HOMILIA 29ª

16:18

Habiendo Jesús montado en la barca, pasó al otro lado y vino a su propia ciudad. Y he aquí que le presentaron un paralítico echado sobre un lecho. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados. San Mateo 9,1.

306.- Los dos paralíticos del Evangelio.
1. Llama aquí el evangelista a Cafarnaún la ciudad propia de Jesús. Porque en Belén nació, en Nazaret se crió y en Cafarnaún tenía ahora su morada. Respecto del paralítico, no es éste el mismo de que nos habla Juan. El de Juan estaba tendido junto a la piscina; éste en Cafarnaún. El de Juan lleva treinta y ocho años enfermo; del de Mateo no se nos dice tal circunstancia. El de la piscina no tenía a nadie que se cuidara de él; este de Cafarnaún tiene quienes le cuidan y le llevan a presencia de Jesús. Al uno le dice el Señor: Hijo, tus pecados te son perdonados. Al otro le preguntó sencillamente: ¿Quieres ser curado? San Juan 5,6.

307.- A éste le curó el Señor en día de sábado, a aquél no en sábado. De haber sido en sábado, también de esto le hubieran recriminado los judíos. Mas así en el otro caso le persiguieron por eso con saña, aquí no chistaron. No sin razón digo todo esto; pues, suponiendo que se tratara de uno solo y el mismo paralítico, alguien pudiera imaginar una discrepancia entre los dos evangelistas. Pero considerad ahora, os ruego, la mansedumbre y modestia del Señor. Efectivamente, ya antes había despedido a la muchedumbre; luego, expulsado por los gadarenos, no opuso resistencia, sino que se retiró, aunque no lejos ciertamente. Ahora monta en la barca para pasar el lago, cuando Él podía muy bien atravesarlo andando sobre las olas.
Es que no quería estar constantemente haciendo milagros para no perjudicar a la razón misma de su Encarnación.

308.- Por lo demás, Mateo cuenta simplemente que le llevaron al Señor el paralítico; los otros evangelistas añaden que abrieron un boquete por el techo y por él lo bajaron y lo pusieron delante de Cristo, sin decir palabra, pues todo lo dejaban en manos del Señor. Al comienzo de su misión era el Señor mismo el que iba de una parte a otra y no exigía tanta fe a los que se le acercaban; pero aquí fueron ellos los que se le acercaron y se les exigió fe: Porque, viendo la fe de ellos, dice el evangelista, es decir, la fe de los que lo descolgaron por el tejado; mas, a decir verdad, también aquí hubo fe por parte del enfermo; pues, de no haber creído, no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo.

309.- Cómo demuestra el Señor su Divinidad.
Como todos, pues, daban tan grandes pruebas de fe, el Señor la dio de su poder perdonando con absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el Padre. Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba, pues lo hacía como quien tiene autoridad; en el caso del leproso, diciendo: Quiero, queda limpio; en el del centurión, porque habiendo éste dicho: Mándalo con una sola palabra; con los demonios, porque éstos le confesaron por su juez y Él los expulsó con autoridad. Aquí, empero, por modo más eminente, obliga a sus propios enemigos a que confiesen su igualdad con el Padre, y por boca de ellos hace Él que esta verdad quede patente.

310.- Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el honor de los hombres, y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que amurallaban toda entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los pecados. Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y tratando de atacarle, lograron aun contra su voluntad, que brillara más la gloria del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus émulos para manifestación del milagro.

311.- Sólo DIOS puede perdonar los pecados.-
El caso fue que éstos se alborotaron y dijeron: Éste está blasfemando. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo DIOS? Veamos qué hace entonces el Señor. ¿Acaso les quitó esa idea? Sin embargo, si Él no era igual al Padre, su deber era haber dicho: “¿A qué me atribuís una idea que no me conviene? ¡Yo estoy muy lejos de tener ese poder!”. Pero la verdad es que nada de esto dijo, sino que afirmó y confirmó todo lo contrario, primero por voz misma de sus enemigos y luego por su propio milagro. Como tal vez hubiera chocado a sus oyentes si Él hubiera dicho ciertas cosas de sí mismo, Él se limita a confirmar lo que de Él dicen los otros.

