Entrado que hubo en Cafarnaún, se le acercó en centurión, suplicándole y diciendo: Mi criado está tendido en casa paralítico y sufre terriblemente. San Mateo 8,5.
183.- La súplica del centurión. 1. El leproso se acercó al Señor cuando éste hubo bajado del monte, y el centurión se le acerca ahora, cuando entra en Cafarnaún. ¿Por qué, pues, ni uno ni otro subieron hasta el monte? Ciertamente que no fue por pereza, pues uno y otro tenían ardiente fe, sino para no interrumpir la instrucción del Señor. Como quiera, el centurión se le acerca y le dice: Señor, mi criado está tendido en casa, paralítico, y sufre terriblemente. Hay quienes dicen que aquí el centurión, para excusarse, le dice al Señor la causa por que no ha traído consigo a su criado, pues no era posible, dicen, traer a cuesta a quien de aquel modo sufría, paralítico, y se hallaba ya para expirar; San Lucas lo afirma expresamente al decir que estaba a punto de morir. San Lucas 7,2. Por mi parte, afirmo que eso fue señal de la grande fe del centurión, fe mayor que la de aquellos que bajaron por el techo al otro paralítico.
184.- Porque, como él sabía muy bien que bastaba un simple mandato para hacer levantarse al enfermo tendido en la cama, tuvo por cosa superflua presentárselo al Señor en persona.¿Qué hace, pues, Jesús? Lo que no vemos hiciera en ninguna otra ocasión. En todas partes le vemos que sigue el deseo de los que le ruegan; pero aquí se adelanta él mismo y no sólo promete la curación del enfermo, sino que se ofrece a ir personalmente a la casa. Más, si Jesús obra así, es porque quiere que conozcamos la virtud del centurión; pues de no haber hecho ese ofrecimiento, sino haber sencillamente dicho: “Marcha y que tu criado quede sano”, nada hubiéramos sabido de ella. Lo mismo hizo con la mujer cananea, si bien por camino contrario.
185.- Aquí, para darte a conocer la grande fe y profunda humildad del centurión. Él mismo, sin ser llamado, se invita a su casa; a la cananea, para el mismo fin, le niega lo que le pide y pone a prueba su perseverancia. Es que era el Señor médico sabio y hábil, que sabe obtener contrarios de contrarios; y la fe del centurión nos la revela por su espontáneo ofrecimiento a ir a su casa, y la de la mujer por la dilación y aun negación de lo que ésta le pedía. Lo mismo hace con Abrahán cuando le dice: No se lo voy a ocultar a mi siervo Abrahán. Génesis 18, 19. Con lo que nos da a entender el amor y solicitud del mismo Abrahán para con los habitantes de Sodoma. Y con Lot, los ángeles se niegan a entrar en su casa, por que así tuviéramos ocasión de conocer la grande hospitalidad de aquel justo.
186.- El centurión tiene fe en la dignidad de Jesús.¿Qué dice, pues, el centurión? Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo... Oigámosle cuantos hemos aún de recibir a Cristo, porque posible es recibirle también ahora. Oigámosle e imitémosle y recibamos al Señor con el mismo fervor que el centurión; porque cuando a un pobre recibes hambriento y desnudo, a Cristo recibes y alimentas. Mas dilo tan sólo con tu palabra, y mi criado, quedará sano. Mira cómo este centurión, a par del leproso, tiene de Cristo la opinión conveniente. Porque tampoco el centurión dijo: “Suplícalo a Dios”, ni “Haz oración y ruega”, sino: Mándalo solamente. Luego, temiendo que por modestia le negara el Señor la gracia, añade: Porque yo también, que al cabo soy sólo un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo al uno: “Ve”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace.
187.- Mas ¿qué tiene que ver, me dirás, que el centurión tuviera esa idea del Señor? Lo que hay que averiguar es si Cristo mismo lo afirmó y confirmó. La observación está muy en su punto. Examinémoslo, pues, y ciertamente hallaremos que sucedió aquí lo mismo que en el caso del leproso. El leproso dijo: Si quieres. Mas nosotros no afirmamos el poder de Cristo por el mero testimonio del leproso, sino por la voz misma de Cristo, pues no sólo no trató de deshacer la suposición del leproso, sino que la confirmó con más fuerza, añadiendo aquellas palabras de suyo superfluas: Quiero, queda limpio, que no tienen otro objeto que convalidar lo que el leproso pensaba. Justo es realmente que consideremos si algo semejante pasó en el caso del centurión y hallaremos que pasó exactamente lo mismo.
188.- Porque fue así que, habiendo dicho el centurión tan grandes cosas y atestiguado tan alto poder del Señor, no sólo no le reprendió, sino que aceptó su testimonio. Y aun hizo más que aceptarlo. Porque no dice simplemente el evangelista que Cristo alabó las palabras del centurión, sino que, para declararnos el extremo de su alabanza, nos dice que hasta le admiró; y no le admiró como quiera, sino delante de todo el pueblo, poniéndoselo por dechado a quién habían de imitar. Advertid cómo todos los que dan testimonio de su poder son admirados por el Señor: Y se maravillaban las muchedumbres sobre su doctrina, porque Él enseñaba como quien tiene autoridad. San Mateo 7, 28-29. Y no sólo no reprendió a las muchedumbres, sino que en su compañía bajó del monte, y, por medio de la curación del leproso: Si quieres, puedes limpiarme; y no sólo no reprendió el Señor al leproso, sino que lo limpió del mismo modo como éste había pedido. Ahora aquí el centurión dice: Dilo sólo con una palabra y mi criado quedará sano. Y el Señor, lleno de maravilla, le contesta: Ni en Israel he hallado fe tan grande.
