ocultan jamás nada ni aun de lo que parece ser ignominioso. Así, el que figura primero y es el corifeo de todo el coro de los apóstoles, es un hombre sin letras e ignorante.

54.- A quién envió Jesús sus Apóstoles.-
Mas veamos ya a dónde y a quiénes envía Jesús sus apóstoles. A estos doce, dice el evangelista, los envió Jesús. ¿Quiénes son éstos? Unos pescadores y publicanos. Cuatro, en efecto, de ellos eran pescadores; dos publicanos: Mateo y Santiago; y uno, hasta traidor. ¿Y qué es lo que les dice? Inmediatamente les dio órdenes, diciendo: No vayáis por camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos. Marchad más bien a las ovejas que se han perdido de la casa de Israel. No penséis, no, les viene a decir el Señor, que, porque me injurian y me llaman endemoniado, yo los aborrezco y los aparto de mí. Justamente a ellos tengo interés y empeño en curarlos primero, y, apartándoos a vosotros de los demás, os envío a ellos como maestros y médicos. Y no sólo os prohíbo que prediquéis a otros antes que a éstos, sino que no os consiento que toquéis en los caminos que llevan a la gentilidad ni que entréis en ciudad alguna de samaritanos.

55.- 4. Realmente, los samaritanos eran enemigos de los judíos; sin embargo, la misión hubiera resultado más fácil con ellos, que estaban mucho más dispuestos para recibir la Fe. La misión entre los judíos era más difícil; y, sin embargo, el Señor los envía al campo difícil, primero para mostrar su solicitud por los judíos y taparles juntamente la boca. De este modo abría el camino a la enseñanza de los apóstoles, a fin de que no los acusaran de que habían entrado en casa de asirios incircuncisos, con lo que tendrían una causa aparentemente justa para huir de ellos y rechazarlos. Por otra parte, llámalos el Señor ovejas perdidas, no que ellas de suyo se hubieran escapado; con lo que por todas partes les ofrece el perdón y trata de atraérselos a sí.

56.- Poderes y consejos a sus Apóstoles.
Marchad, pues, les dice, y pregonad que el reino de los cielos está cerca. Mirad la grandeza del ministerio, mirad la dignidad de los apóstoles No se les manda que hablen de cosas sensibles, ni como hablaron antaño Moisés y los profetas. Su predicación había de ser nueva y sorprendente. Moisés y los profetas predicaban de la tierra y de los bienes de la tierra; los apóstoles, del Reino de los cielos y de cuanto a él atañe. Más no sólo por este respecto son los apóstoles superiores a Moisés y a los profetas, sino también por su obediencia. Ellos no se arredran de su misión ni vacilan como los antiguos. A pesar de que oyen que se les habla de peligros, de guerras y de males insoportables, como heraldos que son del Reino de los cielos, aceptan lo que se les manda con absoluta obediencia. Y ¿qué maravilla, me dirás, que obedecieran fácilmente, cuando nada triste ni difícil tenían que anunciar?

57.- ¿Qué dices que nada difícil se les manda? ¿No oyes hablar de cárceles, de conducción al suplicio, de guerras intestinas, del odio universal que había de seguirles, todo lo cual les dijo el Señor que había de acontecerles poco después? Porque a los otros, sí, los enviaba como heraldos y mensajeros de bienes infinitos; pero a ellos sólo les anunciaba y profetizaba males insufrideros.

58.- Luego, para conferir autoridad a su predicación, les dice: Curad a los enfermos, limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios. Lo que de balde recibisteis, dadlo de balde. Mirad cómo se preocupa el Señor de las costumbres de sus apóstoles no menos que de los milagros, dándoles a entender que éstos sin aquellas nada valen. Así vemos cómo reprime su posible orgullo, diciéndoles: Lo que de balde recibisteis, dadlo de balde. Con lo que juntamente los quiere limpiar de toda avaricia. No quería que pensaran que los milagros eran obra de ellos y se exaltaran orgullosamente al realizarlos. De ahí su palabra: De balde habéis recibido vuestros poderes, no como una paga ni como fruto de vuestro trabajo. Todo es gracia mía. De este modo, pues, dad también vosotros a aquéllos. Porque, por otra parte, tampoco es posible hallar precio digno de lo que vuestros dones merecen.

59.- Desprendimiento que pide el Señor a sus Apóstoles.-
Seguidamente, trata el Señor de arrancar la raíz misma de los males, y dice: No poseáis oro ni plata ni moneda menuda en vuestros cinturones; o toméis alforja para el camino ni dos túnicas ni zapatos ni bastón. No les dijo: “No toméis con vosotros. No: aun cuando pudierais tomarlo de otra parte, huid de esta mala pestilencia”. A la verdad, grandes bienes lograba el Señor con este precepto. Primero librar de toda sospecha a sus discípulos. Segundo, desembarazarlos a ellos mismos de toda preocupación, y poder así dedicar todo su tiempo a la predicación de la palabra. Tercero, darles una lección sobre su propio poder. Por lo menos, así se lo dijo más adelante: ¿Acaso os faltó algo cuando os envié desnudos y descalzos? San Lucas 22,35. Mas no dice inmediatamente: “No poseáis”. Primero les dice: Limpiad a los leprosos, expulsad a los demonios, y ahora viene lo de: No poseáis. Y luego prosiguió: Lo que de balde habéis recibido, dadlo de balde. Con lo cual les procura el Señor a sus discípulos lo que les era útil, decente y posible, para andar por el mundo.

60.- Pero tal vez observe alguien que, sí todo lo demás que el Señor manda está muy en su punto; mas ¿por qué mandar a sus apóstoles que no tomaran alforjas para el camino, ni dos túnicas, ni bastón, ni zapatos? Porque quería ejercitarlos en la más estrecha perfección, como ya anteriormente les había prohibido que se preocuparan del día de mañana. A la verdad, Él los iba a mandar como maestros a toda la tierra. Por eso, hasta cierto punto los hace de hombres ángeles, librándolos de toda preocupación terrena, de suerte que una sola preocupación los domine en adelante: la de la enseñanza. Más aún: de esta misma los libra cuando les dice: No os preocupéis de cómo o qué hablaréis. San Mateo 10,19.

61.- De este modo, lo que aparentemente es pesado y molesto, el Señor se lo presenta como muy fácil y hacedero. Nada le hace, efectivamente, tan animoso a un hombre como verse libre de cuidados y preocupaciones, sobre todo cuando, no obstante esa ausencia de preocupación, logra que nada le falte, por tener a DIOS consigo y ser DIOS para él todas las cosas. Mas no quería tampoco el Señor que los suyos le dijeran: Entonces, ¿cómo o de dónde tendremos el necesario sustento? A lo que podía haberles contestado: Ya habéis oído lo que anteriormente os dije: Mirad las aves del cielo. San Mateo 6,26.

62.- No estaban, sin embargo, preparados todavía para reducir este precepto a la práctica; de ahí que les dice algo más modesto: Digno es el trabajador de su alimento. Con lo que les da a entender que ellos, maestros, habían de comer de sus discípulos. De este modo, ni los maestros habían de sentir orgullo respecto a sus discípulos, como si todo lo dieran y nada recibieran, ni los discípulos tendrían motivo, por este desdén, para separarse de sus maestros.

63.- El trabajador merece su salario.
5. No quería el Señor que le dijeran: “¿Es que nos mandas, pues, vivir de limosna?”. Cosa de que pudieran ellos avergonzarse. No; por el hecho de llamarlos trabajadores y paga a los que se le da, quiere ponerles de manifiesto que, al dárseles su alimento, no se hace sino pagárseles una deuda. Porque no penséis, parece decirles, que porque vuestro trabajo consista en palabras, es pequeño el beneficio que de vosotros reciben. También el hablar supone mucho trabajo. Y, por tanto, lo que os dan vuestros discípulos, no es favor que os hacen, sino deuda que os pagan: Porque digno es el trabajador de su salario. Y esto lo dijo el Señor, no por que pretendiera tasar el valor de los trabajos apostólicos. ¡DIOS nos libre de idea semejante! No; lo que quiso fue poner ante todo ley a sus apóstoles de no buscar nada más fuera de su sustento y persuadir también a los que se lo procuraban que no es ello honor que les hacen, sino estricto deber que cumplen.

64.- Las leyes de la hospitalidad.
Mas en cualquier ciudad o pueblo en que entrareis, preguntad qué persona digna haya en ella y allí permaneced hasta vuestra partida. Como si dijera: “No porque os haya dicho que el trabajador merece su salario, ya por eso os he abierto todas las puertas. No. También aquí os mando que procedáis con la mayor cautela. Ello contribuirá a vuestra propia gloria y hasta a vuestro sustento corporal. Porque si vuestro huésped es persona digna, no dejará para nada del mundo de proveer a vuestro sustento, sobre todo si vosotros no pedís más que lo necesario”. Más no sólo manda el Señor a sus discípulos que busquen para su hospedaje personas dignas, sino que les prohíbe andar de casa en casa. Primero, para no ofender a quien los recibiera en la suya; y luego, porque no cobren fama de glotones y amigos de pasarlo bien.

65.- Es lo que quiso darles a entender al decirles: Permaneced allí hasta vuestra partida. Y lo mismo es de ver por los otros evangelistas. San Marcos 6,10; San Lucas 10,7. ¿Veis cómo de este modo atendió el Señor al prestigio de sus apóstoles y cómo animó a quienes los recibieran? A éstos, en efecto, les hace ver que ellos son quienes más ganan, no sólo en honra, sino también en provecho. Lo mismo explica el Señor seguidamente, diciendo: Al entrar en la casa, saludadla, y si la casa fuere digna, que vuestra paz venga sobre ella; mas si no fuere digna, que vuestra paz se vuelva a vosotros. Mirad hasta qué pormenores se digna descender el Señor en sus preceptos. Y con mucha razón, pues los estaba preparando para atletas y heraldos de la religión en toda la tierra, y de este modo los quiere hacer no sólo modestos, sino también amables.

