HOMILIA 38 - SAn Juan Crisostomo

15:19

En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Yo te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelaste a los pequeñuelos. Sí, ¡oh Padre!, porque así fue beneplácito delante de ti. San Mateo 11,25.

290.- Por cuantos medios nos atrae el Señor a su fe.-
1. Mirad por cuántos medios trata el Señor de atraer a sus oyentes a la fe en Él. En primer lugar, por las alabanzas tributadas a Juan Bautista, pues por el hecho de demostrarles que había sido varón grande y maravilloso afirmaba que eran dignas de crédito las cosas por aquél dichas, por las que justamente el Precursor había tratado de llevarlos a su conocimiento. Segundo, por su propia sentencia de que el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos son los que arrebatan. San Mateo 11,12. Palabras con que el Señor quería incitarlos y aun empujarlos. Tercero, por el hecho de mostrarles que todos los profetas habían ya terminado, puesto que ello ponía bien de manifiesto que Él era el que aquéllos habían de antemano anunciado.

291.- Cuarto, haciéndoles ver que cuanto Él tenía que hacer, todo lo había hecho; que es lo que quiso significar por la comparación de los chiquillos que juegan en la plaza. Quinto, por medio de las maldiciones contra los que no creían, contra los que había dirigido tan terribles amenazas. Sexto, dando gracias, ahora, a su Padre, por los que creen. Porque aquí: Te confieso, Padre, tanto vale como: Te doy gracias, Padre: Te doy gracias, Padre diceporque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes.

292.- El Señor no se alegra de la ceguera de los sabios.-
¿Cómo? ¿Es que el Señor se alegra de que se pierdan los sabios y prudentes y de que no conozcan estas cosas? ¡De ninguna manera! No. Es que el mejor camino de salvación era no forzar los que le rechazaban y no querían aceptar su enseñanza. De este modo, ya que por el llamamiento no habían querido convertirse, sino que lo rechazaron y menospreciaron, por el hecho de sentirse reprobados vinieran a desear su salvación. De este modo también, los que les habían atendido vendrían a ser más fervorosos. Porque el habérseles a éstos revelado estas cosas era motivo de alegría; mas el habérseles ocultado a los otros, no ya de alegría, sino de lágrimas. Y también éstas derramó el Señor cuando lloró sobre Jerusalén. No se alegra, pues, por eso, sino porque lo que no conocieron los sabios, lo conocieron los pequeñuelos. Como cuando dice Pablo: Doy gracias a DIOS porque erais esclavos del pecado, pero obedecisteis de corazón a la forma de doctrina a que fuisteis entregados. Romanos 6,17. No se alegra, pues, Pablo de lo que hubieran sido, sino que gozaron luego de tan altos dones de DIOS.

293.- Quienes son los sabios que rechaza el Señor.-
Llama aquí el Señor sabios a los escribas y fariseos, y habla así para incitar el fervor de sus discípulos, al ponerles delante qué bienes se concedieron a los pescadores y perdieron todos aquellos sabios. Mas, al llamarlos sabios, no habla el Señor de la verdadera sabiduría, que merece toda alabanza, sino de la que aquéllos se imaginaban poseer por su propia habilidad. De ahí que tampoco dijo: “Se les ha revelado a los necios”, sino: A los pequeños, es decir, a los no fingidos, a los sencillos. Y hace ver el Señor que no inmerecidamente, sino con toda razón, fueron privados aquellos presuntos sabios de gozar de estos bienes. Es una nueva lección que nos da de que nos apartemos de toda soberbia y sigamos la sencillez. La misma que Pablo nos reitera, con más energía, cuando escribe: Si alguno entre vosotros cree ser sabio en este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. 1ª Corintios 3,18. Porque así se muestra la gracia de DIOS.

294.- Por qué dirige Jesús su acción de gracias al Padre.-
Mas ¿por qué dirige el Señor su acción de gracias al Padre, cuando fue Él mismo quien hizo eso? Por la misma razón porque en otras ocasiones ruega y suplica a su Padre. Es una manera de mostrarnos el infinito amor que nos tiene, y lo mismo hace aquí. Porque también aquí nos da pruebas de su infinito amor. Por otra parte, les da a entender a aquellos sabios y prudentes que no sólo le habían perdido a Él, sino también a su Padre. Porque lo mismo que Él había mandado a sus discípulos: No arrojéis lo santo a los perros. San Mateo 7,6, cumplíalo Él anticipadamente. Además, de ahí demuestra el Señor que ello era obra principalmente de su propia voluntad y de la del Padre. De la suya propia, porque se alegra y da gracias por el hecho; de la de su Padre, pues tampoco éste lo hizo porque se le hubiera suplicado, sino porque de suyo se movió a ello.

295.- Porque así, dice, fue tu beneplácito. Es decir, porque a ti te plugo. Ahora, por qué les fue esto oculto a escribas y fariseos, oye cómo lo dice Pablo: Porque, buscando establecer su propia justicia, no se sometieron a la justicia de DIOS. Romanos 10,3. Considerad, pues, qué sentirían naturalmente los discípulos al oír al Señor hablar así. Lo que los sabios no habían conocido, lo habían conocido ellos, y lo habían conocido por permanecer pequeñuelos, y lo habían conocido por revelación de DIOS. Lucas, por su parte, cuenta que en el mismo momento en que llegaron los setenta y dos discípulos y le refirieron al Señor lo que les había pasado con los demonios, entonces fue cuando Él se regocijó y dijo estas palabras, que, a par que habían de incitar más su fervor, eran también un aviso a la humildad. San Lucas 10,17-21. Y es que, como naturalmente habían de sentir algún orgullo de haber expulsado a los demonios, también por ahí trata el Señor de reprimirlos. Lo que había sucedido, obra era de revelación divina, no fruto de su propio esfuerzo.