189.- Un ejemplo contrario: la poca fe de Marta.- 2. Lo mismo puedes ver por un ejemplo contrario. Porque fue así que como Marta no hablara como el centurión, sino que dijo: Todo cuanto a Dios pidieres. San Juan 11,22, te lo dará, no sólo no fue alabada por el Señor, no obstante será tan familiar y amada suya y de las que mucho se habían distinguido en su servicio y regalo, sino que fue reprendida y corregida por no haber hablado debidamente. Le dijo, en efecto, el Señor: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios? San Juan 11, 40. Palabras con que la reprende como si todavía no tuviera fe. Y otra vez, como Marta dijera: Cuanto pidieres a DIOS te lo dará. San Juan 11,25. Jesús, para apartarla de esa idea y hacerle ver que no necesita recibir de nadie, sino que Él es la fuente de los bienes, le dice: Yo soy la resurrección y la vida.
190.- Como si dijera: “No necesito recibir la operación, sino que todo lo obro de mío”. De ahí que admire al centurión y le anteponga al pueblo entero y le honre con la dádiva del reino de los cielos y exhorte a los otros a su imitación. Y por que te des cuenta que así habló el Señor para enseñar a los otros a tener la misma fe del centurión, oye con qué precisión lo dio a entender el evangelista cuando dijo: Y, volviéndose Jesús dice, dijo a los que le acompañaban: Ni en Israel he hallado fe tan grande. Luego sentir altamente del Señor, eso es principalmente obra de la fe, eso nos merece el reino de los cielos y todos los otros bienes.
191.- Jesús concede la gracia al centurión.-Porque no se limitó la alabanza del Señor a solas palabras, sino que, en premio de su fe, le devolvió al centurión su criado sano, le tejió brillante corona de gloria y le prometió dones magníficos, diciendo: Muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán con Abrahán e Isaac y Jacob; mas los hijos del reino serán arrojados fuera. Como el Señor había ya hecho en presencia de los judíos muchos milagros, les habla ya con más libertad. Luego, por que nadie pensara que sus palabras eran de adulación, sino que todos más bien se dieran cuenta de que tales eran los sentimientos del centurión, le dijo a éste: Anda, y, como has creído, así te suceda. Y, en confirmación de las palabras, se siguió inmediatamente la obra: Y el criado quedó sano desde aquel momento. Lo mismo sucedió con la mujer cananea, pues también a ésta le dijo: ¡Oh mujer!, grande es tu fe; que como quieres, te suceda. Y su hija quedó sana. San Mateo 15, 28.
192.- Armonía entre San Mateo y San Lucas.- Este milagro es contado también por Lucas; mas como intercala en su relato circunstancias que parecen discordar con el de Mateo, es menester que resolvamos esta dificultad. ¿Qué dice, pues, Lucas? Envió algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniera. San Lucas 7, 3. Mateo, en cambio cuenta que fue el mismo centurión quien se acercó al Señor y le dijo: Señor, no soy digno... Hay realmente quienes dicen que se trata de dos personas distintas, aunque tengan muchos puntos de parecido. Del primero, en efecto, dice el evangelista: Y nos ha construido una sinagoga y ama a nuestra nación.
192.- Armonía entre San Mateo y San Lucas.- Este milagro es contado también por Lucas; mas como intercala en su relato circunstancias que parecen discordar con el de Mateo, es menester que resolvamos esta dificultad. ¿Qué dice, pues, Lucas? Envió algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniera. San Lucas 7, 3. Mateo, en cambio cuenta que fue el mismo centurión quien se acercó al Señor y le dijo: Señor, no soy digno... Hay realmente quienes dicen que se trata de dos personas distintas, aunque tengan muchos puntos de parecido. Del primero, en efecto, dice el evangelista: Y nos ha construido una sinagoga y ama a nuestra nación.
193.- Del segundo dice Jesús mismo: Ni en Israel he hallado fe tan grande. Del primero ciertamente no dijo: “Muchos vendrán de oriente”; de donde puede concluirse que era judío. ¿Que decir a todo esto? Que esta solución es realmente fácil; lo que hay que averiguar es si es verdadera. A mi parecer, se trata de una sola persona. Entonces objetas, ¿cómo es que Mateo dice que fue el centurión mismo el que dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, y Lucas que le mandó recado de que viniera? A mi modo de ver, lo que Lucas no quiso dar a entender fue la adulación de los judíos, y, por parte del centurión, cómo los que se hallan en la desgracia, por ser inconstantes, cambian fácilmente de propósito. Porque lo probable es que el centurión mismo hubiera querido presentarse al Señor; pero se lo impidieron, por adulación, los judíos, diciéndole: “No, nosotros iremos y te lo traeremos”.
194.- Por lo menos, mirad cómo su recomendación está llena de adulación: Porque es hombre le dicen que ama a nuestra nación y él, a su costa, nos ha construido la sinagoga. Ni siquiera saben en qué han de alabar al centurión. Lo que debían haber dicho era: Quiso venir él personalmente a suplicarte, pero nosotros no se lo consentimos en atención a su desgracia y aquel pobre cuerpo tendido en su casa. Con esto hubieran puesto de relieve la grandeza de la fe del centurión; pero nada de eso dicen. Por envidia, no quisieron descubrir la fe de aquel hombre, sino que prefirieron dejar en la sombra la virtud de aquel por quien habían venido a interceder por que no pareciera demasiado grande. Aquel a quien rogaban y que, pregonando la fe del centurión, fuera ésta, y no ellos, la que conseguía la gracia que pretendían.