66.- Y así, prosigue: Mas si no os recibieren ni quisieren oír vuestras palabras, salid de la casa o ciudad aquella y sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo que en el día del juicio se tratará más blandamente a Sodoma y Gomorra que no a la ciudad aquella. “No porque seáis los maestros, les viene a decir el Señor, esperéis a que los otros os saluden. No; adelantaos vosotros a darles muestra de honor”. Luego, para hacerles ver que no se trata en ellos de un simple saludo, sino de una bendición: Si la casa, les dice, fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si fuere insolente, su primer castigo será no gozar de vuestra paz; y el segundo, que correrá peor suerte que la misma Sodoma. ¿Y qué tenemos nosotros que ver con su castigo?, pudieran haberle replicado. Pues que habitaréis en las casas de personas dignas.

67.- Pero ¿qué significa lo de: Sacudid el polvo de vuestros pies? O demostrarles que nada se llevaban de ellos, o darles un testimonio del largo camino que por ellos habían emprendido. Pero mirad, os ruego, cómo todavía no se lo da todo el Señor, pues por entonces no les concede la gracia de la presciencia, de modo que pudieran saber de antemano quién fuera digno y quién no. Eso les manda que lo averigüen ellos mismos y que se atengan a la experiencia. Entonces, ¿cómo es que Él mismo se hospedó en casa de un alcabalero? Porque por su conversión se hizo digno. Pero considerad también, os ruego, cómo, a par que los despoja de todo, se lo da todo, pues les permite permanecer en las casas de sus discípulos y entrar en ellas sin tener nada. De este modo los libraba, por una parte, de toda preocupación y, por otra, podían ellos persuadir a los otros que sólo por su salvación habían venido.

68.- Primero, porque no llevaban nada; segundo, porque nada tampoco pedían fuera de lo necesario, y, en fin, porque no a todos indiferentemente pedían hospedaje. Es que no quería el Señor que sus apóstoles brillaran sólo por sus milagros, no; antes que por éstos habían de brillar por su virtud. Ahora bien, nada marca mejor la virtud que la ausencia de lo superfluo y no tener, en cuanto cabe, necesidad ninguna. Los mismos falsos apóstoles lo sabían eso; por lo que Pablo mismo decía: Porque quieren, en aquello de que se glorían, aparecer como nosotros. 2ª Corintios 11,12. Ahora bien, si los que están en tierra extraña y en casa ajena no han de pedir nada más que el necesario sustento, mucho menos habrán de exigir otra cosa los que están en su propia casa.

69.- La Iglesia, casa de todos, donde se da la paz.
6. No nos contentemos con sólo oír estas enseñanzas; tratemos también de imitarlas. En realidad, no se dijeron sólo para los apóstoles, sino para todos los santos que habían de sucederles. Porque esta paz viene o se va conforme a la disposición de los que reciben a los enviados de DIOS. No todo depende de la santidad de los maestros, sino también de los méritos de sus discípulos. Y no pensemos que es pequeño daño no gozar de esta paz. Ésta es la que de antiguo predijo el profeta, diciendo: ¡Qué hermosos son los pies de los que llevan la buena nueva de la paz! Luego, interpretando él mismo el valor de esta paz, prosigue: Los pies de los que llevan la buena nueva del bien. Isaías 52, 7. Ésta declaró Cristo mismo ser dádiva grande, diciendo: Mi paz os dejo, mi paz os doy. San Juan 14, 27.

70.- Y todo hemos de hacerlo a trueque de gozar de esta paz, tanto en nuestra casa como en la iglesia. A la verdad, también el que preside en la iglesia da la paz y él es como la figura del Señor. Y al Señor hay que recibirle con todo fervor, con la disposición del alma antes que en la mesa del altar. Porque si ya es cosa grave no participar de la mesa del Señor, ¿no lo será más rechazarle cuando nos habla? Por ti se sienta el sacerdote, por ti está de pie el diácono o predicador con molestia y cansancio. ¿Qué excusa, pues, tendrás, si no le concedes el homenaje de oír siquiera su palabra? A la verdad, la iglesia es la casa común de todos, y cuando vosotros habéis entrado, entramos nosotros, que representamos a los apóstoles. Por eso, apenas entramos, conforme a la ley que nos diera el Señor, os deseamos la paz a todos en común.

71.- Que nadie, pues, sea tibio, nadie esté distraído, cuando entran los sacerdotes y os hablan, pues el castigo que esta tibieza y distracción merece no es pequeño. Por mi parte, yo preferiría mil veces entrar en una casa de cualquiera de vosotros y verme allí desairado, que no hablar aquí sin que nadie me escuchara. Esto me sería más molesto que lo otro, pues esta casa es también más importante que cualquier otra. Aquí tenemos realmente nuestras grandes riquezas. Aquí están todas nuestras esperanzas. ¿Qué hay aquí que no sea grande e infunda reverencia? Esta mesa es mucho más preciosa y más dulce que las vuestras. Estas lámparas son mejores que las de vuestras casas. Bien lo saben todos aquellos que, ungidos con fe y a debido tiempo con el óleo santo, se vieron libres de sus enfermedades Y esta arqueta es también mejor y más necesaria que las vuestras, pues no guarda vestidos, sino limosnas, aunque pocos son los que aquí guardan su riqueza.

72.- Aquí hay un lecho también mejor que el vuestro, pues no hay descanso comparable al que nos procuran las Escrituras divinas. Y si hubiéramos alcanzado la perfecta concordia, no tendríamos otra casa que ésta. Y que no digo algo extraordinario, atestíguanlo aquellos tres mil y cinco mil creyentes primeros, que sólo tenían una casa, una mesa y un alma; porque la muchedumbre de los creyentes, dice el texto sagrado, tenían un solo corazón y alma sola. Actos 4,32. Mas ya que estamos tan distantes de la virtud de aquellos primeros creyentes y estamos separados viviendo cada uno en su propia casa, por lo menos, cuando aquí nos reunimos, hagámoslo con fervor. Porque si en lo demás somos pobres y miserables, en esto somos ricos. Por eso, aquí siquiera, recibidnos con amor cuando venimos a vosotros. Y cuando yo os digo: La paz sea con vosotros, y vosotros respondéis: Y con tu espíritu, no lo respondáis sólo con la palabra, sino también con el alma; no sólo con la boca, sino también con el corazón.

73.- Ahora bien, si aquí me dices: La paz sea con tu espíritu, y luego fuera me haces la guerra, escupiéndome y maldiciéndome y echándome a tus solas una rociada de improperios, ¿qué linaje de paz es aquélla? Yo, por mi parte, aunque tú mil veces me maldigas, te seguiré dando la paz con limpio corazón y sincera intención y nada malo puedo decir contra ti, porque tengo entrañas de padre. Y si alguna vez te reprendo, es porque estoy solícito por ti. Tú, empero, mordiéndome a escondidas y no queriéndome recibir en la casa del Señor, mucho me temo que acrecientes mi tristeza y desánimo, no porque me hayas insultado ni me hayas echado de tu casa, sino porque has rechazado la paz y te has atraído el castigo terrible con que amenazó el Señor. Yo no me sacudiré el polvo de mis pies; yo no me apartaré de vosotros; mas no por eso deja de seguir en pie su amenaza.

74.- Por mi parte, yo os desearé muchas veces la paz y jamás cesaré de deseárosla. Aun cuando vosotros me recibáis con injurias, yo no sacudiré por ello el polvo de mis pies; no porque no quiera obedecer el mandato del Señor, sino porque es muy vehemente el amor que os tengo. Cierto que tampoco he sufrido grandes trabajos por causa vuestra; no he emprendido un largo viaje; no he venido a vosotros con el atuendo y la pobreza de los apóstoles, sin sandalias y sin otra túnica, y por ello me recrimino ante todo a mí mismo, y tal vez ésa sea la causa por que vosotros abandonáis también vuestro deber. Sin embargo, tampoco basta eso para vuestra defensa. Cierto, mi juicio será más riguroso; pero ello no os procurará a vosotros perdón.

75.- Contraste entre los primeros tiempos y los presentes.
7. Entonces las casas eran iglesias, ahora la iglesia se ha convertido en una casa. Entonces no se oía en la casa una palabra del mundo, ahora no es posible decir en la iglesia una palabra espiritual, pues hasta aquí metéis vuestras preocupaciones de la plaza. Y mientras, Dios os habla; debíais de escucharle en silencio. Y ojalá se tratara por lo menos de vuestros asuntos, pero la verdad es que decís y oís cosas que ni os van ni os vienen. Por esto lloro, por esto no cesaré jamás de llorar. Porque no está en mi mano, no, abandonar esta casa y marcharme a otra. Aquí tengo que permanecer hasta que salga de esta vida. Hacedme, pues, un lugar en vosotros, como os ha mandado Pablo. 2ª Corintios 7,2. No habla allí el Apóstol de una mesa donde haya de admitírsele, sino de la disposición del alma. Esto es también lo que yo busco de vosotros: el amor, la amistad ardiente y sincera.

76.- Mas, si ni aun eso me queréis dar, amaos por lo menos a vosotros mismos y dejad esa flojedad de espíritu que ahora os domina. Para mi consuelo, basta con ver nuestra gloria por haberos hecho mejores. Entonces, yo os daría aún mayores pruebas de amor, aun cuando tanto menos fuera de vosotros amado. A la verdad, muchas son las cosas que mutuamente nos unen: una misma mesa se nos pone a todos delante, un Padre único nos ha engendrado; del mismo seno materno salimos todos; una misma bebida se nos da a todos. O, por mejor decir, no sólo bebemos una sola bebida, sino que la bebemos también de un solo cáliz. El Padre, que quería unirnos a todos en caridad, excogitó, entre tantos otros, este medio de hacernos beber a todos el mismo cáliz. Lo cual es prueba de intenso amor.

77.- ¿Me objetaréis que no estamos nosotros a la altura de los apóstoles? También yo lo confieso y jamás tendré valor para negarlo. No sólo no estamos a su altura, sino que no somos ni la sombra de los apóstoles. Mas esto no os exime a vosotros de cumplir vuestro deber. Por otra parte, ello no debe avergonzaros, sino acrecentar más bien vuestro merecimiento. Porque si con quienes son indignos mostráis tal amor y obediencia, recibiréis luego mayor recompensa. Porque nosotros no os decimos nuestras propias doctrinas, pues tampoco tenemos maestro alguno sobre la tierra. Lo que hemos recibido, eso os damos, y al dároslo no os pedimos otra recompensa sino vuestro amor. Más si aun de esto somos indignos, por lo menos lo mereceremos por el mero hecho de amaros. A la verdad, tenemos mandato de amar no sólo a los que nos aman, sino también a nuestros enemigos.