296.- Admonición contra el orgullo.-
2. Justamente, si escribas y fariseos, que se tenían por sabios, habían perdido aquella gracia, a su propio orgullo se lo debían. Luego, si por su orgullo les fue ocultado este conocimiento, temed también vosotros, les dice, y manteneos pequeñuelos. Vuestra pequeñez fue causa de que vosotros gozarais de la revelación, como su orgullo los privó a ellos de ese conocimiento. Porque es de notar que cuando el Señor dice: Se lo escondiste, no por ello afirma que DIOS lo hiciera todo; al modo que cuando dice Pablo: DIOS los entregó a su sentido reprobado y cegó sus pensamientos. Romanos 1,28, no habla ahí de DIOS como quién obró todo eso. No, fueron ellos los que tuvieron la culpa. Así hay que entender aquí lo de ocultar y revelar.

297.- La dignidad única del Hijo.-
Ya que el Señor había dicho: Te confieso, Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeñuelos; por que nadie pensara que hablaba así por no tener Él mismo aquel poder y no ser capaz de hacer lo mismo que el Padre, prosigue diciendo: Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Era como decirles a los discípulos, que se alegraban de haber expulsado a los demonios: ¿Por qué os maravilláis de que os obedezcan los demonios? Todo es mío, todo me ha sido entregado. Mas, ya que oyes la palabra entregado, no por ello te imagines una entrega a la manera humana. Si el Señor la emplea aquí es porque quiere que no nos imaginemos a dos dioses ingénitos. Porque, que Él es engendrado y a par dueño soberano de todas las cosas, por otros muchos testimonios nos lo pone Él de manifiesto. Seguidamente, y para esclarecer aún más tu inteligencia, aún dice el Señor algo más grande: Y nadie conoce al Hijo sino el Padre; ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo.

298.- Los ignorantes pudieran pensar que no hay enlace entre esta sentencia del Señor y lo anteriormente dicho; sin embargo, lo hay y muy estrecho. Y, en efecto, como Él había dicho: Todo me ha sido entregado por mi Padre, prosigue: “¿Y qué maravilla es que sea dueño soberano de todas las cosas, cuando tengo algo más grande que esa soberanía, pues conozco al Padre y soy de su misma sustancia? Porque, veladamente, también esto lo da a entender el Señor por el hecho de ser Él solo quien de este modo conoce al Padre. Decir en efecto: Nadie conoce al Padre sino el Hijo, eso es lo que quiere decir. Y notad el momento en que el Señor dice esto: cuando ya sus discípulos habían recibido en las obras una prueba de su poder, no sólo de haberle visto a Él hacer milagros, sino porque ellos mismos los habían hecho tan grandes en nombre suyo.

299.- Además, como había dicho: Lo has revelado a los pequeñuelos, ahora hace ver que también esta revelación es obra suya: Porque nadie, dice, conoce perfectamente al Padre sino el Hijo y a quien el Hijo se lo quiere revelar. A quién Él quisiere, no a quien se le ordene o se le mande. Ahora bien, si revela al Padre, también se revela a si mismo. Esto, sin embargo, por evidente, lo pasó por alto, y sólo habló de la revelación del Padre, que es lo que hace en todas partes, como cuando dice: Nadie puede venir al Padre sino por mí. San Juan 14, 6. Mas, con esto, otra cosa pretendía también demostrar el Señor, a saber, su perfecta armonía y acuerdo de sentir con el Padre. Tan lejos estoy, parece decir a sus enemigos, de estar en pugna con el Padre, ni de hacerle la guerra, que ni posible es que nadie vaya a Él sino es por mí. Como quiera que lo que señaladamente escandalizaba a los judíos era que, a su parecer, se mostraba contrario a DIOS, esa imaginación trata el Señor de quitarles por todos los medios, y no se preocupa de ello menos, sino más, que de los mismos milagros.

300.- Notemos, sin embargo, que al decir: Nadie conoce al Padre sino el Hijo, no quiere decir que todos en absoluto le desconocieran, sino que el conocimiento que Él tenía del Padre no lo había alcanzado nadie. Lo cual puede igualmente decirse del Hijo. No hablaba aquí el Señor de un DIOS desconocido, del que nadie hubiera tenido noticia, como opinara Marción, sino que aludía al cabal conocimiento que solo Él poseía. Y en este sentido, tampoco al Hijo lo conocemos como se le debe conocer. Es lo mismo que declara Pablo, cuando dice: En parte conocemos y en parte profetizamos.1ª Corintios 13, 9.

301.- “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados”.-
Ahora, cuando con estas palabras ha excitado su deseo y les ha demostrado su inefable poder, convídalos a Sí, diciendo: Venid a mí todos los que estáis cansados y vais cargados, y yo os aliviaré. No éste o aquél, sino todos los que tenéis preocupaciones, sentís tristeza o estáis en pecado. Venid, no porque yo os quiera pedir cuentas, sino para perdonaros vuestros pecados. Venid, no porque yo necesite de vuestra gloria, sino porque anhelo vuestra salvación. Porque yo, dice, os aliviaré. No dijo solamente: os salvaré, sino lo que es mucho más: os pondré en seguridad absoluta.