195.- La envidia basta para cegar la inteligencia. Mas el que sabe lo secreto, aun a despecho de los judíos, pregonó la fe del centurión. Que este modo de ver sea exacto, óyelo por la interpretación que da Lucas mismo. Dice, en efecto, el evangelista: Cuando Jesús no estaba ya lejos, mandóle el centurión recado diciendo: Señor, no te molestes. Porque no soy digno de que entres bajo mi techo... Cuando el centurión se ve libre de los judíos, entonces es cuando él manda su recado diciendo: “No pienses que por comodidad no he ido yo mismo, sino porque no me tengo por digno de recibirte en mi casa”.
196.- Termina la solución de la desarmonía.-3. Y si Mateo dijo que eso no lo dijo el centurión por medio de sus amigos, sino por sí mismo, nada tiene eso que ver. Porque lo que se trata de averiguar es si uno y otro evangelista ha puesto de relieve el fervor del centurión y la conveniente opinión que tenía de Cristo. Ahora, lo probable es que, después de mandar a sus amigos, fuera también él y entonces pronunciara aquellas palabras. Porque, si Lucas no dio esto, tampoco Mateo lo otro. Lo cual no es contradecirse, sino completar el uno lo omitido por el otro.
197.- Por otra parte, mirad cómo también Lucas, de otro modo, proclamó la fe del centurión al decirnos que su criado estaba a punto de muerte. Y, sin embargo, no por eso se desalentó ni desesperó el centurión, sino que, por encima de todo, tuvo confianza que su criado se salvaría. En fin, el hecho de que Mateo nos cuente haber dicho Cristo: Ni en Israel he hallado fe tan grande, es manifiesta prueba que el centurión no era israelita; sin que a ello se oponga lo que cuenta Lucas de haberles edificado la sinagoga. Cabía, en efecto, que, sin ser judío, les hubiera edificado una sinagoga y fuera amigo de su pueblo.
198.- Se pondera despacio la fe del centurión.Mas no consideréis, os ruego, simplemente las palabras del centurión, sino tened también presente su puesto y entonces veréis la virtud de ese hombre. Porque grande suele ser el tufo de los que están en puestos de mando y ni en las desgracias suelen abajarse. Por lo menos, el cortesano de que nos habla San Juan 4,49, trata de arrastrar al Señor a su casa y le dice: Baja, porque mi hijo está a punto de muerte. No así este centurión, cuya fe es mayor que la de aquellos mismos que bajaron al otro paralítico por el tejado. Porque no exige la presencia corporal ni lleva al enfermo a la vista del médico, lo que supone que no tenía bajos pensamientos sobre el Señor. No, el centurión pensaba lo que se debe pensar de Él, y así le dice: Dilo con una palabra.
199.- Y aun al principio ni siquiera dice: Dilo sólo con una palabra, sino que se contenta con exponerle la enfermedad, pues por su grande humildad no podía él sospechar que Cristo le había de conceder inmediatamente la gracia, y menos que quisiera visitarle en su casa. Por eso, cuando oye que Cristo dice: Yo mismo iré a curarle, entonces es cuando él le replica: Dilo sólo con una palabra. Tampoco su accidente le perturba demasiado, sino que se mantiene filósofo en la misma desgracia, no mirando tanto a la curación de su criado, cuanto a no parecer que hacia algo indiscreto. Y, a la verdad, no fue él quien obligó, sino que Cristo se invitó a sí mismo.
200.- Más aun así temió pasar los límites de su propio merecimiento y atraerse un grave reproche. Habéis visto la prudencia del centurión. Considerad ahora la tontería de los judíos, que le dicen al Señor: Es digno de que le hagas este favor. Porque, cuando debían haber apelado al amor de Jesús, le ponen delante los merecimientos del centurión y ni siquiera saben en qué están de verdad esos merecimientos. No así él, que se confesó totalmente indigno no sólo del beneficio, sino de recibir en su casa al Señor. Por eso, después de decir: Mi criado está tendido en casa, paralítico, no añadió: Dilo con una palabra, pues temía ser indigno de alcanzar aquella gracia. Se contentó con exponer su necesidad. Y hasta después que vio el interés que Cristo le mostraba, tampoco se precipitó, sino que siguió manteniendo la conveniente distancia.
201.- Cómo honra el Señor al centurión.-Tal vez alguno diga por qué Cristo no honró a su vez al centurión. A lo que podemos responder que si le honró y por eminente manera. Primero, en haber aprobado su sentir, lo que se vio sobre todo patente por el hecho mismo de no haber ido el Señor a su casa. Segundo, en haberle introducido en el reino de los cielos y haberle antepuesto a toda la nación judía. Porque fue así que, por haberse él tenido a sí mismo por indigno de recibir a Cristo en su casa, se hizo digno del reino de los cielos y de alcanzar los mismos bienes de que gozó Abrahán. Entonces, me dirás, ¿cómo es que el leproso, que manifestó aún más alto sentir que el centurión, no fue alabado?
