ASCENSIÓN, SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA,
345.- Jesucristo ha sido exaltado por DIOS. Es Señor, Primogénito de todas las criaturas, el Primero de los hombres y la cabeza de la Iglesia. Perfecto DIOS y perfecto Hombre. El señorío de Jesús, con todo poder y gloria, pone en tela de juicio todos los ídolos de nuestro corazón y de la sociedad de todos los tiempos. Sólo reconociéndole a El como Señor podremos alcanzar la salvación.- Estamos en el monte Olivote, con todos los discípulos y junto a la Virgen: vemos, escuchamos, nos ofrecemos: ese Jesús que habéis visto subir, ¡volverá!
346.- La misión de la Iglesia es continuar la obra salvadora de Jesucristo hasta el final de los tiempos. Es proclamar al mundo entero de todas las épocas que Jesús de Nazaret es el Señor. En esta dura tarea, Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo, sabiendo que las puertas del Infierno no podrán nada contra su Iglesia; que si en la parte humana presenta muchas debilidades, en la parte divina presenta todas las perfecciones y seguridades de triunfo y plenitud de Verdad, de Vida, de Amor, de Justicia y de todas las cosas buenas.- Nos da luz, nos da fuerza, no sólo para resistir, sino para conquistar, vencer. La Iglesia en toda su actividad, nos dice al final del Código de Derecho Canónico, lo único que pretende es la salvación de las almas; llevar al cielo a todos los que podamos.
347.- Cristo une el Cielo y la tierra, lo divino y la humano, en la Virgen; ahora, en esta subida, sin marcharse, vemos por anticipado lo que nos espera: voy a prepararos lugar; en la casa de mi Padre hay muchas moradas; y pensando en ellas, nosotros, en la tierra, en este gran Adviento de siglos, hasta que venga glorioso, vivimos en continua ascensión, creciente superación, sin decir basta, porque la meta es la perfección del Padre de los Cielos.- En Cristo tenemos esa vida futura que nosotros, con continua hambre, no podíamos darnos a nosotros mismos.- Nos hiciste Señor para ti, nos recuerda San Agustín, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
348.- ¿Qué hacéis ahí plantados, mirando al Cielo? Ese Jesús que habéis visto subir, ¡volverá! Por lo tanto, a trabajar, a superarse, a mejorar; guerra a la pereza, a la vagancia, a los egoísmos raquíticos que empequeñecen; abrirnos a ese Cielo eterno que ya se inicia en la tierra con esa Gracia que pude y debe crecer, y que al morir, se convertirá en Gloria.- Se elevó a la vista de ellos, nos dicen los Hechos de los Apóstoles, 1; y está sentado a la derecha del Padre, nos dice San Pablo en su carta a los Efesios 1.- Para que nosotros, desprendidos de lo terreno, nos elevemos a lo celestial; que la mejor forma de vivir y trabajar en la tierra, es hacerlo con el corazón en el Cielo, donde está nuestro tesoro, como han hecho los Santos; en el mundo, sin mundanizarnos; en el tiempo, pero con la Eternidad en la cabeza y DIOS en el corazón y el mundo a los pies; testigos vivientes de lo eterno, en este mundo materialista y ciego a las cosas del espíritu.
349.- El evangelio nos lo presenta y recuerda.- San Mateo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra: evangelizar, bautizar al que crea, a cumplir, a gozar de su presencia todos los días. San Marcos: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de DIOS: el que se resista a creer, será condenado; nada podrá contra vosotros.- San Lucas: mientras los bendecía, iba subiendo al Cielo; seréis mis testigos, os enviaré la Promesa del Padre, seréis revestidos de la fuerza de lo alto.- Miramos a la Virgen y sabemos que ha comprendido que la Iglesia naciente necesita aun de la Madre, y aunque vuela con su Hijo, ve a los otros hijos, y sigue su ofrenda en total disponibilidad.- Y su compañía nos da seguridad y alegría.
350.- Con San Agustín, meditamos: “Nuestro Señor Jesucristo ascendió al Cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con Él.- Escuchemos al Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de DIOS; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como Él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con Él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido”.
351.- “Él fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como: Tuve hambre, y me diste de comer”.
352.- “¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con Él, descansemos ya con Él en los Cielos? Mientras Él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con Él allí. Él está con nosotros por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como Él por su divinidad, sí que podemos por el amor hacia Él”.
353.- “No se alejó del Cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros cuando regresó hasta él. Él mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: Nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo”. Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre Él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto Él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con Él, en virtud de que Él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por Él, hemos sido hechos hijos de DIOS”.
354.- “En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: Así es Cristo, sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros”.
355.- “Bajó, pues, del Cielo por su misericordia, pero ya no subió Él solo, puesto que nosotros subimos también en Él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió Él solo, pero ya no ascendió Él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.
356.- Santa María, Puerta del Cielo, y ventana, por si hace falta, que sepamos ver las cosas y personas de la tierra como se ven desde el Cielo.