302.- El yugo suave y la carga ligera.-
Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. No os espantéis, parece decirnos el Señor, al oír hablar de yugo, pues es suave; no tengáis miedo de que os hable de carga, pues es ligera. Pues, ¿cómo nos habló anteriormente de la puerta estrecha y del camino angosto? San Mateo 7,14. Eso es cuando somos tibios, cuando andamos espiritualmente decaídos; porque si cumplimos sus palabras, su carga es realmente ligera. ¿Y cómo se cumplen sus palabras? Siendo humildes, mansos y modestos. Esta virtud de la humildad es, en efecto, madre de toda filosofía. Por eso, cuando el Señor promulgó aquellas sus divinas leyes al comienzo de su misión, por la humildad empezó.

303.- Y lo mismo hace aquí ahora, a par que señala para ella el más alto premio. Porque no sólo, dice, serás útil a los otros, sino que tú mismo, antes que nadie, encontrarás descanso para tu alma. Encontraréis, dice el Señor, descanso para vuestras almas. Ya antes de la vida venidera te da el Señor el galardón, ya aquí te ofrece la corona del combate, y de este modo, a par que poniéndosete Él mismo por dechado, te hace más fácil de aceptar su doctrina.

304.- Exhortación a la humildad.-
3. Porque ¿qué es lo que tú temes, parece decirte el Señor? ¿Quedar rebajado por la humildad? Mírame a mi, considera los ejemplos que yo os he dado y entonces verás con evidencia la grandeza de esta virtud. ¿Veis cómo por todos los medios los conduce a la humildad? Por lo mismo que Él hizo: Aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón. Por el provecho que de ello habían ellos mismos de sacar: Porque encontraréis, les dice, el descanso para vuestras almas. Por las gracias que Él mismo les concede: Porque también yo os aliviaré. Porque nos la hace fácil: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Por modo semejante trata Pablo de persuadirnos diciendo: La presente momentánea tribulación nos produce, sobre toda ponderación, un eterno peso de gloria. 2ª Corintios 4,17.

305.- Pero ¿cómo puede llamar el Señor ligera su carga, cuando nos dice: El que no aborrece a su padre y a su madre; y: El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí; y: El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. San Lucas 14,26-27, 33; cuando nos manda desprendernos hasta de la propia vida? Que te responda Pablo, cuando dice: ¿Quién nos separará de la caridad de Cristo? ¿Acaso la tribulación, o la estrechez, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espalda? Y aquello otro: No merecen los sufrimientos de este siglo entrar en parangón con la gloria venidera que ha de revelarse en nosotros. Romanos 8,35.18. Te respondan los apóstoles, que salen del sanedrín de ser azotados, e iban alegres, porque habían merecido ser deshonrados por el nombre de Jesús. Actos 5,41.

306.- Y si tú tiemblas y te estremeces de sólo oír “yugo” y “carga”, tu miedo no viene de la naturaleza misma de la cosa, sino de tu tibieza. Porque, si fueras decidido y fervoroso, todo se te haría fácil y ligero. De ahí que Cristo, para darnos a entender que también de nuestra parte hemos de trabajar algo, no habló sólo de lo fácil y se calló, ni tampoco sólo de lo pesado, sino que juntó lo uno y lo otro. Nos habló de yugo, pero lo llamó suave; nos habló de la carga, pero la calificó de ligera. Así, ni por excesivamente trabajoso, lo huyeras; ni por excesivamente ligero, lo desdeñaras.

307.- La virtud es menos pesada que el vicio.-
Mas en fin, si, aun con todo eso, todavía te parece la virtud cosa difícil, considera que aún es más difícil el vicio. Y eso justamente da a entender el Señor por el hecho de que no dijo primero: “Tomad mi yugo”, sino ante todo: Venid a mí los que estáis cansados y vais cargados; lo que valía tanto como decir que el pecado produce fatiga y es carga pesada e incomportable. Porque no habló el Señor sólo de “cansados”, sino también de “cargados”. Lo mismo decía también el profeta al describir la naturaleza del mismo pecado: Como carga pesada se aposentaron sobre mí. Salmo 37,5. Y así lo demuestra la experiencia misma. Nada, en efecto, agobia tanto el alma, nada ciega tanto la inteligencia y la abate hasta el suelo, como la conciencia del pecado. Nada, en cambio, presta tan ligeras alas al alma, nada la levanta tanto al cielo, como la posesión de la justicia y virtud.

308.- Si no, mira, ¿Qué más pesado, dime, que no poseer nada, volver la otra mejilla, no poder volver golpe por golpe, morir de muerte violenta? Sin embargo, si abrazamos la divina filosofía, todo eso se nos hará fácil y ligero y hasta se convertirá en una fuente de placer. Más no os alborotéis. Vamos a examinar, puntualmente, cada una de esas cosas y, si os place, empezaremos por lo que a muchos se les antoja por extremo trabajoso. Ahora bien, ¿qué os parece, decidme, más pesado y molesto? ¿No tenerse que preocupar más que de un vientre o llevar ansiosamente la carga de infinitos otros? No tener más que un vestido que ponerse y no buscar nada más o tener las arcas llenas de ropas. Y atormentarse día y noche, temiendo y temblando por su custodia, sufriendo y angustiándose por su deterioro, si los atacará la polilla, si algún esclavo los robará y se irá con ellos.