202.- Porque el leproso no dijo: “Dilo sólo con una palabra”, sino, lo que es mucho más: Quiérelo sólo. Justamente lo que de DIOS Padre dice el profeta: Todo cuanto quiso, lo hizo. Salmo 113,11; 134, 6. Más también el leproso fue alabado. Porque cuando el Señor le dijo: Ofrece el don que ordenó Moisés en testimonio para ellos, fue como si le dijera: “Tú, por tu fe, los acusarás a ellos”. Por lo demás no era lo mismo que creyera un judío o un extraño al pueblo judío. Ahora bien, que el centurión no era judío, resulta evidente por su cargo mismo de centurión y por las palabras del Señor: Ni en Israel he hallado fe tan grande.
203.- Se prosigue la alabanza de la fe del centurión.-4. Realmente, cosa grande fue que un hombre que no entraba en el catálogo del pueblo judío alcanzara tan alta inteligencia. Porque, a lo que yo entiendo, debió él de contemplar los ejércitos del cielo, o que a Cristo le estaban sometidos las enfermedades, la muerte y todo lo creado, como le estaban a él sus soldados. Por eso dijo: A la verdad, yo soy un hombre sometido a la autoridad de otro. Como si dijera: “Tu eres DIOS, yo soy un hombre; yo estoy bajo autoridad, tú no dependes de nadie. Sí, pues, yo, que soy un hombre y sometido a autoridad, tanto puedo, mucho más podrás tú, que eres DIOS y no dependes de nadie. Es que quiere persuadir al Señor, aun con exceso, que, si pone ese ejemplo, no es porque sea igual uno y otro caso, sino que un poder supera con mucho al otro.
204.- Porque, si yo, viene a decir el centurión, que al cabo soy por naturaleza igual que mis subordinados y me hallo bajo autoridad de otro, tanto puedo por la pequeña excelencia que me viene de mi cargo y nadie me contradice, sino que se cumple lo que yo mando, por muy diversas que sean las órdenes que doy, porque a uno le digo: ”Marcha”, y marcha; y a otro: “Ven”, y viene, mucho más podrás tú. Pero hay algunos que leen así este pasaje: Porque si yo, que soy hombre; aquí puntúan, y siguen: y que tengo soldados a mis órdenes.
205.- Como quiera, considerad, os ruego, cómo aquí mostró el centurión que el Señor domina a la muerte como a un esclavo y que puede Él mandarle como dueño. Porque cuando dice “Ven”, y viene; “Marcha”, y marcha, es como si dijera: “Si tú mandas a la muerte que no venga sobre mi criado, no vendrá”. ¿Veis qué fe tan grande? Lo que más adelante había de ser patente para todos, a saber, que el Señor tiene poder sobre la vida y sobre la muerte, que en su mano está llevar al hombre a las puertas del sepulcro o sacarle de él, eso estableció ya por si mismo el centurión. Y no sólo habló de soldados, sino también de esclavos, lo que constituye grado superior de obediencia.
206.- El centurión, primicia de la gentilidad.-Sin embargo, con tener tan grande fe, todavía se consideraba indigno a sí mismo. Cristo, empero para mostrar que era digno de que Él entrara a su casa, hizo mucho más que entrar: admirarle y proclamarle y darle más de lo que había venido a pedir. Porque había venido a pedir la salud corporal para su criado y se fue con el reino de Dios en las manos. Mirad cómo ya aquí se cumple lo de: Buscad el reino de los cielos y todo eso se os dará por añadidura. San Mateo 6,33. Pues por haber dado muestras de tan grande fe y humildad, no sólo le dio el Señor el cielo, sino la salud de su criado por añadidura.
207.- Y no sólo le honró de ese modo, sino mostrándole quiénes habían de ser excluidos para ser él admitido. Porque ya por el ejemplo de este centurión da a entender el Señor a todos que la salvación viene de la fe, no de las obras de la ley. Por lo que ese don no está sólo al alcance de los judíos, sino también de los gentiles, y hasta más al alcance de éstos que de aquellos: “No penséis dice Cristo que eso se cumple sólo en este centurión, pues la misma cuenta ha de correr para toda la tierra”. Esto decía el Señor profetizando para las naciones e inspirándoles las mejores esperanzas, pues seguramente había entre sus oyentes gentiles de aquella Galilea llamada de las naciones.
208.- No quería el Señor que los gentiles se desalentaran y, de paso, humillaba también la soberbia de los judíos. Sin embargo, porque sus palabras no chocaran a sus oyentes y para no darles asidero de ninguna clase, no trata como tema principal de la vocación de los gentiles, sino sólo de pasada, con ocasión del centurión, ni emplea tampoco el nombre desnudo de gentiles. Porque no dijo: “Muchos de los gentiles vendrán”, sino: Muchos vendrán de oriente y occidente...; lo cual era alusión manifiesta a los gentiles; pero no chocaba tanto a los oyentes, como quiera que su sentido quedaba un poco en la penumbra.
209.- Y no sólo de ese modo suavizó el Señor la aparente novedad de su enseñanza, sino también por el hecho de hablarles del seno de Abrahán en lugar del reino de los cielos. Aquélla era para ellos expresión menos conocida y, por otra parte, la mención de Abrahán había de herirles más vivamente. Por eso mismo tampoco Juan, en su predicación, empezó hablándoles del infierno, sino de algo que a los judíos había de dolerles particularmente: No vengáis diciendo: Tenemos por padre de Abrahán (Mt. 3,9). Con esto consigue el Señor otro fin, y es que no se le tuviera por contrario al Antiguo Testamento.