312.- Y lo de verdad maravilloso, lo que es el colmo de su sabiduría, es que no lo hace sólo por medio de sus amigos, sino también por medio de sus enemigos. Por medio de sus amigos, por ejemplo, cuando dijo: Quiero, queda limpio; o con ocasión del centurión: Ni en Israel he hallado fe tan grande. Y por medio de sus enemigos ahora. Éstos dijeron: ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Y Él les replicó: Pues por que veáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar pecados sobre la tierra: Levántate, dice al paralítico, toma tu camilla y márchate a tu casa. Y no procedió así sólo en esta ocasión.

313.- Como otra vez le dijeran: No te apedreamos por obra alguna buena, sino porque, siendo hombre, te haces a ti mismo DIOS; Él no rectificó tampoco entonces esa opinión, sino que más bien la confirmó diciendo: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, si a mí no me creéis, creed por lo menos a mis obras. San Juan 10,33.

314.- Nueva prueba que da aquí el Señor de su Divinidad.
2. Mas otra prueba, y no pequeña, da aquí el Señor de su Divinidad y de su igualdad con el Padre. Sus émulos decían que sólo a DIOS toca perdonar los pecados; pero Jesús no sólo perdona los pecados, sino que, antes de ello, hace otra cosa que también le toca exclusivamente a DIOS: descubrir los íntimos secretos del corazón. Porque ellos ya se guardaron bien de manifestar lo que pensaban: He aquí, dice el evangelista, que algunos de los escribas decían dentro de sí: Éste está blasfemando. Y, conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué estáis pensando mal en vuestros corazones.

315.- Ahora bien, que conocer los íntimos secretos del corazón pertenezca sólo a DIOS, oídlo cómo lo dice el profeta: Tú solo, absolutamente solo, conoces los corazones. 2º Par 6,30. Y otra vez: Dios escudriña los corazones y los riñones. Salmo 7,10. Y Jeremías 17,9 dice: Profundo es, sobre todas las cosas, el corazón del hombre; un hombre es, ¿y quién lo conocerá? Y: El hombre mira a la cara, pero DIOS penetra en el corazón. 1º Reyes 16, 7. Y así pudieran aducirse muchos otros testimonios para probar que sólo de DIOS es conocer lo que hay en nuestro pensamiento.

316.- Para mostrar, pues, Cristo que es DIOS e igual a su Padre, les descubre y pone delante de todos lo que ellos dentro de sí pensaban, pues ellos mismos, por miedo a la muchedumbre, no se atrevían a manifestar su sentir, siquiera aun esto lo haga con mucha mansedumbre: ¿Por qué, les dice, pensáis mal en vuestros corazones? Realmente, si alguno tenía motivo de molestarse era justamente el enfermo, que podía sentirse poco menos que burlado y decir: ¿Con que he venido a curarme de una cosa y me curas de otra? ¿Y cómo me constará a mí que se me han perdonado mis pecados? Mas lo cierto es que el enfermo nada semejante dice, sino que se entrega totalmente en manos de su médico divino; mas los otros; gentes curiosas y envidiosas, no hacen sino poner tropiezos a los beneficios de los demás.

317.- De ahí la reprensión de Cristo, siquiera se la haga con mucha moderación: “Si no creéis, dice, a mis anteriores palabras y las tenéis por pura baladronada, ahora voy a añadir otra cosa, que es revelaros vuestros íntimos pensamientos, y a ésta todavía otra. ¿Qué otra? El dar firmeza al cuerpo del paralítico. Y notemos que al hablar al paralítico no mostró con mucha claridad su propia autoridad, pues no dijo: “Yo te perdono tus pecados”, sino: Tus pecados sean perdonados. Mas una vez que a ello le forzaron sus enemigos, entonces manifiesta con toda evidencia su propia autoridad, diciendo: Pues por que veáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar pecados sobre la tierra...

318.- Mirad cuán lejos está el Señor de no querer que se le tenga por igual al Padre; pues no dijo que el Hijo del hombre necesita de otro, ni que otro le dio a Él poder, sino que tiene poder. Mas ni aun eso lo dice por ambición de gloria, sino porque quiero persuadiros, dice, de que no blasfemo cuando me hago a mi mismo igual al Padre. Siempre muestra el Señor interés en presentar pruebas claras e irrefutables. Por ejemplo, cuando le dice al paralítico: Anda y preséntate al sacerdote; o cuando vemos a la suegra de Pedro que le sirve, o cuando permitió que la piara de puercos se despeñara al lago. Exactamente así procede también aquí: la prueba del perdón de los pecados es la curación del paralítico, y la prueba de la curación, haber cargado con su propia camilla a cuestas. Nadie, pues, podía imaginar que se trataba allí de pura fantasmagoría. Mas el Señor no hace el milagro antes de preguntarles: ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Toma tu camilla y márchate a tu casa? Como si dijera: ¿Qué os parece más fácil a vosotros: fortalecer un cuerpo sin vigor o absolver los pecados del alma?