78.- ¿Quién será, pues, tan inclemente, quién será tan salvaje que, habiendo recibido semejante mandato, rechace y aborrezca a los mismos que le aman, aun cuando estén llenos de infinitos vicios? Hemos participado de la mesa espiritual; participemos también de la espiritual caridad. Los mismos bandoleros, cuando comen el mismo pan, se olvidan de su carácter y costumbres; pues ¿qué excusa tendremos nosotros, que participamos constantemente del cuerpo del Señor y no imitamos ni la mansedumbre de unos bandoleros?

79.- En realidad, no sólo la comunidad de la mesa: el hecho solo de ser una misma ciudad les basta a muchos para hacerse amigos. Nosotros tenemos la misma ciudad, la misma casa, la misma mesa; el camino, la puerta, la raíz, la vida, la cabeza, el pastor, y rey y maestro y juez y creador y Padre, todo, en una palabra, nos es común. ¿Qué perdón, pues, mereceríamos si estuviéramos divididos los unos de los otros?

80.- Por qué DIOS ha dejado ahora de hacer milagros.
¿Es que echáis de menos los milagros que los apóstoles hacían al entrar en casas y ciudades: los leprosos limpios, los demonios expulsados y los muertos resucitados? Más justamente la prueba mayor de vuestra generosidad y de vuestra caridad es que creéis en DIOS sin esos apoyos exteriores. Ésa es, entre otras, la razón por que DIOS ha dejado ahora de hacer milagros. Y he aquí otra: aún sin el don ya de milagros, los que se han visto por DIOS favorecidos con otras ventajas, por ejemplo, la sabiduría de la palabra o la extraordinaria piedad, se llenan de vanagloria, se exaltan y se escinden unos de otros. ¿Adónde llegarían las escisiones si por añadidura tuvieran poder de hacer milagros? Y que no hablo en esto a humo de pajas, atestígüenlo los Corintios, que por ahí justamente vinieron a dar en tantas banderías. No busquéis, pues, milagros, sino la salud de vuestra alma. No busquéis ver a un muerto resucitado, cuando sabéis que el mundo entero ha de resucitar.

81.- No busquéis ver recuperar la vista un ciego; mirad más bien cómo ahora todos han recuperado una vista más clara y más provechosa; y, sobre todo, aprended vosotros mismos a mirar castamente y a corregir vuestros propios ojos. A la verdad, si todos viviéramos como debemos, los gentiles nos admirarían más que los que hacen milagros. Porque, muchas veces, los milagros se pueden atribuir a pura fantasía o llevan consigo alguna otra mala sospecha, aun cuando nada de esto pueda decirse de los nuestros; mas una vida pura no admite sospecha alguna semejante. La verdadera virtud echa una mordaza a todas las bocas.

82.- La virtud, el mayor de los milagros.
8. Cuidemos, por ende, de adquirir la virtud. Ésa es la mejor riqueza. Ése es el mayor de los milagros. Ella es la que nos da la libertad verdadera, la libertad que cabe contemplar aun en la misma esclavitud. La virtud no romperá materialmente las cadenas del esclavo; pero hace que, aun siguiendo esclavo, nos parezca más digno de respeto que el libre, lo que es mayor hazaña que dar la libertad misma. No le hace al pobre materialmente rico; pero sí que, aun siguiendo en su pobreza, sea más rico que el rico. Pero si tantas ganas tienes de hacer milagros, apártate del pecado y has hecho el mayor de los milagros. A la verdad, gran demonio es el pecado, carísimo mío. Si éste expulsas de ti mismo, has hecho hazaña mayor que los que expulsan a una legión de demonios.

83.- Oye cómo habla Pablo y cómo pone la virtud por encima de los milagros: Emulad, dice, los carismas del espíritu. Y aún os quiero mostrar un camino de todo punto excelente. 1ª Corintios 12,31. Y cuando viene a describirnos ese camino, no nos habla ni de resurrección de muertos, ni de curación de leprosos, ni de cosa semejante. En lugar de todo eso, pone el Apóstol la caridad. Oye también lo que dice Cristo: No os alegréis de que se os someten los demonios, sino de que vuestros nombres están escritos en los cielos. San Lucas 10,20. Y antes había dicho: Muchos me dirán en aquel día: ¿No profetizamos en tu nombre y expulsamos a los demonios e hicimos muchos prodigios? Y entonces yo les contestaré: No os conozco. San Mateo 7, 22, 23. Y cuando iba a morir en la cruz, reunido con sus discípulos, les decía: En esto conocerán todos que sois discípulos míos, no en que expulséis demonios, sino en que os améis los unos a los otros. San Juan 13, 35.

84.- Y otra vez: En esto conocerán todos que tú me has enviado, no en que éstos resucitan a los muertos, sino en que sean una sola cosa. San Juan 17,23. Los milagros aprovechan a los otros, pero muchas veces dañan lo mismo al que los hace, pues le llevan a la soberbia y vanagloria o a otros inconvenientes. Nada de eso puede sospecharse de las obras de virtud, que aprovechan al que las practica y a muchos otros con él. Éstas, por ende, son las que hemos de practicar con toda diligencia. Si de tu inhumanidad pasas a ser compasivo y das limosnas, has dado movimiento a tu mano que tenías seca. Si te apartas del teatro para venir a la iglesia, has curado el pie que tenías cojo. Si desvías tus ojos de la mala mujer y de la ajena belleza, los has abierto, ciegos antes, a la luz. Si en lugar de los cantos satánicos aprendes himnos espirituales, has recuperado, mudo antes, el habla. Éstos son los mejores milagros. Éstos sí que son prodigios sorprendentes.

85.- Exhortación final: Hagamos el milagro de la virtud.
Si estos milagros hacemos durante toda nuestra vida, por ellos seremos grandes y admirables, atraeremos a los malos hacia la virtud y gozaremos de la vida venidera. Dicha que a todos os deseo por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

TEOLOGIA 2 - TEMA 22

A.- Biblia: Protestantismo 2
B.- Teología: Pecados contra el 7º y 10º Mandamiento


A.- Biblia: Protestantismo 2

537. Juan Calvino. Después de Lutero, fue el más tristemente célebre propagador de estas ideas heréticas. Nació en Noyón en 1509, siendo desde muy joven despierto en talento y atrevidas opiniones. Estudiando en Brujas, de Bélgica, ya entabló amistad con algunos seguidores de Lutero; estuvo a punto de ir a la cárcel por sus vicios; huyendo, llevó una vida aventurera por Francia, Suiza e Italia. Después se quedó en Basilea, terminando allí su libro Institución cristiana. Como los protestantes dominaban en Ginebra, se trasladó allí hacia el 1535, donde llegó a su apogeo.

538. Parte de Suiza había sido ya pervertida por Zuinglio, antiguo cura de Ensiedeln y después, predicador en Zurich. Con las libertades que predicaba a los demás, no tuvo inconveniente con casarse con una viuda rica de su país. Suiza se había dividido, y los católicos se habían armado para defender su Fe y libertad, venciendo en la batalla de Cápel, en la que murió Zuinglio. Era el año 1531.

539. Calvino, dominado por su carácter frío, seco e inexorable, extremó las ideas de Lutero hasta negar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; prohibió todo culto exterior y echó por tierra toda jerarquía eclesiástica, imponiendo a sus seguidores la más ciega sumisión. La ciudad de Ginebra sufrió una de las más grandes tiranías; mandó quemar vivo al médico español Miguel Servet, que fue el que descubrió la circulación de la sangre, tan sólo por haber sostenido una opinión contraria a la suya sobre el misterio de la Santísima Trinidad. Se habían creado cadalsos con la inscripción, para todo el que hable mal de Calvino. Era la inquisición protestante.

540. Murió en 1554 habiendo convertido Ginebra en el centro de sus actividades y extendiéndose por Francia, Holanda y Escocia. Los calvinistas franceses superaron en atrocidades a los de otras zonas: dividieron la patria con guerras espantosas, saquearon unas veinte mil iglesias en unos 40 años, y sólo en el Delfinado dieron muerte a 256 sacerdotes, 112 religiosas e incendiaron 200 poblaciones. Con el Cardenal Richelieu sufrieron el golpe mortal.

541. Enrique 8º, rey de Inglaterra, fue el iniciador oficial en este país de la herejía, con matices y nombre propio. Había estado muy unido a la Iglesia Católica y recibió del Papa León 10º el glorioso título de Defensor de la Fe, por haber escrito un librito contra los errores de Lutero.

542. Poco después, por no controlar una pasión hacia una dama de la corte, con la que quiso casarse, estando ya casado con Catalina de Aragón 24 años antes, se vio arrastrado a la herejía. Pretendió el divorcio, que el Papa no concedió, y se llevó a gran parte de su País fuera de la Iglesia, tomando él el título de Jefe supremo de la Iglesia. Este País, habiendo sido llamado la Isla de los Santos, se vio envuelto en el cisma y después en la herejía protestante, con el nombre de Anglicanismo.

543. Hubo muchos mártires, algunos muy destacados, por no querer someterse a los deseos del rey. También hubo muchas cobardías y traiciones por parte de nobles y prelados. Los santos mártires más destacados fueron San Juan Fisher, obispo virtuoso de Rochester y Santo Tomás Moro, antiguo amigo del rey y gran canciller del Reino, que por oponerse al divorcio y ser fiel a la Iglesia, le mandó al martirio. Ambos fueron canonizados por el Papa Pío 11.

544. El Anglicanismo. Murió el rey en 1547, deshonrado por la relajación y crueldad, después de haber estado con varias mujeres, dejando en el trono a su hijo Eduardo 6º, de 10 años. Los tutores de éste abrieron las puertas a la herejía, declarando la religión oficial al anglicanismo, que no es otra cosa que el calvinismo con restos de catolicismo.

545. Salvo honrosas excepciones, el clero se unió en masa a las nuevas ideas, igual que la nobleza, con el ánimo de conservar sus puestos, riquezas y la vida temporal. La reina legítima María Estuardo se esforzó en restaurar el catolicismo, pero Isabel, hermana de Eduardo por parte del padre, le sucedió, impuso la herejía y mandó cortar la cabeza a María. Desde el siglo 19 se aprecia un acercamiento muy notable, interrumpido después por aceptar en el sacerdocio a mujeres. Es una de las separaciones más absurdas.