210.- Pues el que admiraba a los patriarcas y llamaba a su seno suerte o herencia de los buenos, más que sobradamente eliminaba toda sospecha sobre ello. Nadie, pues, piense que se trata de una sola intimidación. No, es doble, tanto en el castigo de los unos como en la alegría de los otros. Doble castigo: no sólo porque perdieron, sino porque perdieron lo que era suyo propio. Doble alegría; no sólo porque alcanzaron, sino por alcanzar lo que no podían ni esperar. Y otra tercera todavía: recibir lo que era de aquéllos. Y llama hijos del reino a aquellos para quienes el reino estaba preparado. Lo cual había de herirles muy vivamente, porque, después de mostrarles que por anuncio y promesa les tocaba a ellos estar en el seno de los patriarcas, a renglón seguido los excluye de él. En fin, como al cabo su amenaza no pasaba por entonces de meras palabras, la confirma con el milagro, como el milagro quedará confirmado por el posterior cumplimiento de la profecía.
209.- Y no sólo de ese modo suavizó el Señor la aparente novedad de su enseñanza, sino también por el hecho de hablarles del seno de Abrahán en lugar del reino de los cielos. Aquélla era para ellos expresión menos conocida y, por otra parte, la mención de Abrahán había de herirles más vivamente. Por eso mismo tampoco Juan, en su predicación, empezó hablándoles del infierno, sino de algo que a los judíos había de dolerles particularmente: No vengáis diciendo: Tenemos por padre de Abrahán (Mt. 3,9). Con esto consigue el Señor otro fin, y es que no se le tuviera por contrario al Antiguo Testamento.
210.- Pues el que admiraba a los patriarcas y llamaba a su seno suerte o herencia de los buenos, más que sobradamente eliminaba toda sospecha sobre ello. Nadie, pues, piense que se trata de una sola intimidación. No, es doble, tanto en el castigo de los unos como en la alegría de los otros. Doble castigo: no sólo porque perdieron, sino porque perdieron lo que era suyo propio. Doble alegría; no sólo porque alcanzaron, sino por alcanzar lo que no podían ni esperar. Y otra tercera todavía: recibir lo que era de aquéllos. Y llama hijos del reino a aquellos para quienes el reino estaba preparado. Lo cual había de herirles muy vivamente, porque, después de mostrarles que por anuncio y promesa les tocaba a ellos estar en el seno de los patriarcas, a renglón seguido los excluye de él. En fin, como al cabo su amenaza no pasaba por entonces de meras palabras, la confirma con el milagro, como el milagro quedará confirmado por el posterior cumplimiento de la profecía.
211.- La profecía y el milagro se apoyan uno a otra.- 5. Así, pues, el que no crea en la salud concedida entonces al criado, por la profecía que ahora se está cumpliendo, crea también en el milagro que se cumplió entonces. Porque también la profecía, aun antes de su cumplimiento, por el milagro entonces cumplido se hizo a todos patente. Por eso justamente hizo primero el Señor la profecía y luego hizo levantarse al paralítico, a fin de confirmar lo por venir por lo presente y lo menor por lo mayor. Porque, a la verdad, que los virtuosos gocen de bienes y los enemigos de la virtud hayan de sufrir calamidades, nada tiene de extraordinario; cosa es conforme a razón y a ley; pero poner derecho a un paralítico, resucitar a un muerto, cosa es que está por encima de la naturaleza.
212.- Sin embargo, no fue poco lo que el centurión contribuyó a esta obra grande y maravillosa según lo significó Cristo mismo diciendo: Marcha y conforme has creído te suceda. ¡Mirad cómo la curación del esclavo proclamó el poder de Cristo y la fe del centurión, a par que confirmaba lo por venir! O, por decir mejor, todo pregonaba de consumo el poder de Cristo, porque no sólo enderezo el cuerpo del criado, sino que, por su milagro, atrajo también a la fe el alma del centurión. Mas no consideréis solamente que el centurión creyó y su criado fue curado; admirad también la rapidez con que fue curado. Esto es lo que el evangelista nos declara al decir: Y el criado quedó sano en el momento mismo.
213.- Lo mismo que había dicho en el caso del leproso: Inmediatamente quedó limpio. Y es así que Cristo no mostraba sólo su poder por el hecho de curar, sino por hacerlo de manera maravillosa, es decir, en un momento. Ni solamente nos aprovechaba por el hecho material de sus milagros, sino constantemente tomaba de pie de ellos para hablarnos del reino de los cielos y atraernos a todos a él. Y aun a los mismos a quienes amenazaba con expulsarlos de él, no les amenazaba porque realmente los quisiera expulsar, sino para infundirles miedo por sus palabras y así atraerlos. Ahora bien, si ni aun así conseguía nada, suya era toda la culpa, como lo es también de cuantos sufren la misma enfermedad que ellos.
214.- También ahora tiene lugar la amenaza de Cristo.-Porque la amenaza del Señor no se cumplió sólo en los judíos, bien fácil es de verlo, sino también entre los creyentes. Hijo del reino era Judas, y a él se dijo como a los otros discípulos: Vosotros os sentaréis sobre doce tronos; San Mateo 19,28; pero vino a parar en hijo del infierno. El etíope, en cambio, que era un extranjero de aquellos que habían de venir de oriente y occidente, alcanzó la corona juntamente con Abrahán, Isaac y Jacob. Y lo mismo se cumple ahora entre nosotros. Porque muchos, dice el Señor, que son primeros serán postreros, y muchos postreros serán primeros. San Mateo 19,30.
215.- Y así lo dice para que ni los unos se desalienten, como si ya no pudieran convertirse, ni se engrían los otros, por estar en pie. Lo mismo había antes profetizado también Juan 3,9: puede Dios, de estas piedras, suscitar hijos a Abrahán. Como realmente esto había de suceder, fue muy de antemano anunciado, a fin de que nadie pudiera escandalizarse por la novedad de la cosa. Pero Juan lo presenta como posible, pues al cabo era hombre; Cristo, como absolutamente cumplidero, ofreciéndonos la prueba de los hechos.