319.- Evidentemente más fácil es fortalecer el cuerpo que perdonar al alma. La diferencia que va del alma al cuerpo, ésa va de perdonar a curar. Mas el perdón es invisible, y la curación visible; yo, pues, antepongo lo menos a lo más, a fin de que lo más e invisible quede demostrado por lo menos y visible. Con lo que anticipadamente y por vía de hecho revelaba el Señor lo que de Él había dicho Juan: Éste es el que quita los pecados del mundo. San Juan 1,29.

320.- Cristo, Creador del alma y del cuerpo.-
3. Una vez, pues, que el Señor hizo levantarse al paralítico, le mandó a su casa; con lo que demostraba cuán ajeno era Él a todo orgullo y que la curación del enfermo no era tampoco pura fantasía, como que hace testigos de ella a los mismos que lo habían sido de la enfermedad. Yo por mi parte, parece decir el Señor, bien hubiera querido curar por medio de tu mal a los que parecen estar sanos, pero que están realmente enfermos del alma; pero como éstos rehúsan la salud, vete a tu casa y cura a los que hay en ella. Mirad como el Señor se manifiesta creador del alma y del cuerpo, pues cura a una y otra naturaleza y nos hace patente lo oscuro por lo claro, lo invisible por lo visible.

321.- Las turbas no comprenden la Divinidad de Jesús.-
Las turbas, sin embargo, siguen aún arrastrándose por el suelo. Porque glorificaban a DIOS, dice el evangelista, que había dado tal poder a los hombres. Es que la carne se les ponía delante. Mas el Señor no les reprende, sino que continúa en su empeño de despertarlos y levantar sus pensamientos por medio de sus milagros. Por de pronto, no era poco que le consideraran como el mayor de los hombres y que había venido de DIOS. Realmente, si hubieran mantenido con firmeza esta idea, poco a poco y por sus pasos contados hubieran reconocido también que Jesús era Hijo de DIOS.

322.- Pero no supieron mantenerla con claridad y por ello no pudieron tampoco pasar adelante hasta el reconocimiento de la filiación divina de Cristo. Decían en efecto: Este hombre no viene de DIOS. ¿Cómo puede venir de DIOS este hombre? San Juan 9, 16. Y así daban continuamente vueltas a lo mismo, haciendo de sus vacilaciones capa de sus propias pasiones. Exactamente como lo hacen ahora algunos que, pretendiendo vengar a DIOS, lo que hacen es satisfacer sus propias pasiones. Nuestro deber es tratar todas las cosas con moderación y modestia.

323.- Mansedumbre con que hay que corregir a los que pecan.
Sí, todo hemos de tratarlo con mansedumbre, pues el que es DIOS del universo y que puede disparar su rayo contra quienes blasfeman contra Él, hace precisamente salir su sol sobre ellos y les envía sus lluvias y les procura copiosamente todos los otros beneficios. A DIOS debemos imitar nosotros, y, por ende, suplicar, exhortar y corregir con toda mansedumbre, no con ira y furor. A DIOS, ningún daño le viene de la blasfemia, para que tú te irrites; el blasfemo mismo es el que recibe una herida mortal. Gime, pues, por él, laméntate por su daño, pues realmente bien merece que se lo llore. Y, por otra parte, nada como la mansedumbre puede curar al pobre herido, pues la mansedumbre es más fuerte que la violencia. Mirad, si no, cómo es el mismo DIOS, que es injuriado, nos habla tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo nos dice: Pueblo mío, ¿qué te he hecho? Miqueas 6,3. Y en el Nuevo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Hechos 9, 4. Y también Pablo nos manda corregir con mansedumbre a los que resisten a la verdad. 2ª Timoteo 2,25.