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jueves, 2 de junio de 2011
ASCENSIÓN, SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA,
345.- Jesucristo ha sido exaltado por DIOS. Es Señor, Primogénito de todas las criaturas, el Primero de los hombres y la cabeza de la Iglesia. Perfecto DIOS y perfecto Hombre. El señorío de Jesús, con todo poder y gloria, pone en tela de juicio todos los ídolos de nuestro corazón y de la sociedad de todos los tiempos. Sólo reconociéndole a El como Señor podremos alcanzar la salvación.- Estamos en el monte Olivote, con todos los discípulos y junto a la Virgen: vemos, escuchamos, nos ofrecemos: ese Jesús que habéis visto subir, ¡volverá!
346.- La misión de la Iglesia es continuar la obra salvadora de Jesucristo hasta el final de los tiempos. Es proclamar al mundo entero de todas las épocas que Jesús de Nazaret es el Señor. En esta dura tarea, Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo, sabiendo que las puertas del Infierno no podrán nada contra su Iglesia; que si en la parte humana presenta muchas debilidades, en la parte divina presenta todas las perfecciones y seguridades de triunfo y plenitud de Verdad, de Vida, de Amor, de Justicia y de todas las cosas buenas.- Nos da luz, nos da fuerza, no sólo para resistir, sino para conquistar, vencer. La Iglesia en toda su actividad, nos dice al final del Código de Derecho Canónico, lo único que pretende es la salvación de las almas; llevar al cielo a todos los que podamos.
347.- Cristo une el Cielo y la tierra, lo divino y la humano, en la Virgen; ahora, en esta subida, sin marcharse, vemos por anticipado lo que nos espera: voy a prepararos lugar; en la casa de mi Padre hay muchas moradas; y pensando en ellas, nosotros, en la tierra, en este gran Adviento de siglos, hasta que venga glorioso, vivimos en continua ascensión, creciente superación, sin decir basta, porque la meta es la perfección del Padre de los Cielos.- En Cristo tenemos esa vida futura que nosotros, con continua hambre, no podíamos darnos a nosotros mismos.- Nos hiciste Señor para ti, nos recuerda San Agustín, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
348.- ¿Qué hacéis ahí plantados, mirando al Cielo? Ese Jesús que habéis visto subir, ¡volverá! Por lo tanto, a trabajar, a superarse, a mejorar; guerra a la pereza, a la vagancia, a los egoísmos raquíticos que empequeñecen; abrirnos a ese Cielo eterno que ya se inicia en la tierra con esa Gracia que pude y debe crecer, y que al morir, se convertirá en Gloria.- Se elevó a la vista de ellos, nos dicen los Hechos de los Apóstoles, 1; y está sentado a la derecha del Padre, nos dice San Pablo en su carta a los Efesios 1.- Para que nosotros, desprendidos de lo terreno, nos elevemos a lo celestial; que la mejor forma de vivir y trabajar en la tierra, es hacerlo con el corazón en el Cielo, donde está nuestro tesoro, como han hecho los Santos; en el mundo, sin mundanizarnos; en el tiempo, pero con la Eternidad en la cabeza y DIOS en el corazón y el mundo a los pies; testigos vivientes de lo eterno, en este mundo materialista y ciego a las cosas del espíritu.
349.- El evangelio nos lo presenta y recuerda.- San Mateo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra: evangelizar, bautizar al que crea, a cumplir, a gozar de su presencia todos los días. San Marcos: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de DIOS: el que se resista a creer, será condenado; nada podrá contra vosotros.- San Lucas: mientras los bendecía, iba subiendo al Cielo; seréis mis testigos, os enviaré la Promesa del Padre, seréis revestidos de la fuerza de lo alto.- Miramos a la Virgen y sabemos que ha comprendido que la Iglesia naciente necesita aun de la Madre, y aunque vuela con su Hijo, ve a los otros hijos, y sigue su ofrenda en total disponibilidad.- Y su compañía nos da seguridad y alegría.
350.- Con San Agustín, meditamos: “Nuestro Señor Jesucristo ascendió al Cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con Él.- Escuchemos al Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de DIOS; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como Él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con Él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido”.
351.- “Él fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como: Tuve hambre, y me diste de comer”.
352.- “¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con Él, descansemos ya con Él en los Cielos? Mientras Él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con Él allí. Él está con nosotros por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como Él por su divinidad, sí que podemos por el amor hacia Él”.
353.- “No se alejó del Cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros cuando regresó hasta él. Él mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: Nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo”. Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre Él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto Él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con Él, en virtud de que Él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por Él, hemos sido hechos hijos de DIOS”.
354.- “En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: Así es Cristo, sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros”.
355.- “Bajó, pues, del Cielo por su misericordia, pero ya no subió Él solo, puesto que nosotros subimos también en Él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió Él solo, pero ya no ascendió Él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.
356.- Santa María, Puerta del Cielo, y ventana, por si hace falta, que sepamos ver las cosas y personas de la tierra como se ven desde el Cielo.