B.- Teología: Pecados contra el 7º y 10º Mandamiento.

546. Todos los contrarios al derecho de propiedad o justicia conmutativa, que es lo que a cada uno le corresponde: el hurto, la damnificación injusta, la cooperación a la injusticia, sea de obra o de deseo.

547. El Hurto. Es toda usurpación de los bienes ajenos, apoderarse injustamente de alguna cosa ajena, contra la voluntad razonable de su dueño.

548. Si se hace ocultamente, es robo; si en presencia del dueño y con violencia, se llama rapiña; si es de bienes públicos y por personas que lo manejan, se llama peculado; si es sobre cosas sagradas o en lugar sagrado, se llama sacrilegio; si es con engaño y astucia, se llama fraude. La usura es cuando se exige por el préstamo intereses superiores a lo legal, sin causa alguna que lo justifique.

549. Malicia y gravedad del Hurto. El Hurto, en cualquiera de sus especies, es por su misma naturaleza, pecado grave, por violar la justicia Conmutativa, que obliga gravemente a respetar el derecho ajeno y dar a cada uno lo que es suyo. 1ª Corintios 6,10. Puede ser leve en razón de la materia o falta de advertencia o deliberación. La rapiña y el sacrilegio llevan consigo una malicia especial, y por tanto, casi siempre son pecado doble.

550. La gravedad depende de la cantidad y valor de lo robado, de la condición y necesidades de la persona que roba y robada, del perjuicio y daño que se hace y de las circunstancias del lugar, tiempo y otras.

551. La Damnificación injusta. Es cualquier acción con la que se causa daño al prójimo en sus bienes, sin derecho para ello, o sin que el malhechor obtenga provecho ni ganancia alguna. No lo es si el daño es justo.

552. La Cooperación con la injusticia. Pecan todos los que cooperan o causan esta cooperación.

553. La Injusticia. Es la violación del derecho ajeno, llamada también injuria. Puede ser formal o material, si se hace sabiéndolo o no. Es personal o real, si va contra la persona o contra las cosas. Positiva o negativa, si se hace contra otro, o que se deje de hacer algo a lo que el prójimo tiene derecho. También puede ser grave o leve.

554. La injusticia puede ser contra los bienes corporales e internos; contra los bienes espirituales sobrenaturales, como la Vida de Gracia; contra los bienes espirituales naturales como el honor, la fama, etc.; y contra los bienes materiales o externos, como las riquezas.

555. Causas que pueden excusar. Cuando hay necesidad extrema y la oculta compensación. En tales circunstancias, el apoderarse de lo ajeno, deja de ser hurto, porque en ellas se supone que el dueño no se opone, o no se opone razonablemente. Si se supiera claramente su oposición, sí lo sería.

556. La retención injusta. Va contra la justicia, porque sólo el dueño de una cosa tiene derecho a poseerla, y no pierde su dominio, cualquiera que sean las manos que la posean. Se debe devolver.

557. Con la Virgen, saber apreciar lo que nos dice San Juan de la Cruz, que nadie tiene mayor necesidad que aquellas a las que nos queremos sujetar. La pobreza evangélica de desprendimiento voluntario y amoroso, da mucha paz al alma y nos facilita la verdadera riqueza.

558. Catecismo: 2419 a 2436.

TEOLOGIA 2 - TEMA 23

A.- Biblia: Reforma Católica
B.- Teología: 7º y 10º MANDAMIENTO

A.- Biblia: Reforma Católica

559. Concilio de Trento. La necesidad de remediar los males que afligían a la Iglesia, y de poner una barrera a las continuas usurpaciones de la herejía, reclamaba la urgencia de un Concilio General.

560. Se retrasó algo, debido a los conflictos en toda Europa. El Papa Pablo 3º lo convocó en 1545 en Trento, y no terminó hasta el 1563, con varias interrupciones por la peste y la guerra. Lo clausuró el Papa Pío 4º. Bajo la presidencia de los Legados Pontificios, acompañados de los embajadores de todas las naciones católicas, destacando la de España por el influjo que en esa época tenía en todo el mundo.

561. Asistieron más de 200 Cardenales, Patriarcas, Arzobispos y Obispos, 39 representantes de Obispos ausentes y 7 Generales de Órdenes Religiosas. Invitaron a los jefes heréticos, con garantía de salvoconducto, pero no asistieron, con lo que se veía una vez más, la mala voluntad.

562. Trabajos. Fueron muchos y profundos. Se aclaró más la Doctrina Católica sobre la Gracia, los Sacramentos, el Purgatorio, las Indulgencias, y en general, todos los Dogmas atacados por la herejía. Se aceptaron varias mejoras y adaptaciones a los momentos de entonces; se publicó el Catecismo de Trento, que ha sido básico para todos los demás; se instituyeron los Seminarios para la formación de los Sacerdotes y la reforma Litúrgica, que es el conjunto de oraciones y ceremonias que la Iglesia prescribe a sus Ministros y a los fieles, para el ejercicio del culto que se tributa a DIOS.

563. La Reforma Católica en España, y por lo tanto, para América. Antes de este Concilio, ya se había iniciado con los Reyes Católicos, de forma especial con la reina Isabel y la tenacidad del Cardenal Cisneros. Se instituyó el tribunal de la Inquisición, tan denigrado por los enemigos de la Iglesia, porque al atacarlo, podían ellos ocultar sus fechorías; este Tribunal frenó su expansión, y fue más benigno que los que ellos establecían en sus zonas; se pudo lograr mayor arraigo en la Fe y la mejora de las costumbres.

564. Gracias a esos Tribunales, se detuvo en España el impulso de la herejía, y se preservó de ella a todas las naciones que nacían para la Iglesia en América y Asia, gracias a la presencia de España. Florecieron los Teólogos insignes, grandes Santos y Misioneros, y en todas las artes, hubo un gran apogeo.

565. Frutos de santidad. El siglo 16 fue el siglo de oro, que dio a la Iglesia una legión de Héroes del espíritu.

566.-San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. San Juan de DIOS, fundador de los Hermanos de su nombre. San Francisco Javier, jesuita apóstol en la India y Japón. San Fco. De Borja, Sto. Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, austero reformador. Santa Teresa de Jesús, insigne doctora de Ávila y reformadora del Carmelo, junto a San Juan de la Cruz que es la cumbre de la mística. San José de Calasanz, fundador de los Escolapios. Santa Ángela de Mérici, fundadora de las Ursulinas. San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán. San Felipe de Neri, fundador de la Congregación del Oratorio. San Cayetano, fundador de los Teatinos. San Jerónimo Emiliano, San Camilo de Lelis, San Pío 5º, que impulsó la victoria sobre los Turcos en el Golfo de Lepanto, al lograr unir las flotas del Vaticano, Venecia y España. San Pascual Bailón, San Roberto Belarmino, martillo de los herejes, san Estanislao y San Juan Bermans.

567. A principios del siglo 17, Santa Juan de Lestonac, fundadora de la Compañía de María. San Vicente de Paúl, apóstol de la Caridad. Santa Luisa de Marillac, fundadora de las Hijas de la Caridad. San Francisco de Sales, Obispo de Ginebra, doctor de la Iglesia, fundador de la Orden de la Visitación, junto a Santa Juana F. de Chantal. San Juan Bautista de Lasalle. San Luis María Griñón de Monfort. San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia y fundador de los Redentoristas y San Pablo de la Cruz, fundador de los Pasionistas.

568. Arzobispo de Lima, San Francisco Solano, evangelizador del Perú y Argentina. Santa Rosa de Lima. Santa Mariana de Jesús, azucena de Quito. San Pedro Claver, protector de los negros. San Martín de Porres y San Juan Macías.

569. Tal ejército de Santos, con todo lo que cada uno llevaba consigo, es alentador, y compensa, frente a las barbaridades de las fuerzas del mal.

570. Frutos protestantes. Con el libre examen o interpretación personal de la Biblia, con el desprecio a la autoridad constituida y sustituida por la que ellos quisieron, dio lugar a multitud de sectas, unidas por su odio a la Iglesia Católica, que provocaron las guerras de religión, que tanto daño hicieron a toda Europa en unos 30 años.

571. Se corrompieron muchas buenas costumbres y abrió paso a la indiferencia y después al materialismo ateo. Estos pasos fueron graduales; el filosofismo y racionalismo, desembocó en la revolución francesa, endiosando a la razón. Se empezó negando a la Iglesia, para negar después a Jesucristo como DIOS, y por el falso endiosamiento de la criatura, se llegó al ateismo organizado, creando en la tierra un ambiente de Infierno y provocando las dos guerras mundiales del siglo 20, con todas las consecuencias terribles.

572. Entre ellos, había mucha gente de buena voluntad, quizá porque no conocieron otra cosa. En deseo, pertenecen a la Iglesia Católica; y tienen muchas cosas buenas, que al final, de una forma o de otra, DIOS les ayudará a conocer la Verdad plena, si se conservan en la buena voluntad.

B.- Teología: 7º y 10º Mandamiento.

573. Hay obligación de reparar la injusticia. La restitución es un acto de justicia conmutativa. En materia de justicia, no basta con confesar el pecado cometido, sino que además, es preciso restituir lo que se posee injustamente, y reparar el daño ocasionado. Al confesar, se satisface a DIOS; al devolver, se satisface al prójimo.

574. Raíces de la Restitución. Son las causas o razones de donde nace la obligación de restituir. 1º, por ser usurpación injusta de lo ajeno. 2º por haber dañado injustamente al prójimo. Y 3º, por haber cooperado injustamente al robo o daño al prójimo.

575. Circunstancias de la restitución. Para hacer la restitución debidamente, hay que atender a las circunstancias que deben acompañarlas, es decir, cuándo hay que restituir; si la misma cosa o su equivalente, teniendo en cuenta las utilidades; quién debe restituir y con qué orden; el autor o autores, los participantes o los cooperadores. En el hurto, quien lo tenga; en el daño, quién lo mandó y después quién lo ejecutó. A quién se debe restituir, al dueño o a quién sufrió el daño; a los familiares o a los pobres. De qué modo: de forma que se repare suficientemente la injusticia. Cuándo hay que restituir: sin demora, lo más pronto posible.