216.- Siempre son posible la caída y la conversión.-No nos engriamos, por ende, los que estamos en pie, sino digámonos a nosotros mismos: El que está en pie, mire no caiga. 1ª Corintios 10, 12. Y tampoco desesperemos si estamos caídos, sino digámonos a nosotros mismos: ¿Acaso el que cae no se levantará? Jeremías 8, 4. Y es así que muchos habían escalado ya la cima misma del cielo, habían dado pruebas de gran continencia, se fueron al yermo y ni por sueños habían mirado a una mujer; pero por haberse, descuidado un poco, les echó el diablo la zancadilla y cayeron al abismo mismo de la maldad. Otros, en cambio, de ahí se levantaron hasta el cielo: abandonaron la escena y el teatro, se alistaron en la vida de los ángeles y dieron pruebas de tal virtud, que llegaron a expulsar los demonios y hacer otros prodigios semejantes.
217.- Llenas están las Escrituras de estos ejemplos, llena también nuestra propia vida. Hombres deshonestos y muelles tapan la boca a los maniqueos, que afirman ser el mal cosa inconmovible. El contexto pide, sin embargo, el sentido obvio de inconmovible o invencible, doctrina con que se consagran al diablo, aflojan las manos de los que quieren esforzarse y trastornan la vida entera. Los que tales doctrinas propalan, no sólo dañan para la vida futura, sino que ya aquí abajo, en cuanto de ellos depende, lo trastornan todo de arriba abajo. La historia de la condenación o del pecado, provocará la historia de la salvación.
218.- Porque ¿quién de los que viven mal se preocupará jamás de la virtud, si tiene por imposible volver a ella, por imposible todo mejoramiento? Si aun ahora, que tenemos las leyes, nos amenazan los castigos, la gloria despierta a muchos, nos espera el infierno, se nos promete el cielo, se reprende a los malos y se alaba a los buenos; si con todo esto, digo, apenas hay quienes se abracen con los trabajos de la virtud, si todo esto quitamos, ¿qué dique habrá para que no se pierda y se corrompa todo?
219.- Caminemos con temor y confianza; con el dolor de la naturaleza, y el gozo de la esperanza.-6. Démonos, pues, cuenta de la malicia diabólica de estas doctrinas y cómo tanto los maniqueos como los que tratan de introducir las teorías del hado se oponen por igual a los legisladores humanos como a los oráculos de DIOS, a la razón natural y al común sentir de todos los hombres: bárbaros, escitas y tracios; a todos absolutamente. Vigilemos, por ende, carísimos, y, dando un adiós a todo eso, caminemos por la senda estrecha a par con confianza y con temor. Con temor, por los precipicios que hay a uno u otro lado de la senda; con confianza, porque tenemos a Jesús por guía.
220.- Caminemos vigilantes y alerta, pues a poco que uno dormite, puede precipitarse en un abismo. No somos nosotros más perfectos que David, y, por haberse un poco descuidado, se despeñó en la sima misma de la maldad. Se despeñó, pero se levantó inmediatamente. No miremos pues, sólo que pecó, sino también que lavó su pecado. Por eso justamente nos conservó la Escritura aquella historia, no para que contemples al caído, sino para que admires al que se levanta y así aprendas, si tú caes, con qué rapidez hay que levantarse. Los médicos escogen las enfermedades más graves, y ésas son las que describen en sus libros y ésas enseñan ellos a curar, a fin de que, ejercitados sus discípulos en las mayores, dominen luego fácilmente las menores. Así también Dios nos ha puesto delante los pecados mayores, con el fin de que quienes los cometen menores, hallen más fácilmente, por aquéllos, la curación de éstos. Pues si los mayores tuvieron remedio, también, y con más razón, lo tendrán los menores.
221.- El ejemplo de David: se pondera la gravedad de su pecado.-Veamos, pues, cómo enfermó y veamos también cuán rápidamente se levantó aquel bienaventurado varón. ¿Qué manera, pues, de enfermedad tuvo David? ¡Cometió un adulterio y un asesinato! Porque no tengo inconveniente en pregonar sus pecados por sus propios nombres. Si el Espíritu Santo no tuvo por vergonzoso que toda esta historia quedara consignada en la Escritura, mucho menos hemos de dejarla nosotros en la sombra. Por mi parte, no sólo la pregono, sino que añado algo más. Quienes la ocultan, ésos particularmente dejan en la sombra la virtud de David. Como le arrebatarían su más brillante corona quienes callaran su combate con el gigante Goliat, así también quienes pasan de largo por toda esta historia.
221.- El ejemplo de David: se pondera la gravedad de su pecado.-Veamos, pues, cómo enfermó y veamos también cuán rápidamente se levantó aquel bienaventurado varón. ¿Qué manera, pues, de enfermedad tuvo David? ¡Cometió un adulterio y un asesinato! Porque no tengo inconveniente en pregonar sus pecados por sus propios nombres. Si el Espíritu Santo no tuvo por vergonzoso que toda esta historia quedara consignada en la Escritura, mucho menos hemos de dejarla nosotros en la sombra. Por mi parte, no sólo la pregono, sino que añado algo más. Quienes la ocultan, ésos particularmente dejan en la sombra la virtud de David. Como le arrebatarían su más brillante corona quienes callaran su combate con el gigante Goliat, así también quienes pasan de largo por toda esta historia.