324.- El Señor mismo, en ocasión que se le acercaron sus discípulos, pidiéndole que bajara fuego del cielo, los reprendió fuertemente diciéndoles: No sabéis a qué espíritu pertenecéis. San Lucas 9,54. Y en la ocasión presente no exclamó tampoco: “¡Oh hombres abominables y hechiceros! ¡Oh envidiosos y enemigos de la salud de los hombres!”, sino que dijo sencillamente: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Hay, por ende, que curar la enfermedad con mansedumbre. Porque el que se convierte puramente por temor humano, pronto volverá otra vez al mal.

325.- De ahí que mandara el Señor dejar la cizaña, dando tiempo para la penitencia. Muchos, en efecto, que eran antes malos, hicieron así penitencia y se convirtieron en buenos, como Pablo, el publicano y el ladrón. Los que antes eran cizaña, vinieron a ser así trigo maduro. Esto no es posible en las semillas; pero en la libertad es cosa fácil y hacedera, puesto que nuestra voluntad no está ligada por los límites de la naturaleza, sino dotada gloriosamente de libre albedrío.

326.- Exhortación final: Imitemos a los buenos médicos, que aplican variedad de remedios.
Cuando veas, pues, a un enemigo de la verdad, procura curarlo, cuídale, trata de volverle a la virtud, dale ejemplo con tu vida intachable, preséntale un razonamiento irrefutable, procúrale protección y ayuda, no dejes piedra por mover para su corrección. Imita en esto a los buenos médicos, que no curan de un solo modo. Cuando ven que el mal no cede al primer remedio, aplican otro, y tras éste otro, y unas veces cortan y otras vendan. Sed, pues, también vosotros médicos de las almas y emplead todos los procedimientos de curación, conforme a las leyes de Cristo.

327.- De este modo recibiréis galardón de vuestra propia salud y también de la de los otros; y, haciéndolo todo para gloria de DIOS, por ahí seréis también vosotros glorificados. Porque a los que me glorifican, yo los glorificaré, dice el Señor, y los que me desprecian, serán despreciados. 1º de Reyes 2,30. Hagámoslo, pues, todo para gloria de DIOS, a fin de alcanzar aquella bienaventurada herencia, que a todos os deseo por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

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HOMILIA 29ª

martes, 7 de julio de 2009
Habiendo Jesús montado en la barca, pasó al otro lado y vino a su propia ciudad. Y he aquí que le presentaron un paralítico echado sobre un lecho. Y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Confía, hijo, tus pecados te son perdonados. San Mateo 9,1.

306.- Los dos paralíticos del Evangelio.
1. Llama aquí el evangelista a Cafarnaún la ciudad propia de Jesús. Porque en Belén nació, en Nazaret se crió y en Cafarnaún tenía ahora su morada. Respecto del paralítico, no es éste el mismo de que nos habla Juan. El de Juan estaba tendido junto a la piscina; éste en Cafarnaún. El de Juan lleva treinta y ocho años enfermo; del de Mateo no se nos dice tal circunstancia. El de la piscina no tenía a nadie que se cuidara de él; este de Cafarnaún tiene quienes le cuidan y le llevan a presencia de Jesús. Al uno le dice el Señor: Hijo, tus pecados te son perdonados. Al otro le preguntó sencillamente: ¿Quieres ser curado? San Juan 5,6.

307.- A éste le curó el Señor en día de sábado, a aquél no en sábado. De haber sido en sábado, también de esto le hubieran recriminado los judíos. Mas así en el otro caso le persiguieron por eso con saña, aquí no chistaron. No sin razón digo todo esto; pues, suponiendo que se tratara de uno solo y el mismo paralítico, alguien pudiera imaginar una discrepancia entre los dos evangelistas. Pero considerad ahora, os ruego, la mansedumbre y modestia del Señor. Efectivamente, ya antes había despedido a la muchedumbre; luego, expulsado por los gadarenos, no opuso resistencia, sino que se retiró, aunque no lejos ciertamente. Ahora monta en la barca para pasar el lago, cuando Él podía muy bien atravesarlo andando sobre las olas.
Es que no quería estar constantemente haciendo milagros para no perjudicar a la razón misma de su Encarnación.