576. Causas que excusan de la Restitución. Las hay temporalmente, y perpetuamente. Cuando hay imposibilidad física, que no se tenga, o se esté en grave necesidad, mientras dura la causa, cuando el dueño perdona libre y espontáneamente o se llega a un arreglo espontáneamente, queda libre.

577. La prescripción, dotada de las debidas condiciones exigidas por la Ley, es cuando se tiene posesión continua y no interrumpida, cierta y no equívoca; dominativa, tranquila y pública, a título de propietario. Y la buena fe que tienen el poseedor de ser suya, con título de propiedad, al menos con apariencias de ser verdadero y el tiempo requerido para la prescripción.

578. Se llama composición a la remisión hecha por el Papa.

579. Y vemos con alegría, lo que Jesús con su presencia hizo en el corazón de Zaqueo, según nos dice San Lucas 19,1-9. Que la Virgen nos ayude a ser desprendidos, por amor.

580. Catecismo 2437 a 2463

TEOLOGIA 2 - TEMA 24

A.- Biblia: La Inquisición
B.- Teología: Deberes del 8º Mandamiento

A.- Biblia: La Inquisición

581. Finalidad. Para alcanzar y conservar la integridad de la Fe, los Reyes Católicos obtuvieron del Papa la institución del Tribunal de la Inquisición. De hecho, ya funcionaba contra la herejía en la Edad Media, en todos los paises, por la importancia que tenía la unidad religiosa, como base para todas las demás; romper ésta, era el comienzo del desorden y dispersión.

582. En España, por la unidad que siempre hubo con la Iglesia, los Reyes se sentían también responsables de conservar la integridad de la Fe. Se luchó contra los Árabes, contra los Judíos, después contra los Protestantes. Proteger la unidad de la Fe en España, era protegerla también en América, evitando esas rebeliones contra la Iglesia y contra el Papa, que por toda Europa se iban extendiendo. En todos los paises y todos los gobiernos, siempre ha existido, o han creado con distintos nombres, estos Tribunales que defendían su ideología y combatían la contraria. La Inquisición Protestante hizo más barbaridades, que trataron de tapar con las leyendas negras o de otros colores contra todo lo que fuera Católico. Y en los siglos posteriores, con otros nombres, siguen existiendo tribunales parecidos o peores. Por ejemplo, en la cárcel de la Lubianka de Moscú, para torturar a los presos, en el lavado de cerebro, tenían criadero de piojos; al reo lo metían en una especie de ducha o armario de madera, desnudo, y te caía del techo 100 ó 200 piojos, y te dejaban unas cuantas horas en libertad con ellos. Basta leer este libro escrito por un jesuita italiano, testigo de estas “dulzuras”, después de la 2ª guerra mundial, para convencerse.

583. Origen. Exactamente, la Inquisición se fundó en 1231, por el Papa Gregorio 9º, para custodiar la Fe y Costumbres del pueblo fiel.

584. La española, por los reyes Católicos en 1478, y se diferenciaba de la medieval por su estrecha dependencia de los Reyes, y en la perfecta organización de que la dotó desde el principio, su primer inquisidor general, el dominico Fray Tomás de Torquemada. Fue gran instrumento de los gobiernos de esas épocas, para conservar la unidad religiosa, evitando las divisiones de creencias, que entonces provocaban guerras y otras divisiones. Como en todas las cosas humanas, hubo defectos y abusos, pero son muchos más los frutos.

585. Desarrollo. Debido al gran papel que desempeñó en la defensa de la Verdad, todo el poderío español de esa época, y las envidias de los que no pudieron igualarla, se fabricó la Leyenda Negra, que logró desfigurar muchas cosas entre los que no estaban bien preparados; exagerando, calumniando y falsificando datos.

586. Estas historias tendenciosas aún se siguen difundiendo, y hay verdaderas sorpresas en quienes tienen oportunidad de conocer las cosas más ampliamente, y con mayor objetividad. Es precisamente un historiador protestante alemán, E. Schäfer, quien confirma estas cosas, con su estudio desapasionado y objetivo sobre la Inquisición española.

587. Se comprueba que en cuanto a la forma y métodos que se aplicaron, no fueron otros que los empleados por otros tribunales en todas partes. Incluso se sabe que lo que hicieron los protestantes en la Torre de Londres contra los católicos, supera en crueldad a lo que ellos nos acusan. Otro ejemplo: el intento de descuartizar a Tupac Amaru en Perú con cuatro caballos por parte de los españoles, lo hicieron también los indios del Canadá con el misionero francés San Juan de Brevh, pero con cuatro árboles, y esto, después de otras torturas.

588. Resultados de la Inquisición. El 1º y más importante es que en el siglo 16 y siguientes, en España y sus Colonias no entrara el protestantismo y sus consecuencias de divisiones y guerras terribles que hubo en Europa, cortando a tiempo algunos intentos o focos pequeños, manteniéndose así la unidad religiosa.

589. Disminuyó el peligro de los falsos convertidos; el pueblo católico, que solía defenderse por su cuenta, haciendo desaparecer a los que atacaban la Fe, al verse protegido por este Tribunal, quedaba tranquilo. Y eso que el Tribunal actuaba sobre los obstinados. Preservó de la falsa mística y de la brujería que tantos daños y desorientaciones llevaba consigo.

590. La Inquisición ante la Ciencia y la Santidad. Con hechos contundentes fácilmente comprobables, se puede contestar a las falsas afirmaciones de que se persiguió y detuvo el avance de la Ciencia. De la falsa, si; de la verdadera, no. La Universidad de Alcalá, la Biblia Políglota del Cardenal Cisneros, el florecimiento de las Escuelas, Universidades, Hospitales, Catedrales, Escultura, Pintura y demás centros de Evangelización, lo eran también de verdadera cultura, y son testigos todos los pueblos de América, Filipinas y muchas islas de Oceanía, donde se dejó a la Iglesia trabajar.

591. Hoy día, más de la mitad de los Católicos del mundo rezan y hablan con DIOS en español, y estudian e investigan. La verdadera Fe, pide Santidad, que es Perfección en todos los órdenes, y por eso florece enseguida la verdadera ciencia y la cultura en todas sus formas.

592. Se comprueba fácilmente que la Inquisición investigaba ante las acusaciones que le presentaban, para ver qué había de verdad, y qué de falsedad, y la postura del acusado.

593. Un ejemplo de esta buena voluntad lo presenta el caso de las acusaciones contra San Ignacio de Loyola, tres en Alcalá y una en Salamanca; al comprobar su inocencia y rectitud, le pidieron disculpas y dejaron en libertad. O los casos de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, San Juan de Ávila y Santa Teresa de Jesús, al atribuirles cosas que no eran de ellos, o se les interpretaba mal, quedaron en libertad.

594. El caso de Galileo, está bien claro que no comprometía a la Religión ni a la autoridad Papal, que en lo humano, en cosas que no son de Fe o de Costumbres, pueden errar. En este caso, era la idea que se tenía en la época y en todos los Centros de Estudio.

595. Hemos de tener una visión más amplia de las cosas, y no juzgar la Historia con nuestra mentalidad de otra época o con prejuicios ideológicos, porque fácilmente nos equivocamos.

596. Desde muy antiguo, los enemigos de siempre en su lucha contra el Bien, se han esforzado en calumniar, sabiendo que algo quedaba. Y también se observa que los que hablan mal de la Religión, normalmente no viven muy bien, al comparar su conducta con los Mandamientos Divinos.

B.- Teología: Deberes del 8º Mandamiento.

597. No mentir, ni levantar falso testimonio contra el prójimo. Exodo 20,18; Deuteronomio 5,20; Exodo 23,7; Levítico 19,11; San Mateo 19,18.

598. Usar bien las palabras o señales equivalentes a las palabras, con referencia al prójimo, sin hacer con ellas daño ni perjuicio alguno a nuestros semejantes. Ordena, además, hablar siempre con verdad. Lo que se pretende es salvar la fama y el respeto a la Verdad. Dice el Catecismo que no debemos juzgar ligeramente, sin motivo ni fundamento para ello, ni decir ni oír sus defectos.

599. Idea de la Reputación y del Honor. Reputación o Fama es la buena opinión que se tiene de la vida y costumbres de alguna persona.

600. El Honor es una expresión o manifestación externa de la estima en que tenemos a otro, por sus buenas cualidades. La diferencia está en la demostración exterior con que lo manifestamos. Proverbios 22,1; Eclesiastés 7,2.

601. El Secreto.Es el conocimiento de una cosa oculta del prójimo. Subjetivamente considerado, es la obligación de no manifestar los secretos. Objetivamente, es todo aquello que se debe guardar oculto.

602. Hay un secreto natural que consiste en guardar lo que no puede revelarse sin que cause daño a otros: falta oculta que se conoce, etc. El secreto prometido, de no revelar ni manifestar a nadie, después de conocido, asegurando guardarlo. El secreto confiado, cuando uno se ha comprometido no revelar antes de conocerlo, y se confía con esa condición.

603. Grados del secreto confiado. El recomendado, que es lo confiado libremente a un amigo. El consejo privado. El profesional o de oficio, que por su misma profesión, les obliga a no revelar, y por eso la gente acude: jueces, médicos, abogados, etc. El sacramental, lo vemos después.

604. Obligación de ocultar, y violación del secreto. Hay obligación de ocultar la verdad que sea objeto de un secreto, porque cada uno tiene derecho a que no sean manifestados sus secretos. Será pecado más o menos grave, si lo hemos prometido, o nos hemos enterado sin pretenderlo.

605. El secreto epistolar es una modalidad del secreto natural, y por lo tanto, no puede ser violado. Hay algunos casos que por evitar graves daños, y dado que existe la buena voluntad de perfección, se suelen leer; a esas personas encargadas, así como a los censores oficiales de la correspondencia pública en momentos difíciles de un País o de una Comunidad, les obliga también este secreto. Los que se enteran por algún otro medio o modo, deben guardarlo también.

606. El sigilo sacramental. Es el secreto de la Confesión, y es absolutamente inviolable. Obliga gravemente y siempre a cualquiera que oiga algo en la confesión de otro.