309.- Sin embargo, cuanto yo diga, no tendrá tanta eficacia para demostrar mi tesis como la experiencia misma de las cosas. Por eso yo quisiera que se nos presentara aquí alguno de los que ya han alcanzado esas cumbres de la filosofía. Y entonces verías claramente el placer que en si encierra la pobreza. Yo os aseguro que ninguno de los que se han enamorado de la pobreza querían hacerse ricos, aunque infinitos se lo ofrecieran. Pero ¿acaso, me replicarás, querrían los ricos ser pobres y dejar esas preocupaciones que tienen? ¿Y qué prueba eso? Eso sólo prueba su locura y la grave enfermedad que sufren, no que la riqueza sea cosa tan suave como tú te imaginas.

310.- Alegría del seguimiento de Cristo.-
4. Bien pudieran atestiguarnos esto mismo aquellos que diariamente se lamentan de tantas preocupaciones y tienen la vida por insoportable. No así los seguidores de Cristo, que ríen y viven jubilosos y se glorían de su pobreza más que los reyes de su diadema. Así, también, si atentamente se mira, volver la otra mejilla es más fácil que volver golpe por golpe. Lo uno es empezar la guerra; lo otro, ponerle fin. Con lo uno se enciende más el fuego del enemigo; con lo otro apagamos hasta el ardor propio. Ahora bien, que no quemarse sea más agradable que abrasarse, es cosa que se le alcanza a todo el mundo. Y si tal sucede con el cuerpo, con mucha más razón en el alma. ¿Qué es más fácil: combatir o recibir la corona, luchar con el pugilato o tener ya en la mano el premio, ser traído y llevado por las olas o arribar al puerto?

311.- Luego también el morir es mejor que el vivir. El morir nos saca de las olas y peligros, el vivir, empero, nos pone en medio de ellos y nos expone a mil asechanzas y necesidades, por las que tú mismo has tenido la vida por incomportable. Y si niegas fe a las palabras, oye a los que contemplaron los rostros de los mártires en tiempo de las persecuciones cómo, azotados y aserrados, estaban radiantes de alegría, y, tendidos sobre sus parrillas, se sentían más gozosos y jubilosos que los que están echados sobre lecho de rosas. De ahí que dijera también Pablo cuando estaba para salir de este mundo, y salir por muerte violenta: Me alegro y me congratulo con todos vosotros; y vosotros, igualmente, alegraos y congratulaos conmigo. Filipenses 2,17-18. ¡Mirad con qué extremos convida a la tierra entera a que tome parte en su alegría! Tan grande bien sabía él que era el viaje de este mundo al otro; tan apetecible, tan amable, tan digna de ser pedida se le aparecía la muerte misma, ella tan espantable para otros.

312.- Tormento del esclavo de la pasión.-
Por muchas otras consideraciones pudiera todavía demostrarse evidentemente que el yugo de la virtud es suave y ligero. Mas consideremos ya, si os place, las cargas que lleva consigo el pecado. Tomemos como ejemplo a los avaros, a esos vendedores y revendedores de desvergonzadas escrituras de pago, títulos y obligaciones. ¿Puede haber carga más pesada que ese negocio? ¡Cuántas angustias, cuántas preocupaciones, cuántos choques, cuantos peligros y asechanzas y guerras no engendran diariamente tales ganancias! ¡Cuántos alborotos y tumultos! Como no es posible contemplar el mar absolutamente en calma, así tampoco es posible que un alma de ésas se halle sin preocupaciones, sin tristezas, sin temores y sin turbación. Unas olas se suceden a otras, y a estas otras, y antes de que unas terminen ya se han levantado otras.

313.- Pero ¿quieres contemplar el alma de los maldicientes y de los iracundos? ¿Y qué tortura habrá peor que ésta? ¿Qué herida más dolorosa que las que éstos llevan dentro? ¿Qué habrá peor que ese horno que siempre arde y que esa llama que nunca se apaga? ¿Qué decir de los que aman los cuerpos y viven apegados a la presente vida? ¿Hay esclavitud más dura que ésa? Ellos viven la vida del mismo Caín, temiendo siempre y temblando; y si uno de los que ellos aman viene a fenecer, lloran en ellos su propia muerte más que si fueran sus mismos allegados. ¿Y qué hay más alborotado y más loco que un soberbio? Aprended de mí, dice el Señor, porque yo soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. La paciencia, en efecto, es la madre de todos los bienes.

314.- Exhortación final: Tomemos sin miedo el yugo del Señor.
No temas, por ende, ni huyas de un yugo que te libra de todos estos males; ponte más bien debajo de él con todo fervor y entonces verás claramente su suavidad. Ese yugo no oprime tu cuello, sino que sólo se te impone por razón de disciplina, para enseñarte a caminar derechamente, para conducirte por el camino real, para preservarte de los abismos a uno y otro lado, para hacerte recorrer con facilidad la senda estrecha. Ahora, pues, ya que tanta es su seguridad, tantos los bienes que nos procura, tanta la alegría, llevemos ese yugo con toda nuestra alma, con todo el fervor de nuestro corazón. De ese modo, hallaremos aquí el descanso para nuestras almas, y alcanzaremos luego los bienes venideros por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén

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HOMILIA 38 - SAn Juan Crisostomo

viernes, 11 de junio de 2010
En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Yo te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelaste a los pequeñuelos. Sí, ¡oh Padre!, porque así fue beneplácito delante de ti. San Mateo 11,25.