222.- Pero ¿no parece hay una contradicción en lo que estoy diciendo? Tened un poco de paciencia y ya veréis como tengo razón en lo que digo. Si exagero el pecado y hablo paradójicamente, es porque tengo con creces medios de defensa. ¿Qué es, pues, lo que yo añado? La virtud misma de David, circunstancia que agrava su culpa. No en todos se juzgará todo por igual. Los poderosos, dice la Escritura, serán poderosamente atormentados. Sabiduría 6,7. Y: El que conoce la voluntad de su señor y no lo hace, recibirá muchos azotes Lucas 12, 47.
223.- De manera que donde hay mayor conocimiento, hay también mayor motivo de castigo. De ahí que el obispo, aun cometiendo los mismos pecados que sus súbditos, no sufrirá el mismo castigo, sino mucho más grave que ellos. Tal vez, viendo como exagero la acusación, estáis temiendo y temblando, y os maravilláis como si me vierais andar por entre precipicios. Mas yo estoy tan seguro de este justo, que aun quiero proseguir más adelante, pues cuanto más encarezca la culpa, más alta podré presentar la alabanza de David.
224.- ¿Y qué más, me diréis, puede ya decirse contra él? ¡Mucho más! Mirad el caso de Caín. Lo que éste hizo, no fue sólo un asesinato, sino algo peor que muchos asesinatos: no mató a un extraño, sino a su hermano, y hermano que para nada le había agraviado, sino que había sido más bien agraviado por él; y fue Caín asesino no después de otros muchos asesinos, sino el primer asesino, el primero que inventó semejante abominación. Así aquí. La muerte perpetrada por orden de David no fue solamente un crimen, pues no fue un cualquiera el que la mandó perpetrar, sino un profeta. Y no mata a quien le hubiera agraviado, sino un profeta.
225.- Y no mata a quien le hubiera agraviado, sino a quien había sido por el agraviado, pues le había el rey agraviado en cosa tan sensible como arrebatarle a su mujer, y, sin embargo, tras un crimen, añadió otro. Mirad cómo no tengo consideración alguna con el justo, cómo sin disimulo de ninguna especie os he ponderado sus crímenes. Y, sin embargo, después de haber cargado sobre él todo el peso del pecado, estoy tan seguro de la defensa, que quisiera se hallaran aquí presentes los maniqueos, que son quienes señaladamente hacen mofa de este caso, y también los que están atacados de la herejía de Marción, pues a todos les taparía más que sobradamente las bocas. Ellos dicen que cometió un adulterio y un asesinato; yo no sólo digo eso, sino que añado haber sido doble su asesinato: por razón del que fue asesinado y por la calidad de la persona que cometió ese crimen.
226.- Ejemplo de David: Se describe su admirable penitencia.-7. Porque no es lo mismo que cometa esos crímenes un hombre que fue digno de recibir el Espíritu Santo, que fue colmado de beneficios, que alcanzó tan alto poder y se hallaba ya en aquella edad, que cometerlo otro a quien nada de eso le cupo en suerte. Mas justamente lo admirable de este noble varón está en que, hundido en el fondo mismo de la maldad, no se abatió, ni se desesperó, ni se quedó allí tendido boca arriba después de recibir del diablo tan mortífero golpe, sino que, rápidamente, mejor, inmediatamente y con mayor ímpetu, descargó sobre su enemigo más duro golpe que el que había él recibido.
227.- Imaginad que en la guerra, en pleno fragor del combate, un bárbaro le clava a un noble la lanza en el costado, o un arquero su dardo sobre el pecho, y, añadiéndose una herida a otra herida, cae el noble bañado por todas partes en su sangre; mas, levantándose al punto, dispara su lanza contra el arquero y le deja muerto sobre el campo. Tal sucedió en este caso. Cuanto más ponderemos el golpe recibido, más admirable nos ha de parecer el alma del valiente que, tras recibir tan grave herida, aún tuvo fuerzas para levantarse, ponerse en primera fila y derribar al que le hiriera. Cuán grande hazaña sea ésta, lo saben particularmente aquellos que han caído en graves pecados. El que va por el camino recto, no necesita de alma tan generosa y esforzada para adelantar en él, pues lleva la esperanza por compañera y ésta le unge para el combate, ésta le despierta, le templa y anima como el que, después de mil coronas, trofeos y victorias, sufre grave descalabro, la necesita para emprender nuevamente la misma carrera.
228.- Para declararos mejor lo que os digo, voy a poneros otro ejemplo que no le va en zaga al primero. Imaginad, os ruego, un piloto que, después de cruzar mares infinitos, después de navegar el mar entero, después de mil tormentas, escollos y olas, naufraga, con rico cargamento, en la boca misma del puerto y a duras penas se salva, desnudo, del terrible naufragio. ¿Cómo mirará, posiblemente, este hombre el mar, la navegación y sus trabajos? De no poseer un alma de temple muy generoso, ¿querrá ese tal ver más una costa, una embarcación, un puerto? Yo creo que no. Lo que hará será esconderse, tendrá el día por noche y renunciará a toda aventura. Antes pasará la vida mendigando que exponerse otra vez a los mismos peligros.