607. Este secreto es excepcional, superior a todo secreto humano, y por lo tanto, no se puede revelar jamás por ninguna razón. Está sujeto a otras reglas distintas de los demás secretos, y se debe preferir antes la muerte que violarlo, como ha habido algún caso en la Historia de la Iglesia.
608. Cesación de la obligación del secreto. Por consentimiento razonablemente supuesto de aquel a quien interesa que se guarde el secreto, o si se cuenta con toda seguridad con su aprobación.

609. Cuando se divulga por otros medios, desde ese momento, ha dejado de serlo. También cuando se pudiera seguir grave daño a la sociedad o a los particulares, si se guardara.

610. En cualquiera de los casos, ser prudente y caritativo, y quizá nos quedemos más tranquilos callando y confiando en DIOS. Estas causas por las que cesa el secreto, no valen para el de la Confesión.

611. Tengamos muy presente a la Virgen, y a San José, ante los planes de DIOS en la concepción virginal de Jesús, que nos cuenta San Mateo, y en otros casos, que no entendían, pero que conservaban en su corazón, las cosas buenas, se entiende. En el Evangelio, la Virgen habla algo, unas 7 veces; San José, nada; y no era mudo; pero cumplían muy bien. Que nuestras palabras sean para decir algo mejor que el silencio. Y sepamos vivir esos silencios: externo: de ojos, labios y oídos; y el interno: de corazón e imaginación. Quien sabe guardar ratos de silencio, luego habla mejor.

612.- Catecismo 2464 a 2474.

EN LAS LOMAS DEL POLO NORTE

A LA LUZ DE MI LINTERNA

POR SEGUNDO LLORENTE, S.J.

En una carta que acababa de recibir del P. Superior se me encargaba hacer las diligencias necesarias para ver de convertir al pueblo de Kotzebue. Había que meter la hoz en mies ajena; o mejor, en mies que, por ser nuestra, peligraba en manos ajenas incapaces de recoger las gavillas para el Reino de los cielos.
Tal vez dando una dentellada fuerte en terreno enemigo y engrosando las filas ya formadas se iniciaría un movimiento en favor de la Iglesia católica y en un día no muy lejano veríamos a Kotzebue convertido, si no en un Noviciado, sí al menos en una parroquia católica de la que nos podríamos gloriar.
Al día siguiente, domingo, faltaron muchos a Misa y apenas tuvimos quorum para la Bendición con el Santísimo al anochecer. Me extrañó un poco el suceso, pues no esperaba tal acontecimiento ya a la entrada del invierno, cuando la gente deja las pesqueras y yacimientos mineros y se recoge a las aldeas a pasar los días crudos del clásico invierno alaskano.
Los médicos conocen la enfermedad poniendo el dedo en la llaga y tornando el pulso al enfermo. Los médicos de las almas, a mi modo de ver, tienen que hacer otro tanto para curarlas, so pena de arriesgar muertes desastrosas que en las almas producen mayor estrago aún que en los cuerpos.
Con estos pensamientos flotando por mi mente, en vez de acostarme, como debiera, por ser ya las diez y media de la noche, me disfracé de salteador de caminos, metí en el bolso la linterna y, por si acaso, debajo del capote oculté un bastón corto y fuerte, y me eché a la calle.
El barro me salpicaba las polainas, y del norte soplaba una brisa con llovizna tan penetrante que volví a casa a echar encima otro capote para evitar resfriados.

Vuelto de nuevo a la calle, apenas había doblado la primera esquina, topé con un grupo de mozos que fumaban junto a la pared y hablaban todos a una y se tambaleaban y reñían. Uno de ellos me vio pasar y gritó con voz cascada y aguardentosa: Ahí va Nelson; ése lleva vino.
Y todos a una, se me vinieron gritando: Nelson, ven acá. ¿A dónde vas? Danos un trago, hombre. Dos de ellos al avanzar hacia mí cayeron redondos en el barro lodoso; los tres restantes lograron tenerse en pie y llegar sanos y salvos a donde yo les esperaba. Al acercarse, despidieron un olor repugnante a vino que apestaba. Tenían los ojos vidriados y la boca abierta por la que se desprendía a intervalos una baba sucia que provocaba náuseas.
¿Vas a bailar? insistían. Aguarda un poco, hombre, y danos un trago, que no estamos borrachos.
Y todos a una, incluso los que aún forcejeaban por levantarse y tenerse en pie, gritaron: ¡Qué vamos a estar borrachos!
Mi silencio los traía a mal traer y uno de ellos aventuró la idea de que yo no era Nelson, sino Kénez; pero la idea no prevaleció y los demás quisieron reforzar su opinión con mi propio testimonio preguntándome bonachonamente: ¿Verdad que no eres Kénez? ¿Verdad que eres Nelson? No hagas caso de éste, que está borracho.
Pero el aludido se ofendió de que le llamaran borracho y la emprendió a puñadas con el grupo. En el aire resonaban palabrotas y rodaban por el barro cuerpos perezosos que me dieron ganas de aplastar con el pie como se aplastan sapos. Los dejé revoleándose en el cieno y avancé calle abajo camino de la taberna.
Antes de llegar oí voces y ruido en una tienda de lona débilmente iluminada, donde vive una familia católica con cinco hijos pequeños. La madre estaba desgreñada, con los ojos hinchados y algunos rasguños menores en las mejillas, borracha hasta los huesos. Los niños habían huido de la quema y se habían guarecido en chozas próximas.
El marido y la mujer habían tenido una riña descomunal, cuando más llenos estaban de aguardiente, y en la refriega cayeron sobre la cama y partieron en dos el catre raquítico donde dormían acurrucados los pequeñuelos.
Ahora él estaba roncando en un rincón y ella contaba la pasada hazaña a un grupo de eskimales borrachos, que se apiñaban junto a un hornillo apagado. Me tuvieron por un borracho más y nadie extrañó lo más mínimo mi presencia; por eso me enteré de cien detalles que luego tengo que explotar en las instrucciones catequísticas.
Seguí calle abajo y topé con tres parásitos que, para estar de pie, se apoyaban en las cabezas como los rifles de los soldados que se apoyan sobre las bayonetas en grupos pequeños, mientras los soldados descansan de la caminata. Como de noche todos los gatos son pardos, me arrimé a ellos lo más posible para conocerlos. Estos me tuvieron por Fred Henry y me invitaron a terminar la botella. Como me negué a ello, el que la tenía en las manos se la ofrecía temblorosamente al de la izquierda y le decía: Acábala, hombre, acábala tú, que luego compramos otra.
Y sin hacerse de rogar, el paisano llevó la botella a los labios y la terminó, haciendo antes unos gorgoritos muy graciosos. Luego se me encararon los tres y quisieron saber por qué no había bebido.
¿Qué tienes hoy, Fred? ¿Por qué no bebes?
Y uno de ellos supuso en voz alta que yo no era Fred, sino algún advenedizo. El Fred que ellos conocían era incapaz de rehusar un trago; de sobra la sabían ellos, aunque estaban borrachos. Los dejé disparatando en plena calle y seguí adelante.
Ya junto a las paredes de la taberna vi venir una mujer, que caminaba como una culebra. No se caía por más que la fallaban las rodillas; pero culebreaba que daba gusto verla. Descubrió un bulto junto a la pared y se acercó a é1; pero el bulto estaba vivo, y la prójima se asustó y dió un salto y volvió atropelladamente hacia las puertas de la taberna.
Entonces me entró a mi curiosidad de saber qué bulto era aquel y me acerqué cautelosamente con la linterna. Sobre el envoltorio de vestidos andrajosos descollaba siniestramente el rostro airado y emborrachado de una mujer muy joven, retrato acabado de la arpía más feroz e iracunda que han inventado los poetas.
¿Quién eres tú, ladrón? me dijo con ojos de fuego. Márchate, canalla, que hoy no estoy para bromas.
Y como yo me mantuviese indeciso, se irguió, sacó las uñas y se echó tras de mí toda furor. La pobre no avanzó mucho. Tropezó, cayó, y allí la dejé barboteando maldiciones. Entonces no pude más y dejé que me corrieran unas lágrimas que me serenaron un poco.
La tal arpía se hizo católica en 1934. Hizo la primera Comunión en la Misa de Gallo, y al día siguiente, Navidad, el P. Menager sacó una fotografía del grupo. Eran ocho. En la foto están todos con las manos juntas y les cruza el pecho una cinta roja con la imagen del Sagrado Corazón.
Nuestra protagonista ostenta una sonrisa candorosa. Si se la sacase del grupo y se la pusiese en cuadro aparte, semejaría una virgencita que caería muy bien en algún altar lateral. En la foto aparece al lado de Enrique. Los dos se cansaron de ser católicos.
Por fin, hará cosa de una semana, se casaron por lo civil.
¡Oh, los misterios de las almas! Al dejarla allí en las tinieblas de la noche sobre el barro, oliendo a vino y aguardiente y echando maldiciones, la foto de su primera Comunión con las manos cruzadas ante el pecho, se apoderó de mí con una fuerza irresistible que me emocionó. Me dieron ganas de... enviar la foto a EL SIGLO DE LAS MISIONES, pero... mejor es no seguir meneándolo.

Por fin llegué a las ventanas iluminadas de la taberna. El tabernero es un católico austríaco que lleva en esta región cuarenta y dos años, uno tras otro. Fue cartero desde Kotzebue hasta Point Barrow, el cabo más norteño de Alaska.
Cuando los aeroplanos contrataron el correo, el austríaco se hizo tabernero y vive escanciando copas en el mostrador a eskimales hambrientos: Por la primera ventana vi cómo bailaban en un salón repleto de humo de pipa maloliente.
Por una puerta abierta, entraban y salían y se metían en la taberna propiamente dicha, donde Pablo vendía botellas de licor. Este Pablo fue considerado aquí hace años como la base, plinto, columna y fundamento de la Iglesia Católica. Tanto, que el Padre Menager le dio el sobrenombre de Vicario general.
Poco a poco el Vicario se hundió hasta los ojos en el negocio del vino, y hoy día vive de eso exclusivamente. Este Vicario me ha venido diciendo por activa y por pasiva que en su casa no se ha emborrachado nadie ni se emborrachará jamás, porque él, católico a machamartillo y con una conciencia de monja, no tolerará jamás semejante cosa. Eso suena muy bien en mi cocina. Anoche era diferente. No se imaginaba el Vicario que yo le estaba viendo por los cristales de su ventana, a las doce de una noche fría y lloviznosa. Y, sin embargo, así era.
El Vicario tenía destapadas varias docenas de botellas de todos los tamaños y colores que tomaban las manos temblorosas de gente muy conocida. Una mujer no podía ya mantenerse en pie y se desplomó sobre un sillón. Un hombre la quería echar del sillón a viva fuerza y los dos rodaron por el suelo, emborrachadísimos.
La hija del Vicario, mi organista, iba de acá para allá, bebiendo aquí, bailando allá y desplomándose más allá.
El hijo del Vicario, monaguillo cuando era pequeño, ayudaba a su padre a descorchar botellas que daba a gente repleta ya de vino.
Por otra ventana observé a los que ya no estaban para fiestas y habían optado por sentarse y adormecerse en una especie de recibidor donde hay un crucifijo y un cuadro muy grande y hermoso del Sagrado Corazón.
El pobre Vicario cayó ignominiosamente del pedestal que él mismo había fabricado en mi cabeza. Le explicaré muy pronto aquello de que nadie puede servir a dos señores, y, puesto en el disparadero, se verá forzado a firmar su propia condenación. El único señor a quien este Vicario ha servido es al mismísimo Satanás en persona.