290.- Por cuantos medios nos atrae el Señor a su fe.-
1. Mirad por cuántos medios trata el Señor de atraer a sus oyentes a la fe en Él. En primer lugar, por las alabanzas tributadas a Juan Bautista, pues por el hecho de demostrarles que había sido varón grande y maravilloso afirmaba que eran dignas de crédito las cosas por aquél dichas, por las que justamente el Precursor había tratado de llevarlos a su conocimiento. Segundo, por su propia sentencia de que el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos son los que arrebatan. San Mateo 11,12. Palabras con que el Señor quería incitarlos y aun empujarlos. Tercero, por el hecho de mostrarles que todos los profetas habían ya terminado, puesto que ello ponía bien de manifiesto que Él era el que aquéllos habían de antemano anunciado.

291.- Cuarto, haciéndoles ver que cuanto Él tenía que hacer, todo lo había hecho; que es lo que quiso significar por la comparación de los chiquillos que juegan en la plaza. Quinto, por medio de las maldiciones contra los que no creían, contra los que había dirigido tan terribles amenazas. Sexto, dando gracias, ahora, a su Padre, por los que creen. Porque aquí: Te confieso, Padre, tanto vale como: Te doy gracias, Padre: Te doy gracias, Padre diceporque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes.

292.- El Señor no se alegra de la ceguera de los sabios.-
¿Cómo? ¿Es que el Señor se alegra de que se pierdan los sabios y prudentes y de que no conozcan estas cosas? ¡De ninguna manera! No. Es que el mejor camino de salvación era no forzar los que le rechazaban y no querían aceptar su enseñanza. De este modo, ya que por el llamamiento no habían querido convertirse, sino que lo rechazaron y menospreciaron, por el hecho de sentirse reprobados vinieran a desear su salvación. De este modo también, los que les habían atendido vendrían a ser más fervorosos. Porque el habérseles a éstos revelado estas cosas era motivo de alegría; mas el habérseles ocultado a los otros, no ya de alegría, sino de lágrimas. Y también éstas derramó el Señor cuando lloró sobre Jerusalén. No se alegra, pues, por eso, sino porque lo que no conocieron los sabios, lo conocieron los pequeñuelos. Como cuando dice Pablo: Doy gracias a DIOS porque erais esclavos del pecado, pero obedecisteis de corazón a la forma de doctrina a que fuisteis entregados. Romanos 6,17. No se alegra, pues, Pablo de lo que hubieran sido, sino que gozaron luego de tan altos dones de DIOS.

293.- Quienes son los sabios que rechaza el Señor.-
Llama aquí el Señor sabios a los escribas y fariseos, y habla así para incitar el fervor de sus discípulos, al ponerles delante qué bienes se concedieron a los pescadores y perdieron todos aquellos sabios. Mas, al llamarlos sabios, no habla el Señor de la verdadera sabiduría, que merece toda alabanza, sino de la que aquéllos se imaginaban poseer por su propia habilidad. De ahí que tampoco dijo: “Se les ha revelado a los necios”, sino: A los pequeños, es decir, a los no fingidos, a los sencillos. Y hace ver el Señor que no inmerecidamente, sino con toda razón, fueron privados aquellos presuntos sabios de gozar de estos bienes. Es una nueva lección que nos da de que nos apartemos de toda soberbia y sigamos la sencillez. La misma que Pablo nos reitera, con más energía, cuando escribe: Si alguno entre vosotros cree ser sabio en este siglo, hágase necio para llegar a ser sabio. 1ª Corintios 3,18. Porque así se muestra la gracia de DIOS.

294.- Por qué dirige Jesús su acción de gracias al Padre.-
Mas ¿por qué dirige el Señor su acción de gracias al Padre, cuando fue Él mismo quien hizo eso? Por la misma razón porque en otras ocasiones ruega y suplica a su Padre. Es una manera de mostrarnos el infinito amor que nos tiene, y lo mismo hace aquí. Porque también aquí nos da pruebas de su infinito amor. Por otra parte, les da a entender a aquellos sabios y prudentes que no sólo le habían perdido a Él, sino también a su Padre. Porque lo mismo que Él había mandado a sus discípulos: No arrojéis lo santo a los perros. San Mateo 7,6, cumplíalo Él anticipadamente. Además, de ahí demuestra el Señor que ello era obra principalmente de su propia voluntad y de la del Padre. De la suya propia, porque se alegra y da gracias por el hecho; de la de su Padre, pues tampoco éste lo hizo porque se le hubiera suplicado, sino porque de suyo se movió a ello.

295.- Porque así, dice, fue tu beneplácito. Es decir, porque a ti te plugo. Ahora, por qué les fue esto oculto a escribas y fariseos, oye cómo lo dice Pablo: Porque, buscando establecer su propia justicia, no se sometieron a la justicia de DIOS. Romanos 10,3. Considerad, pues, qué sentirían naturalmente los discípulos al oír al Señor hablar así. Lo que los sabios no habían conocido, lo habían conocido ellos, y lo habían conocido por permanecer pequeñuelos, y lo habían conocido por revelación de DIOS. Lucas, por su parte, cuenta que en el mismo momento en que llegaron los setenta y dos discípulos y le refirieron al Señor lo que les había pasado con los demonios, entonces fue cuando Él se regocijó y dijo estas palabras, que, a par que habían de incitar más su fervor, eran también un aviso a la humildad. San Lucas 10,17-21. Y es que, como naturalmente habían de sentir algún orgullo de haber expulsado a los demonios, también por ahí trata el Señor de reprimirlos. Lo que había sucedido, obra era de revelación divina, no fruto de su propio esfuerzo.