308.- Por lo demás, Mateo cuenta simplemente que le llevaron al Señor el paralítico; los otros evangelistas añaden que abrieron un boquete por el techo y por él lo bajaron y lo pusieron delante de Cristo, sin decir palabra, pues todo lo dejaban en manos del Señor. Al comienzo de su misión era el Señor mismo el que iba de una parte a otra y no exigía tanta fe a los que se le acercaban; pero aquí fueron ellos los que se le acercaron y se les exigió fe: Porque, viendo la fe de ellos, dice el evangelista, es decir, la fe de los que lo descolgaron por el tejado; mas, a decir verdad, también aquí hubo fe por parte del enfermo; pues, de no haber creído, no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo.

309.- Cómo demuestra el Señor su Divinidad.
Como todos, pues, daban tan grandes pruebas de fe, el Señor la dio de su poder perdonando con absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el Padre. Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba, pues lo hacía como quien tiene autoridad; en el caso del leproso, diciendo: Quiero, queda limpio; en el del centurión, porque habiendo éste dicho: Mándalo con una sola palabra; con los demonios, porque éstos le confesaron por su juez y Él los expulsó con autoridad. Aquí, empero, por modo más eminente, obliga a sus propios enemigos a que confiesen su igualdad con el Padre, y por boca de ellos hace Él que esta verdad quede patente.

310.- Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el honor de los hombres, y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que amurallaban toda entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los pecados. Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y tratando de atacarle, lograron aun contra su voluntad, que brillara más la gloria del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus émulos para manifestación del milagro.

311.- Sólo DIOS puede perdonar los pecados.-
El caso fue que éstos se alborotaron y dijeron: Éste está blasfemando. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo DIOS? Veamos qué hace entonces el Señor. ¿Acaso les quitó esa idea? Sin embargo, si Él no era igual al Padre, su deber era haber dicho: “¿A qué me atribuís una idea que no me conviene? ¡Yo estoy muy lejos de tener ese poder!”. Pero la verdad es que nada de esto dijo, sino que afirmó y confirmó todo lo contrario, primero por voz misma de sus enemigos y luego por su propio milagro. Como tal vez hubiera chocado a sus oyentes si Él hubiera dicho ciertas cosas de sí mismo, Él se limita a confirmar lo que de Él dicen los otros.

312.- Y lo de verdad maravilloso, lo que es el colmo de su sabiduría, es que no lo hace sólo por medio de sus amigos, sino también por medio de sus enemigos. Por medio de sus amigos, por ejemplo, cuando dijo: Quiero, queda limpio; o con ocasión del centurión: Ni en Israel he hallado fe tan grande. Y por medio de sus enemigos ahora. Éstos dijeron: ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Y Él les replicó: Pues por que veáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar pecados sobre la tierra: Levántate, dice al paralítico, toma tu camilla y márchate a tu casa. Y no procedió así sólo en esta ocasión.

313.- Como otra vez le dijeran: No te apedreamos por obra alguna buena, sino porque, siendo hombre, te haces a ti mismo DIOS; Él no rectificó tampoco entonces esa opinión, sino que más bien la confirmó diciendo: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, si a mí no me creéis, creed por lo menos a mis obras. San Juan 10,33.

314.- Nueva prueba que da aquí el Señor de su Divinidad.
2. Mas otra prueba, y no pequeña, da aquí el Señor de su Divinidad y de su igualdad con el Padre. Sus émulos decían que sólo a DIOS toca perdonar los pecados; pero Jesús no sólo perdona los pecados, sino que, antes de ello, hace otra cosa que también le toca exclusivamente a DIOS: descubrir los íntimos secretos del corazón. Porque ellos ya se guardaron bien de manifestar lo que pensaban: He aquí, dice el evangelista, que algunos de los escribas decían dentro de sí: Éste está blasfemando. Y, conociendo Jesús los pensamientos de ellos, dijo: ¿Por qué estáis pensando mal en vuestros corazones.

315.- Ahora bien, que conocer los íntimos secretos del corazón pertenezca sólo a DIOS, oídlo cómo lo dice el profeta: Tú solo, absolutamente solo, conoces los corazones. 2º Par 6,30. Y otra vez: Dios escudriña los corazones y los riñones. Salmo 7,10. Y Jeremías 17,9 dice: Profundo es, sobre todas las cosas, el corazón del hombre; un hombre es, ¿y quién lo conocerá? Y: El hombre mira a la cara, pero DIOS penetra en el corazón. 1º Reyes 16, 7. Y así pudieran aducirse muchos otros testimonios para probar que sólo de DIOS es conocer lo que hay en nuestro pensamiento.