229.- La gloria de David después de su pecado.- No obró así aquel bienaventurado varón. Después de sufrir tan gran naufragio, después de tantos trabajos y sudores perdidos, no permaneció escondido, sino que nuevamente remolcó su nave al mar, desplegó las velas, empuñó el timón y arrostró los mismos trabajos y reunió más cuantiosa riqueza que de primero. Ahora bien, si mantenerse en pie es digno de admiración, y también no quedar del todo tendido el que cayera, ¿qué coronas no merecerá quien se levanta y obra tales hazañas? Y, a la verdad, muchas cosas pudieran haberle llevado a la desesperación: primero, la grandeza misma de su pecado; luego, haber tenido tan grave caída, no a los comienzos de su vida, cuando la esperanza tiene más brío, sino al acabamiento de ella.
230.- El navegante no siente el mismo dolor si sufre naufragio apenas salido del puerto que si después de infinitas travesías viene a chocar con un escollo; en tercer lugar, haber sufrido aquel desastre después que había reunido tan grandes riquezas. No era, en efecto, pequeña la carga que llevaba entonces su nave. Por ejemplo, los hechos de su primera edad, cuando era sólo un pastorcillo; su combate con Goliat, cuando alcanzó tan brillante victoria; su filosofía para con Saúl. Aquí, en efecto, mostró paciencia evangélica, pues teniendo mil veces a su enemigo en su mano, le perdonó siempre la vida, en vez de matar a quien injustamente le perseguía. Ni fueron tampoco pequeños sus merecimientos después que subió al trono. Y, aparte de todo lo dicho, la opinión en que todos le tenían. Venirse a tierra de aquel modo toda aquella brillante gloria, no era cosa para producirle al rey menudo alboroto. Pero ya no podía adornarle tanto la púrpura cuanto le abochornaba la mancha de su pecado.
231.- David, después de su muerte, es protección de los suyos.8. Ahora bien, vosotros sabéis perfectamente qué valor se requiere para consentir que nuestros pecados se pregonen a voz de trompeta, y qué grandeza de alma ha menester para no abatirse el que se ve acusado de todo el mundo y tiene tantos testigos de sus culpas. Mas aquel noble varón, arrancando de su alma todos esos dardos, de tal modo brilló después de su caída, tan perfectamente limpió su mancha, tan puro se volvió, que, aun después de muerto, vino a servir de protección contra los pecados de sus descendientes. Y lo que DIOS dijo de Abrahán, vemos que lo dijo también de David, o, por mejor decir, más de David que de Abrahán. Del patriarca, en efecto, dijo así: Me he acordado del testamento que establecí con Abrahán. Éxodo 2,24.
232.- Mas con David no habla DIOS de testamento, sino ¿de qué? Por amor de David, siervo mío, yo seré escudo de esta ciudad. Isaías 37, 35. Y por amor también a David no permitió DIOS que Salomón, no obstante haber cometido tan grave pecado, perdiera su reino; y fue tanta la gloria de aquel hombre, que Pedro, dirigiendo, después de tantos años, la palabra a los judíos, les decía: Séame permitido deciros con libertad acerca de nuestro padre David, que murió y fue sepultado. Actos 2,29. El mismo Cristo, en fin, disputando con los judíos, les hace ver que David, aun después de su pecado, fue digno de recibir tanto espíritu, que nuevamente profetizó acerca de su divinidad y con palabras justamente de David hace Él enmudecer a sus enemigos: ¿Cómo, pues, David, en espíritu, le llama Señor, diciendo: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha”? San Mateo 22, 43.
233.- Además, lo que se cumplió en Moisés, se dio también en David. Pues fue así que DIOS castigo a María, aun contra la voluntad de Moisés, por haber ofendido a su hermano, mostrando así DIOS cuánto amaba a aquel santo, y vengó a David de la injuria de su hijo, a pesar de que él no quería la venganza. Ahora bien, también estos hechos son bastantes, o, por mejor decir, estos hechos, mejor que cualesquiera otros, son bastantes para demostrar la virtud de David, pues cuando DIOS da su fallo, no cabe ya averiguación de ninguna clase. Y si más particularmente queréis conocer su filosofía, no tenéis más que recorrer su historia después de su pecado, y allí veréis su confianza y su amor para con DIOS, su adelantamiento en la virtud y su perfección hasta su último aliento.
234.- Exhortación final: Aprendamos de David.-Teniendo, pues, ante los ojos esos ejemplos, vigilemos y esforcémonos por no caer, y, si alguna vez cayéremos, por no quedarnos en el suelo. Porque no os he contado los pecados de David para llevaros a la desidia, sino para infundiros un santo temor. Porque si él, que era justo, por haberse un tanto descuidado, tales golpes y heridas recibió, ¿qué no sufriremos nosotros si somos tibios todos los días? No miréis, pues, que cayó y justifiquéis con ello vuestra tibieza; mirad más bien cuántas y cuán grandes cosas hizo aun después de caído: cuántos gemidos exhaló, cuán grande penitencia practicó, juntando los días a las noches; qué fuentes de lágrimas derramó, regando con ellas su lecho. Salmo 6, 7; vestido, por añadidura, de saco. Salmo 34,18; 68,12.
235.- Ahora bien, si a David le fue necesaria tan grande conversión, ¿cuándo nos podremos salvar nosotros, que, después de cometer tantos pecados, permanecemos insensibles? Porque el que tiene grandes merecimientos, con ellos puede echar como una sombra sobre sus pecados; pero el que está desnudo, dondequiera le diere un dardo, recibe golpe mortal. Porque así no suceda, armémonos de buenas obras, y, si algún pecado cometiéremos, lavémoslo inmediatamente. Así, viviendo por DIOS la presente vida, mereceremos gozar de la venidera. Dicha que os deseo por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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