Dejé las ventanas iluminadas de la taberna y me interné en unas encrucijadas, que hacen varias casas destartaladas, entre las que hay algunas tiendas de lona, donde viven algunas familias hasta que empieza a helar de firme. De una de esas tiendas salían unas carcajadas muy curiosas.
Una vez levantada la caza había que seguirla y metí la linterna por la hendidura que hace de entrada. No me detuve allí mucho.
Sobre una mesa, iluminada por una vela, jugaban a la baraja tres borrachos que braceaban y discutían acaloradamente. En un rincón, arrollados y abrazados y en las posturas más estrafalarias, roncaban unos diez hombres y mujeres, mezclados como si fueran cadáveres tirados allí de algún camión.
A las doce y media el Vicario no se tenía de sueña y cebó afuera a toda la caterva de danzantes y bebedores. Al salir toparon conmigo; me tuvieron por uno de tantos y no se preocuparon lo más mínimo.
Una pareja se rezagó y seguía penosamente a los demás hasta que ella se desplomó. La levantó él lo mejor que pudo y los dos siguieron adelante tambaleándose ridículamente hasta que ella rompió a llorar y a decir entre sollozos las mayores tonterías imaginables.
Llegado que hubieron a una esquina, se arrimaron a la pared y allí quedaron arrimados, ella gimoteando y él diciendo disparates. Abriéndome paso entre rezagados me encaminé a mi casica con el corazón partido de dolor, los pies fríos, los ojos cargados de sueño y todo el cuerpo molido por el cansancio. Eran las doce y media de la noche.

Pero no quise acostarme así sin más ni más. Abrí la puerta que da a la iglesia y me arrodillé ante el sagrario a rezar el «Parce, Domine, purce populo tuo; ne in aeternum irascaris nobis”, (Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo; no estés eternamente enojado).
Este es el paganismo tal cual en si es, sin máscaras ni adobos. Este es el paganismo que campeaba dos mil años ha, cuando Jesucristo nació pobre en Belén. Dos mil años de luz evangélica no han logrado disipar la lobreguez de estas tinieblas espesas que aún envuelven a una porción grande del género humano.
Kotzebue es un foco de paganismo puro y escueto. Todas las ideas que surgen a la mente cuando se oyen las palabras gentilidad, paganismo, infidelidad, pueden verse plasmadas y palparse aquí, en
Kotzebue, con sólo disfrazarse y salir de ronda una noche cualquiera por las callejuelas llenas de barro.
El que crea que ser Misionero es sinónimo de levantar el crucifijo en alto y llevarse de calle los pueblos y ciudades gentiles, se engaña de medio a medio. Eso no lo ha hecho nadie.
Desde el Calvario hasta el Gobierno rojo de Madrid, la empresa misionera ha sido una cadena larguísima formada por eslabones de conquistas, derrotas, más conquistas, nuevas derrotas, triunfos, fracasos, martirios, persecuciones, herejías, victorias parciales y fusión de sangre. No se avanza a paso de gigante, sino a paso de caracol. No se conquistan reinos; se ganan algunas almas dentro de los diversos reinos. Sólo uno de cada cinco en el mundo está bautizado en la Iglesia católica.
Mirado en conjunto, el mundo es aún pagano.
Cuarenta y dos años llevan en Kotzebue los protestantes cuákeros. Miembros de una secta que no tiene Sacramentos, ni siquiera el bautismo, sin sagrario, sin Misa, sin cruz, todos sus razonamientos son fríos.
Quisieron levantar a esta gente al nivel sobrenatural con solos razonamientos y medios humanos de persuasión y prédicas, y fallaron. Tenían que fallar. Al nivel sobrenatural nos eleva la gracia, y ésta nos viene por los Sacramentos de que abominan los cuákeros.
Los eskimales de Kotzebue, sin bautismo, no hallaron ayuda alguna moral en la iglesia cuákera y se desalentaron y cayeron en un abismo tan hondo que sólo una lluvia abundantisima de gracia divina los puede sacar a flote. Y de eso se trata.
Aquí, en medio de ellos, está el que los puede salvar. Aquí está el sagrario, iluminado día y noche por la lámpara litúrgica. Cada vez que me arrodillo ante él en el silencio de la noche, me pasma y abruma la paciencia infinita de Dios, cuya arma no parece ser otra que la mansedumbre del cordero bíblico.
Todo en derredor es embriaguez, lujuria y paganismo; pero no importa; Dios sigue mandando los días y las noches y nos tiene continuamente la bahía repleta de los pescados más variados. Parece no quejarse. Algo así como nuestro oficio fuera el ser malos, y el suyo el ser bueno; y como si ése fuera el contrato.
Sobre mis hombros de carne y hueso gravita la responsabilidad inmensa de traer al redil estas ovejas descarriadas que tienen en sus fauces lobos rapaces. Arrancar la presa, revivida, nutrirla y mantenerla siempre en el rebaño, he ahí, la tarea que me está siempre mirando de cara. ¡Pero qué cuesta arriba es esta tarea!
Hubo aquí una moza que picó en el anzuelo y vino y se instruyó en el catecismo lo suficiente para hacerse merecedora del bautismo. Siendo de todos conocidas sus andanzas y escapadas nocturnas, la puse por nombre Magdalena. Poco después nos hizo la visita oficial el nuevo Obispo de Alaska y, entre los confirmados, puse naturalmente a Magdalena, que recibió la Confirmación con mucha gravedad y devoción.
Una semana más tarde la llevaron a la cárcel territorial de Nome, condenada a tres meses por desórdenes y violencias mientras estaba borracha. ¡Confirmación y cárcel en una semana! Cuando se lo escribí al señor Obispo me contestó que se ha reído media hora de un tirón y luego a ratos entre día.
No; aquí, en las lomas del Polo Norte, no se llevan de calle pueblos y muchedumbres. Hoy se convierte uno y mañana sale otro del redil. Más tarde se convierten dos, de los cuales uno viene a la iglesia de Pascuas a Reyes, y así sucesivamente.
¿Cómo hago para atraerlos? le pregunté al señor Obispo.
Echando raíces arrodillado ante el altar y presentando con toda sencillez y claridad la verdad evangélica a los que no rechacen la invitación.
Esta respuesta es el programa.

A propósito de cañones, el señor Obispo, mi antiguo Provincial, estuvo conmigo seis días. Le obligué a dormir en mi cama y yo me acomodé sobre unos bancos. Mientras yo guisaba y cocinaba, él me contaba historias y los dos nos reíamos beatíficamente.
Al terminar las comidas, yo lavaba en agua hirviendo los platos, y él los secaba con unos trapos bastante blancos, que yo había guardado en el desván para algún por si acaso.
Me alabó mucho mis habilidades culinarias en general y lo bien que preparaba el salmón en particular. Le dije que una trucha daba cien vueltas al salmón rey más dorado.
Al día siguiente nos regalaron una trucha de siete libras, y a los dos se nos empezó a hacer la boca agua. Pronto la corté y puse en orden las rajas, pero decidimos dejarla para darnos con ella la gran cena.
A eso de las seis, cuando ya estaba yo encendiendo la lumbre y preparando la sartén, viene zumbando el aeroplano, y el piloto nos avisa que su Señoría Ilustrísima tiene quince minutos para preparar las maletas. ¡Toda la trucha para mi! Ya camino del aeroplano, me decía en voz baja el señor Obispo:
Siento más perder esa trucha que Boabdil la pérdida de Granada.
¡,Dónde oyó Su Ilustrísima hablar de Boabdil? le pregunté con unos ojos enormes.
Y él me respondió:
Antes de que usted naciera ya había leído yo en Wáshington Irvin los Cuentos de la Alhambra.

¿COMO HONRAR A MARIA?

(Continuación)
de Mons. Tihamet Toth.
Segunda parte del libro El Mesías.
Resumen y actualización.

449.- También al llamarle primogénito de María, san Mateo 1,25 y San Lucas 2,17, de dónde deducen que tuvo otros hijos. Conociendo bien el lenguaje de la Sagrada Escritura sabe que suele llamar primogénito al primer hijo, aunque no hayan tenido después otros; más todavía: San Pablo llama a Jesucristo Primogénito del Padre, Hebreos 1,6.- Además, si Jesucristo hubiera tenido hermanos carnales, hijos de María, ¿quién podría comprender entonces la escena delicada en que el Crucificado deja confiada su Madre a los cuidados de San Juan? Si María hubiera tenido otros hijos, ¿por qué dejarlas en manos de un extraño?

450.- La Virgen María no tuvo más que un Hijo, un Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo.- Todos los demás fieles creyentes, lo somos en el orden de la Gracia, espirituales. Por este Hijo único honramos a María. Todos los homenajes, todo el gozo purísimo, todo el culto con que los pueblos católicos honran hace miles de años a María brotan de este hecho: Ella nos dio a Cristo. Y Cristo nos la dio en San Juan a todos los creyentes; así lo quiso DIOS; y que se preparen los que no quieren creerlo. Y nosotros no tememos lo que farisaicamente parece temen algunos, es a saber: no tememos que el culto de María, hiperdulía, veneración especial; a San José, protodulía, veneración singular, el primero entre iguales; y dulía, veneración de forma general a los Ángeles y Santos, desvíe nuestras almas de Jesucristo, a quien damos culto de latría, adoración, sólo a DIOS, a la Eucaristía y a la Santa Cruz.- No es ninguna muralla ni obstáculo entre nosotros y DIOS, sino por el contrario, es nuestro acicate y nos prepara para ir mejor hacia DIOS. El quiso venir a la tierra por María, pudiendo hacerlo de otras formas; y quiere que nosotros vayamos al Cielo por María, como camino más seguro.