316.- Para mostrar, pues, Cristo que es DIOS e igual a su Padre, les descubre y pone delante de todos lo que ellos dentro de sí pensaban, pues ellos mismos, por miedo a la muchedumbre, no se atrevían a manifestar su sentir, siquiera aun esto lo haga con mucha mansedumbre: ¿Por qué, les dice, pensáis mal en vuestros corazones? Realmente, si alguno tenía motivo de molestarse era justamente el enfermo, que podía sentirse poco menos que burlado y decir: ¿Con que he venido a curarme de una cosa y me curas de otra? ¿Y cómo me constará a mí que se me han perdonado mis pecados? Mas lo cierto es que el enfermo nada semejante dice, sino que se entrega totalmente en manos de su médico divino; mas los otros; gentes curiosas y envidiosas, no hacen sino poner tropiezos a los beneficios de los demás.

317.- De ahí la reprensión de Cristo, siquiera se la haga con mucha moderación: “Si no creéis, dice, a mis anteriores palabras y las tenéis por pura baladronada, ahora voy a añadir otra cosa, que es revelaros vuestros íntimos pensamientos, y a ésta todavía otra. ¿Qué otra? El dar firmeza al cuerpo del paralítico. Y notemos que al hablar al paralítico no mostró con mucha claridad su propia autoridad, pues no dijo: “Yo te perdono tus pecados”, sino: Tus pecados sean perdonados. Mas una vez que a ello le forzaron sus enemigos, entonces manifiesta con toda evidencia su propia autoridad, diciendo: Pues por que veáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar pecados sobre la tierra...

318.- Mirad cuán lejos está el Señor de no querer que se le tenga por igual al Padre; pues no dijo que el Hijo del hombre necesita de otro, ni que otro le dio a Él poder, sino que tiene poder. Mas ni aun eso lo dice por ambición de gloria, sino porque quiero persuadiros, dice, de que no blasfemo cuando me hago a mi mismo igual al Padre. Siempre muestra el Señor interés en presentar pruebas claras e irrefutables. Por ejemplo, cuando le dice al paralítico: Anda y preséntate al sacerdote; o cuando vemos a la suegra de Pedro que le sirve, o cuando permitió que la piara de puercos se despeñara al lago. Exactamente así procede también aquí: la prueba del perdón de los pecados es la curación del paralítico, y la prueba de la curación, haber cargado con su propia camilla a cuestas. Nadie, pues, podía imaginar que se trataba allí de pura fantasmagoría. Mas el Señor no hace el milagro antes de preguntarles: ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Toma tu camilla y márchate a tu casa? Como si dijera: ¿Qué os parece más fácil a vosotros: fortalecer un cuerpo sin vigor o absolver los pecados del alma?

319.- Evidentemente más fácil es fortalecer el cuerpo que perdonar al alma. La diferencia que va del alma al cuerpo, ésa va de perdonar a curar. Mas el perdón es invisible, y la curación visible; yo, pues, antepongo lo menos a lo más, a fin de que lo más e invisible quede demostrado por lo menos y visible. Con lo que anticipadamente y por vía de hecho revelaba el Señor lo que de Él había dicho Juan: Éste es el que quita los pecados del mundo. San Juan 1,29.

320.- Cristo, Creador del alma y del cuerpo.-
3. Una vez, pues, que el Señor hizo levantarse al paralítico, le mandó a su casa; con lo que demostraba cuán ajeno era Él a todo orgullo y que la curación del enfermo no era tampoco pura fantasía, como que hace testigos de ella a los mismos que lo habían sido de la enfermedad. Yo por mi parte, parece decir el Señor, bien hubiera querido curar por medio de tu mal a los que parecen estar sanos, pero que están realmente enfermos del alma; pero como éstos rehúsan la salud, vete a tu casa y cura a los que hay en ella. Mirad como el Señor se manifiesta creador del alma y del cuerpo, pues cura a una y otra naturaleza y nos hace patente lo oscuro por lo claro, lo invisible por lo visible.

321.- Las turbas no comprenden la Divinidad de Jesús.-
Las turbas, sin embargo, siguen aún arrastrándose por el suelo. Porque glorificaban a DIOS, dice el evangelista, que había dado tal poder a los hombres. Es que la carne se les ponía delante. Mas el Señor no les reprende, sino que continúa en su empeño de despertarlos y levantar sus pensamientos por medio de sus milagros. Por de pronto, no era poco que le consideraran como el mayor de los hombres y que había venido de DIOS. Realmente, si hubieran mantenido con firmeza esta idea, poco a poco y por sus pasos contados hubieran reconocido también que Jesús era Hijo de DIOS.