345.- Jesucristo ha sido exaltado por DIOS. Es Señor, Primogénito de todas las criaturas, el Primero de los hombres y la cabeza de la Iglesia. Perfecto DIOS y perfecto Hombre. El señorío de Jesús, con todo poder y gloria, pone en tela de juicio todos los ídolos de nuestro corazón y de la sociedad de todos los tiempos. Sólo reconociéndole a El como Señor podremos alcanzar la salvación.- Estamos en el monte Olivote, con todos los discípulos y junto a la Virgen: vemos, escuchamos, nos ofrecemos: ese Jesús que habéis visto subir, ¡volverá!
346.- La misión de la Iglesia es continuar la obra salvadora de Jesucristo hasta el final de los tiempos. Es proclamar al mundo entero de todas las épocas que Jesús de Nazaret es el Señor. En esta dura tarea, Él está con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo, sabiendo que las puertas del Infierno no podrán nada contra su Iglesia; que si en la parte humana presenta muchas debilidades, en la parte divina presenta todas las perfecciones y seguridades de triunfo y plenitud de Verdad, de Vida, de Amor, de Justicia y de todas las cosas buenas.- Nos da luz, nos da fuerza, no sólo para resistir, sino para conquistar, vencer. La Iglesia en toda su actividad, nos dice al final del Código de Derecho Canónico, lo único que pretende es la salvación de las almas; llevar al cielo a todos los que podamos.
347.- Cristo une el Cielo y la tierra, lo divino y la humano, en la Virgen; ahora, en esta subida, sin marcharse, vemos por anticipado lo que nos espera: voy a prepararos lugar; en la casa de mi Padre hay muchas moradas; y pensando en ellas, nosotros, en la tierra, en este gran Adviento de siglos, hasta que venga glorioso, vivimos en continua ascensión, creciente superación, sin decir basta, porque la meta es la perfección del Padre de los Cielos.- En Cristo tenemos esa vida futura que nosotros, con continua hambre, no podíamos darnos a nosotros mismos.- Nos hiciste Señor para ti, nos recuerda San Agustín, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
348.- ¿Qué hacéis ahí plantados, mirando al Cielo? Ese Jesús que habéis visto subir, ¡volverá! Por lo tanto, a trabajar, a superarse, a mejorar; guerra a la pereza, a la vagancia, a los egoísmos raquíticos que empequeñecen; abrirnos a ese Cielo eterno que ya se inicia en la tierra con esa Gracia que pude y debe crecer, y que al morir, se convertirá en Gloria.- Se elevó a la vista de ellos, nos dicen los Hechos de los Apóstoles, 1; y está sentado a la derecha del Padre, nos dice San Pablo en su carta a los Efesios 1.- Para que nosotros, desprendidos de lo terreno, nos elevemos a lo celestial; que la mejor forma de vivir y trabajar en la tierra, es hacerlo con el corazón en el Cielo, donde está nuestro tesoro, como han hecho los Santos; en el mundo, sin mundanizarnos; en el tiempo, pero con la Eternidad en la cabeza y DIOS en el corazón y el mundo a los pies; testigos vivientes de lo eterno, en este mundo materialista y ciego a las cosas del espíritu.
349.- El evangelio nos lo presenta y recuerda.- San Mateo: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra: evangelizar, bautizar al que crea, a cumplir, a gozar de su presencia todos los días. San Marcos: Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de DIOS: el que se resista a creer, será condenado; nada podrá contra vosotros.- San Lucas: mientras los bendecía, iba subiendo al Cielo; seréis mis testigos, os enviaré la Promesa del Padre, seréis revestidos de la fuerza de lo alto.- Miramos a la Virgen y sabemos que ha comprendido que la Iglesia naciente necesita aun de la Madre, y aunque vuela con su Hijo, ve a los otros hijos, y sigue su ofrenda en total disponibilidad.- Y su compañía nos da seguridad y alegría.
350.- Con San Agustín, meditamos: “Nuestro Señor Jesucristo ascendió al Cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con Él.- Escuchemos al Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de DIOS; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como Él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con Él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido”.
351.- “Él fue ya exaltado sobre los cielos; pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como: Tuve hambre, y me diste de comer”.
352.- “¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con Él, descansemos ya con Él en los Cielos? Mientras Él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con Él allí. Él está con nosotros por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como Él por su divinidad, sí que podemos por el amor hacia Él”.
353.- “No se alejó del Cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros cuando regresó hasta él. Él mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: Nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo”. Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre Él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto Él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con Él, en virtud de que Él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por Él, hemos sido hechos hijos de DIOS”.
354.- “En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: Así es Cristo, sino: Así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros”.
355.- “Bajó, pues, del Cielo por su misericordia, pero ya no subió Él solo, puesto que nosotros subimos también en Él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió Él solo, pero ya no ascendió Él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.
356.- Santa María, Puerta del Cielo, y ventana, por si hace falta, que sepamos ver las cosas y personas de la tierra como se ven desde el Cielo.
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- Rosario Serrano
- soy diseñadora gráfica y profesora de religión y de lengua y literatura
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