451.- Cristo y María. El culto a María ¿es un obstáculo en el camino que nos conduce a Cristo? Sería realmente obstáculo si fuera verdad la calumnia tan cacareada, la falsedad que nunca podemos refutar bastante: que nosotros adoramos a la Virgen María. A veces se agota toda nuestra fuerza de convicción frente a tal modo de pensar erróneo y obstinado; en vano aducimos pruebas, el final siempre resulta el mismo: vosotros adoráis a María. Y es que a una mente cerrada y a un corazón obstinado, no valen razones; hay que rezar, sufrir, esperar; de todas formas, cuando se mueran, ya lo verán. Los ateos son ciegos en el espíritu; los herejes en toda su diversidad, son tuertos, ven la mitad y a veces menos. Ya hemos dicho antes que la veneramos de forma especial, no la adoramos.

452.- ¿Y por qué rezáis tantas oraciones, dicen otros? ¿Cuántos santuarios, letanías, imágenes? Porque queremos, les podemos decir; porque queremos lo mejor para nuestra Madre, y nadie nos lo puede impedir. Y el mismo Jesús, que aún no quería hacer milagros por no haber llegado su hora, la Virgen adelantó la hora de Jesús en las bodas de Caná; y Jesús, contento de que su Madre le tuviera esa confianza, inspirada por El mismo. Y si quieren poner un poco de atención a las oraciones y letanías, o ir a los lugares de peregrinación, verán que no la adoramos, sino que le pedimos interceda por nosotros: Santa María, Madre de DIOS, ruega por nosotros. Y en otro momento: Ruega por nosotros Santa Madre de DIOS, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. De modo que: ruega por nosotros.

453.- Y en las Letanías, siempre decimos: ruega por nosotros. Nos fijamos en la marcada diferencia que hace nuestra religión sacrosanta entre la adoración de DIOS y el culto a María. En los comienzos de las Letanías, decimos: DIOS Padre Celestial, ten piedad de nosotros. Si, esto es adoración. DIOS Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros. También esto es adoración. DIOS Espíritu Santo, ten piedad o misericordia de nosotros. También esto es adoración. Esta es una voz que adora. Pero seguimos después: Santa María... ¿Y qué decimos? Ruega por nosotros. Y así en todas las que van dirigidas a la Virgen y a los Santos: ruega por nosotros. Esto no es adoración; es intercesión. Y se termina con el Cordero de DIOS, que quitas los pecados del mundo. Ten piedad de nosotros.

454.- ¿Por qué rezáis el Ave María? Porque la rezó el Arcángel Gabriel, que fue enviado por DIOS, y Santa Isabel; lo cuenta San Lucas 1.- No sirve de obstáculo en el camino hacia DIOS, sino que lo facilita; como tampoco lo fue para DIOS al venir a la tierra por medio de Ella, pidiéndole permiso para encarnarse y esperar la respuesta del Hágase. Y si en la Sagrada Escritura, escrita por inspiración del Espíritu Santo, hay una profecía, según la cual a María la llamarán Bienaventurada todas las generaciones, San Lucas 1,48, entonces obran muy bien los que trabajan por la realización de esta profecía y llaman Bienaventurada a la Virgen María.

Annus Sacerdotalis

Continuación

15.- El Cura de Ars consiguió en su tiempo cambiar el corazón y la vida de muchas personas, porque fue capaz de hacerles sentir el amor misericordioso del Señor. Urge también en nuestro tiempo un anuncio y un testimonio similar de la verdad del Amor: Deus caritas est (1 Jn 4, 8). Con la Palabra y con los Sacramentos de su Jesús, Juan María Vianney edificaba a su pueblo, aunque a veces se agitaba interiormente porque no se sentía a la altura, hasta el punto de pensar muchas veces en abandonar las responsabilidades del ministerio parroquial para el que se sentía indigno. Sin embargo, con un sentido de la obediencia ejemplar, permaneció siempre en su puesto, porque lo consumía el celo apostólico por la salvación de las almas. Se entregaba totalmente a su propia vocación y misión con una ascesis severa: «La mayor desgracia para nosotros los párrocos –deploraba el Santo– es que el alma se endurezca»; con esto se refería al peligro de que el pastor se acostumbre al estado de pecado o indiferencia en que viven muchas de sus ovejas30. Dominaba su cuerpo con vigilias y ayunos para evitar que opusiera resistencia a su alma sacerdotal. Y se mortificaba voluntariamente en favor de las almas que le habían sido confiadas y para unirse a la expiación de tantos pecados oídos en confesión. A un hermano sacerdote, le explicaba: «Le diré cuál es mi receta: doy a los pecadores una penitencia pequeña y el resto lo hago yo por ellos»31. Más allá de las penitencias concretas que el Cura de Ars hacía, el núcleo de su enseñanza sigue siendo en cualquier caso válido para todos: las almas cuestan la sangre de Cristo y el sacerdote no puede dedicarse a su salvación sin participar personalmente en el «alto precio» de la redención.

16.- En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio»32. Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: «¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?»33. Así como Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él (cf. Mc 3, 14), y sólo después los mandó a predicar, también en nuestros días los sacerdotes están llamados a asimilar el «nuevo estilo de vida» que el Señor Jesús inauguró y que los Apóstoles hicieron suyo34.

17.- La identificación sin reservas con este «nuevo estilo de vida» caracterizó la dedicación al ministerio del Cura de Ars. El Papa Juan XXIII en la Carta encíclica Sacerdotii nostri primordia, publicada en 1959, en el primer centenario de la muerte de san Juan María Vianney, presentaba su fisonomía ascética refiriéndose particularmente a los tres consejos evangélicos, considerados como necesarios también para los presbíteros: «Y, si para alcanzar esta santidad de vida, no se impone al sacerdote, en virtud del estado clerical, la práctica de los consejos evangélicos, ciertamente que a él, y a todos los discípulos del Señor, se le presenta como el camino real de la santificación cristiana»35. El Cura de Ars supo vivir los «consejos evangélicos» de acuerdo a su condición de presbítero. En efecto, su pobreza no fue la de un religioso o un monje, sino la que se pide a un sacerdote: a pesar de manejar mucho dinero (ya que los peregrinos más pudientes se interesaban por sus obras de caridad), era consciente de que todo era para su iglesia, sus pobres, sus huérfanos, sus niñas de la Providence36, sus familias más necesitadas. Por eso «era rico para dar a los otros y era muy pobre para sí mismo»37. Y explicaba: «Mi secreto es simple: dar todo y no conservar nada»38. Cuando se encontraba con las manos vacías, decía contento a los pobres que le pedían: «Hoy soy pobre como vosotros, soy uno de vosotros»39. Así, al final de su vida, pudo decir con absoluta serenidad: «No tengo nada… Ahora el buen Dios me puede llamar cuando quiera»40. También su castidad era la que se pide a un sacerdote para su ministerio. Se puede decir que era la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía y contemplarla con todo su corazón arrebatado y con el mismo entusiasmo la distribuye a sus fieles. Decían de él que «la castidad brillaba en su mirada», y los fieles se daban cuenta cuando clavaba la mirada en el sagrario con los ojos de un enamorado41. También la obediencia de san Juan María Vianney quedó plasmada totalmente en la entrega abnegada a las exigencias cotidianas de su ministerio. Se sabe cuánto le atormentaba no sentirse idóneo para el ministerio parroquial y su deseo de retirarse «a llorar su pobre vida, en soledad»42. Sólo la obediencia y la pasión por las almas conseguían convencerlo para seguir en su puesto. A los fieles y a sí mismo explicaba: «No hay dos maneras buenas de servir a Dios. Hay una sola: servirlo como Él quiere ser servido»43. Consideraba que la regla de oro para una vida obediente era: «Hacer sólo aquello que puede ser ofrecido al buen Dios»

18.- En el contexto de la espiritualidad apoyada en la práctica de los consejos evangélicos, me complace invitar particularmente a los sacerdotes, en este Año dedicado a ellos, a percibir la nueva primavera que el Espíritu está suscitando en nuestros días en la Iglesia, a la que los Movimientos eclesiales y las nuevas Comunidades han contribuido positivamente. «El Espíritu es multiforme en sus dones… Él sopla donde quiere. Lo hace de modo inesperado, en lugares inesperados y en formas nunca antes imaginadas… Él quiere vuestra multiformidad y os quiere para el único Cuerpo»45. A este propósito vale la indicación del Decreto Presbyterorum ordinis: «Examinando los espíritus para ver si son de Dios, [los presbíteros] han de descubrir mediante el sentido de la fe los múltiples carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos, reconocerlos con alegría y fomentarlos con empeño»46. Dichos dones, que llevan a muchos a una vida espiritual más elevada, pueden hacer bien no sólo a los fieles laicos sino también a los ministros mismos. La comunión entre ministros ordenados y carismas «puede impulsar un renovado compromiso de la Iglesia en el anuncio y en el testimonio del Evangelio de la esperanza y de la caridad en todos los rincones del mundo»47.

Quisiera añadir además, en línea con la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis del Papa Juan Pablo II, que el ministerio ordenado tiene una radical forma comunitaria y sólo puede ser desempeñado en la comunión de los presbíteros con su Obispo 48. Es necesario que esta comunión entre los sacerdotes y con el propio Obispo, basada en el sacramento del Orden y manifestada en la concelebración eucarística, se traduzca en diversas formas concretas de fraternidad sacerdotal efectiva y afectiva 49. Sólo así los sacerdotes sabrán vivir en plenitud el don del celibato y serán capaces de hacer florecer comunidades cristianas en las cuales se repitan los prodigios de la primera predicación del Evangelio.

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Rosario Serrano
soy diseñadora gráfica y profesora de religión y de lengua y literatura
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