322.- Pero no supieron mantenerla con claridad y por ello no pudieron tampoco pasar adelante hasta el reconocimiento de la filiación divina de Cristo. Decían en efecto: Este hombre no viene de DIOS. ¿Cómo puede venir de DIOS este hombre? San Juan 9, 16. Y así daban continuamente vueltas a lo mismo, haciendo de sus vacilaciones capa de sus propias pasiones. Exactamente como lo hacen ahora algunos que, pretendiendo vengar a DIOS, lo que hacen es satisfacer sus propias pasiones. Nuestro deber es tratar todas las cosas con moderación y modestia.

323.- Mansedumbre con que hay que corregir a los que pecan.
Sí, todo hemos de tratarlo con mansedumbre, pues el que es DIOS del universo y que puede disparar su rayo contra quienes blasfeman contra Él, hace precisamente salir su sol sobre ellos y les envía sus lluvias y les procura copiosamente todos los otros beneficios. A DIOS debemos imitar nosotros, y, por ende, suplicar, exhortar y corregir con toda mansedumbre, no con ira y furor. A DIOS, ningún daño le viene de la blasfemia, para que tú te irrites; el blasfemo mismo es el que recibe una herida mortal. Gime, pues, por él, laméntate por su daño, pues realmente bien merece que se lo llore. Y, por otra parte, nada como la mansedumbre puede curar al pobre herido, pues la mansedumbre es más fuerte que la violencia. Mirad, si no, cómo es el mismo DIOS, que es injuriado, nos habla tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo nos dice: Pueblo mío, ¿qué te he hecho? Miqueas 6,3. Y en el Nuevo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Hechos 9, 4. Y también Pablo nos manda corregir con mansedumbre a los que resisten a la verdad. 2ª Timoteo 2,25.

324.- El Señor mismo, en ocasión que se le acercaron sus discípulos, pidiéndole que bajara fuego del cielo, los reprendió fuertemente diciéndoles: No sabéis a qué espíritu pertenecéis. San Lucas 9,54. Y en la ocasión presente no exclamó tampoco: “¡Oh hombres abominables y hechiceros! ¡Oh envidiosos y enemigos de la salud de los hombres!”, sino que dijo sencillamente: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? Hay, por ende, que curar la enfermedad con mansedumbre. Porque el que se convierte puramente por temor humano, pronto volverá otra vez al mal.

325.- De ahí que mandara el Señor dejar la cizaña, dando tiempo para la penitencia. Muchos, en efecto, que eran antes malos, hicieron así penitencia y se convirtieron en buenos, como Pablo, el publicano y el ladrón. Los que antes eran cizaña, vinieron a ser así trigo maduro. Esto no es posible en las semillas; pero en la libertad es cosa fácil y hacedera, puesto que nuestra voluntad no está ligada por los límites de la naturaleza, sino dotada gloriosamente de libre albedrío.

326.- Exhortación final: Imitemos a los buenos médicos, que aplican variedad de remedios.
Cuando veas, pues, a un enemigo de la verdad, procura curarlo, cuídale, trata de volverle a la virtud, dale ejemplo con tu vida intachable, preséntale un razonamiento irrefutable, procúrale protección y ayuda, no dejes piedra por mover para su corrección. Imita en esto a los buenos médicos, que no curan de un solo modo. Cuando ven que el mal no cede al primer remedio, aplican otro, y tras éste otro, y unas veces cortan y otras vendan. Sed, pues, también vosotros médicos de las almas y emplead todos los procedimientos de curación, conforme a las leyes de Cristo.

327.- De este modo recibiréis galardón de vuestra propia salud y también de la de los otros; y, haciéndolo todo para gloria de DIOS, por ahí seréis también vosotros glorificados. Porque a los que me glorifican, yo los glorificaré, dice el Señor, y los que me desprecian, serán despreciados. 1º de Reyes 2,30. Hagámoslo, pues, todo para gloria de DIOS, a fin de alcanzar aquella bienaventurada herencia, que a todos os deseo por la gracia y amor de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

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soy diseñadora gráfica y profesora de religión y de lengua y literatura
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