296.- Admonición contra el orgullo.-
2. Justamente, si escribas y fariseos, que se tenían por sabios, habían perdido aquella gracia, a su propio orgullo se lo debían. Luego, si por su orgullo les fue ocultado este conocimiento, temed también vosotros, les dice, y manteneos pequeñuelos. Vuestra pequeñez fue causa de que vosotros gozarais de la revelación, como su orgullo los privó a ellos de ese conocimiento. Porque es de notar que cuando el Señor dice: Se lo escondiste, no por ello afirma que DIOS lo hiciera todo; al modo que cuando dice Pablo: DIOS los entregó a su sentido reprobado y cegó sus pensamientos. Romanos 1,28, no habla ahí de DIOS como quién obró todo eso. No, fueron ellos los que tuvieron la culpa. Así hay que entender aquí lo de ocultar y revelar.

297.- La dignidad única del Hijo.-
Ya que el Señor había dicho: Te confieso, Padre, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeñuelos; por que nadie pensara que hablaba así por no tener Él mismo aquel poder y no ser capaz de hacer lo mismo que el Padre, prosigue diciendo: Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Era como decirles a los discípulos, que se alegraban de haber expulsado a los demonios: ¿Por qué os maravilláis de que os obedezcan los demonios? Todo es mío, todo me ha sido entregado. Mas, ya que oyes la palabra entregado, no por ello te imagines una entrega a la manera humana. Si el Señor la emplea aquí es porque quiere que no nos imaginemos a dos dioses ingénitos. Porque, que Él es engendrado y a par dueño soberano de todas las cosas, por otros muchos testimonios nos lo pone Él de manifiesto. Seguidamente, y para esclarecer aún más tu inteligencia, aún dice el Señor algo más grande: Y nadie conoce al Hijo sino el Padre; ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo.

298.- Los ignorantes pudieran pensar que no hay enlace entre esta sentencia del Señor y lo anteriormente dicho; sin embargo, lo hay y muy estrecho. Y, en efecto, como Él había dicho: Todo me ha sido entregado por mi Padre, prosigue: “¿Y qué maravilla es que sea dueño soberano de todas las cosas, cuando tengo algo más grande que esa soberanía, pues conozco al Padre y soy de su misma sustancia? Porque, veladamente, también esto lo da a entender el Señor por el hecho de ser Él solo quien de este modo conoce al Padre. Decir en efecto: Nadie conoce al Padre sino el Hijo, eso es lo que quiere decir. Y notad el momento en que el Señor dice esto: cuando ya sus discípulos habían recibido en las obras una prueba de su poder, no sólo de haberle visto a Él hacer milagros, sino porque ellos mismos los habían hecho tan grandes en nombre suyo.

299.- Además, como había dicho: Lo has revelado a los pequeñuelos, ahora hace ver que también esta revelación es obra suya: Porque nadie, dice, conoce perfectamente al Padre sino el Hijo y a quien el Hijo se lo quiere revelar. A quién Él quisiere, no a quien se le ordene o se le mande. Ahora bien, si revela al Padre, también se revela a si mismo. Esto, sin embargo, por evidente, lo pasó por alto, y sólo habló de la revelación del Padre, que es lo que hace en todas partes, como cuando dice: Nadie puede venir al Padre sino por mí. San Juan 14, 6. Mas, con esto, otra cosa pretendía también demostrar el Señor, a saber, su perfecta armonía y acuerdo de sentir con el Padre. Tan lejos estoy, parece decir a sus enemigos, de estar en pugna con el Padre, ni de hacerle la guerra, que ni posible es que nadie vaya a Él sino es por mí. Como quiera que lo que señaladamente escandalizaba a los judíos era que, a su parecer, se mostraba contrario a DIOS, esa imaginación trata el Señor de quitarles por todos los medios, y no se preocupa de ello menos, sino más, que de los mismos milagros.

300.- Notemos, sin embargo, que al decir: Nadie conoce al Padre sino el Hijo, no quiere decir que todos en absoluto le desconocieran, sino que el conocimiento que Él tenía del Padre no lo había alcanzado nadie. Lo cual puede igualmente decirse del Hijo. No hablaba aquí el Señor de un DIOS desconocido, del que nadie hubiera tenido noticia, como opinara Marción, sino que aludía al cabal conocimiento que solo Él poseía. Y en este sentido, tampoco al Hijo lo conocemos como se le debe conocer. Es lo mismo que declara Pablo, cuando dice: En parte conocemos y en parte profetizamos.1ª Corintios 13, 9.

301.- “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados”.-
Ahora, cuando con estas palabras ha excitado su deseo y les ha demostrado su inefable poder, convídalos a Sí, diciendo: Venid a mí todos los que estáis cansados y vais cargados, y yo os aliviaré. No éste o aquél, sino todos los que tenéis preocupaciones, sentís tristeza o estáis en pecado. Venid, no porque yo os quiera pedir cuentas, sino para perdonaros vuestros pecados. Venid, no porque yo necesite de vuestra gloria, sino porque anhelo vuestra salvación. Porque yo, dice, os aliviaré. No dijo solamente: os salvaré, sino lo que es mucho más: os pondré en seguridad absoluta.

302.- El yugo suave y la carga ligera.-
Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. No os espantéis, parece decirnos el Señor, al oír hablar de yugo, pues es suave; no tengáis miedo de que os hable de carga, pues es ligera. Pues, ¿cómo nos habló anteriormente de la puerta estrecha y del camino angosto? San Mateo 7,14. Eso es cuando somos tibios, cuando andamos espiritualmente decaídos; porque si cumplimos sus palabras, su carga es realmente ligera. ¿Y cómo se cumplen sus palabras? Siendo humildes, mansos y modestos. Esta virtud de la humildad es, en efecto, madre de toda filosofía. Por eso, cuando el Señor promulgó aquellas sus divinas leyes al comienzo de su misión, por la humildad empezó.

303.- Y lo mismo hace aquí ahora, a par que señala para ella el más alto premio. Porque no sólo, dice, serás útil a los otros, sino que tú mismo, antes que nadie, encontrarás descanso para tu alma. Encontraréis, dice el Señor, descanso para vuestras almas. Ya antes de la vida venidera te da el Señor el galardón, ya aquí te ofrece la corona del combate, y de este modo, a par que poniéndosete Él mismo por dechado, te hace más fácil de aceptar su doctrina.

304.- Exhortación a la humildad.-
3. Porque ¿qué es lo que tú temes, parece decirte el Señor? ¿Quedar rebajado por la humildad? Mírame a mi, considera los ejemplos que yo os he dado y entonces verás con evidencia la grandeza de esta virtud. ¿Veis cómo por todos los medios los conduce a la humildad? Por lo mismo que Él hizo: Aprended de mí, porque yo soy manso y humilde de corazón. Por el provecho que de ello habían ellos mismos de sacar: Porque encontraréis, les dice, el descanso para vuestras almas. Por las gracias que Él mismo les concede: Porque también yo os aliviaré. Porque nos la hace fácil: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Por modo semejante trata Pablo de persuadirnos diciendo: La presente momentánea tribulación nos produce, sobre toda ponderación, un eterno peso de gloria. 2ª Corintios 4,17.

305.- Pero ¿cómo puede llamar el Señor ligera su carga, cuando nos dice: El que no aborrece a su padre y a su madre; y: El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí; y: El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. San Lucas 14,26-27, 33; cuando nos manda desprendernos hasta de la propia vida? Que te responda Pablo, cuando dice: ¿Quién nos separará de la caridad de Cristo? ¿Acaso la tribulación, o la estrechez, o la persecución, o el hambre, o la desnudez, o el peligro, o la espalda? Y aquello otro: No merecen los sufrimientos de este siglo entrar en parangón con la gloria venidera que ha de revelarse en nosotros. Romanos 8,35.18. Te respondan los apóstoles, que salen del sanedrín de ser azotados, e iban alegres, porque habían merecido ser deshonrados por el nombre de Jesús. Actos 5,41.

306.- Y si tú tiemblas y te estremeces de sólo oír “yugo” y “carga”, tu miedo no viene de la naturaleza misma de la cosa, sino de tu tibieza. Porque, si fueras decidido y fervoroso, todo se te haría fácil y ligero. De ahí que Cristo, para darnos a entender que también de nuestra parte hemos de trabajar algo, no habló sólo de lo fácil y se calló, ni tampoco sólo de lo pesado, sino que juntó lo uno y lo otro. Nos habló de yugo, pero lo llamó suave; nos habló de la carga, pero la calificó de ligera. Así, ni por excesivamente trabajoso, lo huyeras; ni por excesivamente ligero, lo desdeñaras.

307.- La virtud es menos pesada que el vicio.-
Mas en fin, si, aun con todo eso, todavía te parece la virtud cosa difícil, considera que aún es más difícil el vicio. Y eso justamente da a entender el Señor por el hecho de que no dijo primero: “Tomad mi yugo”, sino ante todo: Venid a mí los que estáis cansados y vais cargados; lo que valía tanto como decir que el pecado produce fatiga y es carga pesada e incomportable. Porque no habló el Señor sólo de “cansados”, sino también de “cargados”. Lo mismo decía también el profeta al describir la naturaleza del mismo pecado: Como carga pesada se aposentaron sobre mí. Salmo 37,5. Y así lo demuestra la experiencia misma. Nada, en efecto, agobia tanto el alma, nada ciega tanto la inteligencia y la abate hasta el suelo, como la conciencia del pecado. Nada, en cambio, presta tan ligeras alas al alma, nada la levanta tanto al cielo, como la posesión de la justicia y virtud.

308.- Si no, mira, ¿Qué más pesado, dime, que no poseer nada, volver la otra mejilla, no poder volver golpe por golpe, morir de muerte violenta? Sin embargo, si abrazamos la divina filosofía, todo eso se nos hará fácil y ligero y hasta se convertirá en una fuente de placer. Más no os alborotéis. Vamos a examinar, puntualmente, cada una de esas cosas y, si os place, empezaremos por lo que a muchos se les antoja por extremo trabajoso. Ahora bien, ¿qué os parece, decidme, más pesado y molesto? ¿No tenerse que preocupar más que de un vientre o llevar ansiosamente la carga de infinitos otros? No tener más que un vestido que ponerse y no buscar nada más o tener las arcas llenas de ropas. Y atormentarse día y noche, temiendo y temblando por su custodia, sufriendo y angustiándose por su deterioro, si los atacará la polilla, si algún esclavo los robará y se irá con ellos.

309.- Sin embargo, cuanto yo diga, no tendrá tanta eficacia para demostrar mi tesis como la experiencia misma de las cosas. Por eso yo quisiera que se nos presentara aquí alguno de los que ya han alcanzado esas cumbres de la filosofía. Y entonces verías claramente el placer que en si encierra la pobreza. Yo os aseguro que ninguno de los que se han enamorado de la pobreza querían hacerse ricos, aunque infinitos se lo ofrecieran. Pero ¿acaso, me replicarás, querrían los ricos ser pobres y dejar esas preocupaciones que tienen? ¿Y qué prueba eso? Eso sólo prueba su locura y la grave enfermedad que sufren, no que la riqueza sea cosa tan suave como tú te imaginas.

310.- Alegría del seguimiento de Cristo.-
4. Bien pudieran atestiguarnos esto mismo aquellos que diariamente se lamentan de tantas preocupaciones y tienen la vida por insoportable. No así los seguidores de Cristo, que ríen y viven jubilosos y se glorían de su pobreza más que los reyes de su diadema. Así, también, si atentamente se mira, volver la otra mejilla es más fácil que volver golpe por golpe. Lo uno es empezar la guerra; lo otro, ponerle fin. Con lo uno se enciende más el fuego del enemigo; con lo otro apagamos hasta el ardor propio. Ahora bien, que no quemarse sea más agradable que abrasarse, es cosa que se le alcanza a todo el mundo. Y si tal sucede con el cuerpo, con mucha más razón en el alma. ¿Qué es más fácil: combatir o recibir la corona, luchar con el pugilato o tener ya en la mano el premio, ser traído y llevado por las olas o arribar al puerto?

311.- Luego también el morir es mejor que el vivir. El morir nos saca de las olas y peligros, el vivir, empero, nos pone en medio de ellos y nos expone a mil asechanzas y necesidades, por las que tú mismo has tenido la vida por incomportable. Y si niegas fe a las palabras, oye a los que contemplaron los rostros de los mártires en tiempo de las persecuciones cómo, azotados y aserrados, estaban radiantes de alegría, y, tendidos sobre sus parrillas, se sentían más gozosos y jubilosos que los que están echados sobre lecho de rosas. De ahí que dijera también Pablo cuando estaba para salir de este mundo, y salir por muerte violenta: Me alegro y me congratulo con todos vosotros; y vosotros, igualmente, alegraos y congratulaos conmigo. Filipenses 2,17-18. ¡Mirad con qué extremos convida a la tierra entera a que tome parte en su alegría! Tan grande bien sabía él que era el viaje de este mundo al otro; tan apetecible, tan amable, tan digna de ser pedida se le aparecía la muerte misma, ella tan espantable para otros.

312.- Tormento del esclavo de la pasión.-
Por muchas otras consideraciones pudiera todavía demostrarse evidentemente que el yugo de la virtud es suave y ligero. Mas consideremos ya, si os place, las cargas que lleva consigo el pecado. Tomemos como ejemplo a los avaros, a esos vendedores y revendedores de desvergonzadas escrituras de pago, títulos y obligaciones. ¿Puede haber carga más pesada que ese negocio? ¡Cuántas angustias, cuántas preocupaciones, cuántos choques, cuantos peligros y asechanzas y guerras no engendran diariamente tales ganancias! ¡Cuántos alborotos y tumultos! Como no es posible contemplar el mar absolutamente en calma, así tampoco es posible que un alma de ésas se halle sin preocupaciones, sin tristezas, sin temores y sin turbación. Unas olas se suceden a otras, y a estas otras, y antes de que unas terminen ya se han levantado otras.

313.- Pero ¿quieres contemplar el alma de los maldicientes y de los iracundos? ¿Y qué tortura habrá peor que ésta? ¿Qué herida más dolorosa que las que éstos llevan dentro? ¿Qué habrá peor que ese horno que siempre arde y que esa llama que nunca se apaga? ¿Qué decir de los que aman los cuerpos y viven apegados a la presente vida? ¿Hay esclavitud más dura que ésa? Ellos viven la vida del mismo Caín, temiendo siempre y temblando; y si uno de los que ellos aman viene a fenecer, lloran en ellos su propia muerte más que si fueran sus mismos allegados. ¿Y qué hay más alborotado y más loco que un soberbio? Aprended de mí, dice el Señor, porque yo soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. La paciencia, en efecto, es la madre de todos los bienes.

314.- Exhortación final: Tomemos sin miedo el yugo del Señor.
No temas, por ende, ni huyas de un yugo que te libra de todos estos males; ponte más bien debajo de él con todo fervor y entonces verás claramente su suavidad. Ese yugo no oprime tu cuello, sino que sólo se te impone por razón de disciplina, para enseñarte a caminar derechamente, para conducirte por el camino real, para preservarte de los abismos a uno y otro lado, para hacerte recorrer con facilidad la senda estrecha. Ahora, pues, ya que tanta es su seguridad, tantos los bienes que nos procura, tanta la alegría, llevemos ese yugo con toda nuestra alma, con todo el fervor de nuestro corazón. De ese modo, hallaremos aquí el descanso para nuestras almas, y alcanzaremos luego los bienes venideros por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén

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soy diseñadora gráfica y profesora de religión y de lengua y literatura
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